Aitana no sabía cuánto tiempo había estado allí llorando, se sentía miserable y desafortunada, maldecía una y otra vez el día que dio el sí en el altar, uniéndose en matrimonio con ese desgraciado. Pronto, decidió levantarse del frío suelo, y miró su reflejo en el espejo del baño, en su mirada no había más que frustración y odio, ni siquiera se sentía triste, la rabia en su sistema era tanta, que sus ojos se volvieron sombríos. Se prometió aquella tarde, frente a sí misma, que no sería la misma mujer de siempre que se dejaba pisotear de su esposo viviendo bajo su sombra y negándose a ver la realidad, aunque la tuviera frente a sus ojos, ahí, limpiando sus lágrimas, se prometió que haría lo necesario para salir ilesa de todo aquello en lo que Jordi la involucró sin su consenti

