Mi salvador

1327 Words
+Emma+ No me parece bonito dejar mi vida completa por un miserable que no me conoce, ese que solo desea tenerme y no querer conocerme. Bajo estas lluvias juro por todo lo que amo que es mi padre, “quedarme callada con las cosas feas que se me avecinan”. He dejado atrás todo lo que he querido y construido porque no quiero ese espantoso matrimonio forzado, tampoco deseo que lastime a mi padre y a mis amigos, mi padre piensa que no tengo conocimiento de lo que esas personas son capaces, me habla siempre de la forma en la que le hablaría a un bebé recién nacido, sin embargo, mis ojos y oídos son testigos de lo que esos hombres son capaces de hacer con tal de obtener lo que quieran. Ellos no tienen la mínima piedad, los llantos, lamentos y las súplicas son un regocijo de su ego. En todo el camino mi padre no ha querido hablarme de su salvación, esa persona que cuidara de mí mientras él recupera el poder. Por las pocas veces que se dirige a su salvación puedo deducir que es un hombre joven o señor. Ya, no importa si es joven o es un viejo, lo que tiene que importarme es que no me casaré con él en contra de mi voluntad. Hasta está la posibilidad de que sea gay y sin ningún problema nos convertiríamos en grandes amigas. —Hija, espera aquí, dejé el bendito paraguas en la entrada del edificio, ya sabes, todo por costumbre —gruñe tras darse una palmada en la frente, intento seguirle los pasos, pero él me detiene negando con la cabeza—, te dije que no quiero que me acompañes, tienes que quedarte aquí, nada más quedarte como una estatua. —Ash, no entiende que quiero aprovechar cada segundo con él —me quejo y como una chiquilla empiezo hacer berrinche. —Oye, están mojando el piso y a la señora Lulú no le gustará. —Me importa un rábano —hablé con ímpetu, sin ganas de voltear a ver al metido y delicado hombre. —No tienes que ponerte de mal humor o molestarte con la única persona que se asegura que estés bien —dice tomando mi brazo, me quedo por unos segundos viéndolo y maldije por lo bajo al ver que el hombre que tengo frente de mí no es más que un papito de berenjena. —Oh, no me digas que eres el buen samaritano —hable sin quitar la mirada de sus ojos—, ¿me conoces? —No, no soy tan bueno como lo piensas. ¿Qué es lo que dijo? —Entonces déjame estúpido —de un solo jalón quito mi brazo de su mano—, deja de comportarte como el príncipe caballeroso, ya que no lo eres. Ash, que desperdicio, de que sirve que el hombre sea guapo si es tan engreído, ¡maldito guapo! —No, al contrario, me das pesar —dice el estúpido llevando su mano hacia su barbilla. —No tengas lástima por una persona que no conoces —bramo, soy una persona serena, pero cuando tocan mis ovarios me convierto en una fiera. —Solo te lo digo que tu autodefensa está provocando que los vecinos salgan de sus apartamentos, que todos te señalen como la loca y, por último, deja de verme como tu enemigo, ya que no lo soy —dice contando cada uno de sus dedos. —Y eso te hace el héroe o el salvador —hablo con ironía. —Eh, no me gusta que me etiqueten así, pero si tú lo dices es porque es cierto, “soy tu héroe” —me guiña un ojo para luego esbozar una sonrisa de oreja a oreja, mostrándome esos dientes blancos y perfecto, ¡maldito papi berenjena! —Eres demasiado molesto y te pediré que te alejes, que no necesito de tu ayuda porque no tengo un letrero en mi frente donde dice, “rescaten a la doncella”. Doy dos pasos hacia delante y como el tiempo estuviese a mi favor, poso mi mano en ese pechito, hmm… ¡Está duro!, puedo sentir cómo su cuerpo se tensa y ese corazón empieza a latir a mil por hora. —No me digas que te estás ofreciendo —dice bruscamente, pero sin quitar su mirada de la mía. ¡Eso es más ni menos que nerviosismo! —No me digas que eres gay —habló entre risas. Es inevitable no reírse, aunque sería una lástima que fuese una de las mismas, porque no negaré que el hombre está, que se come solo. Muerdo mi labio inferior y de una vez me deleito de todo ese cuerpo y rápidamente lo desnudo con la mirada. —¡Estás loca! —con rapidez tomó mi mano y la estrujó fuertemente hasta hacerme gemir de dolor —. Eres una niña…—protestó. —¿Y? —Esas fueron mis únicas palabras que pudieron salir. No comprendo por qué se enoja, puesto que si es gay no hay problema que lo toquetee y manosee ese cuerpazo que quisiera explorar, pero al parecer no puede salir del closet y como yo soy una buena samaritana, ¡lo ayudaré! Lo primero que desearía tocar y ver por mis propios ojos es el tamaño de su pepino. Sin esperar me abalanzo sobre él y cómo puedo lo empujo contra la pared. Uno de mis labios con los suyos. Profundizo el beso antes de que me empuje o me rechace. Él permite que mi lengua recorra la suya, para luego responder en la manera que lo deseaba. Jadeo. ¡Wao…! —Estás loca —en un abrir y cerrar de ojos se aparta de mí. Trato de recuperar el aliento, mi corazón late a toda prisa. Quiero inclinarme y sujetarme de rodillas, pero eso sería demasiado, puesto que él me observa detenidamente. ¡Mierda! ¿Qué es lo que acaba de pasar? Es obvio que no es gay… —Así que no eres gay —sonrío emocionada, pero luego se esfuma al ser rechazada, ¿será que nací el día de los defectos o de los rechazos? Aaahh… nadie me toma en serio. —No entraré a tu jueguito y mejor sígueme —habla seriamente. —Buenas noches, ¿sucede algo? —retrocedo al escuchar la voz de mi padre, en par de minutos bajo la mirada—, oh, esperen, ustedes ya se conocen—dice mi padre emocionado al mismo tiempo de señalarnos. ¿Conocernos? No, no entiendo lo que quiere decir “conocernos”. —No entiendo padre, por qué tendría que conocerlo —aclaro mi garganta, para luego terminar a lado de mi padre—, el se… —Mi niña, él es mi amigo, es la persona con la que te quedarás —frunce el ceño al mismo tiempo que sus fracciones se endurecen—, pórtate bien mi amor—eso lo dijo en un hilo de voz que hizo que mi piel se estremeciera—. Gavrel ella es mi hija Emma, mi niña, él es mi amigo Gavrel. ¡Por los ovarios de mi madre! Esto debe ser una broma, sí, eso puede ser, todo es una broma de mi padre. Desvío mi mirada lentamente, hasta penetrarla al hombre que acabo de insultar y acosar. Siento como poco a poco mi rostro empieza arder de la vergüenza que tengo por comportarme como una niña malcriada y una ofrecida. Noooo… Qué es lo que voy a hacer, con qué cara lo miraré de hoy en adelante. Me disculpo o debo hacer como si nada hubiese pasado. —Víctor, ambos están empapados y no es bueno para su salud, tampoco para el piso que la señora Lulú secará, lo siento, pero aquí hay reglas y somos de las personas que obedecemos —él se dirige hacia mi padre, ignorando completamente mi presencia.
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