Capítulo 2

4128 Words
No quería abandonar nuestra pequeña habitación. Estaba cómoda, y relajada. Cuando estaba con el Señor, mi cuerpo siempre se tensaba y a veces, esa tensión me salía cara. A pesar de ser involuntaria, cuando el Señor quería entrar en mi cuerpo me provocaba mucho dolor, era por estar tensa, es lo que siempre me decía. Tenía que intentar relajarme, me repetía una y otra vez. Para no complicarlo más, me fui sin miramientos. Solo sería un rato, me asegure. Recorría los pasillos del Palacio, contemplando las puertas que resaltaban al ser de color blanco, en contraste con las paredes que eran de un color borgoña. Los pisos eran de porcelana, fuera lo que fuera eso. Mis pasos hacían eco en el silencioso pasillo, Las Princesas debían estar en el bar o quizás en el casino. Al llegar al final del pasillo, había una escalera de caracol que conducía a la habitación principal del Señor Aidan. Una vez, escuché que yo había sido la única en ir a su habitación personal. Las Princesas no les agradaba ese hecho, y a mi tampoco. De pie frente a la escalera, tome una larga respiración y comencé a subir. Mis pies se sentían pesados y mi cuerpo a medida de que me acercaba a la única y solitaria puerta en todo el piso, se llenaba de tensión. Maldición, Mía. Relájate, de una vez. Solo debía respirar, no es tan difícil, es mecánico. Frente a la gran puerta, los nervios tomaron el control. Mi mirada bajo al piso, y una quietud de la que solo soy capaz de experimentar cuando estoy por enfrentarme al Señor, se apoderó de mi. Toque dos veces y la puerta se abrió, daba la impresión de que había estado esperándome. No me atrevía a levantar la vista, estaba fija en la alfombra blanca que se veía mullida y suave. -Miramé.-ordenó.-Y entra. Entre, obedeciendo su orden, pero aún no podía dejar de mirar el suelo. Solo con él era de esta forma, claro que, solo había hablado con un hombre en toda mi vida y era él. Aidan Carmichael... El líder del Palacio, mi maestro y mi dueño. Sé que no soy la chica más lista que existe, muchas veces me acusaron de ser una ignorante y bueno, creo que lo soy, es de las pocas palabras que me dedican Las Princesas, pero estaba segura de que Aidan no era el dueño de todas. Pensé en Florencia, ella no era como las demás. Había un deseo creciendo en mi interior de ser como ella, ser diferente, pero dudo que lo logré. -Estas distraída, otra vez. ¿Es tu nueva compañera de cuarto? Por el incendio le permití compartir habitación contigo, pero si quieres la cambiaré. Levanté la mirada de prisa, clavándose en unos fríos ojos grises. No quería quedarme sola... Finalmente hablaba con alguien... No... -Florencia es una compañera agradable, señor. Sus cejas pobladas y oscuras se unieron en un profundo ceño, provocando que su atractivo rostro se ensombreciera. Aidan tenía lo que algunas Princesas llamaban un rostro duro, pómulos altos, labios finos que nunca sonreían y una barba no tan espesa de un tono castaño oscuro, diferente de su cabello castaño, perfectamente peinado. Él era mucho más alto que yo, con un cuerpo atlético y bronceado debido a lo mucho que entrenaba. No toleraba las imperfecciones, todo a su alrededor debía estar a su gusto. -¿Hablas con ella, Mía? -No, señor. La Princesa Florencia solo se preocupa por tener su vestuario a salvó de mi, y bien cuidado. Se acercó a mi cuerpo, podía sentir el calor que emanaba su piel y aún así yo sentía frío. Los finos vellos rubios casi transparentes de mis brazos se erizaban, mientras mi boca quedaba casi en su totalidad seca. -Buena chica. No debes hablar con nadie, Mía. Esas mujeres son diferentes a ti, tú eres mi pequeña mascota. Trate de sonreír, mientras observaba el esplendor que me rodeaba. Deseaba con todas mis fuerzas, no estar tensa, porque dolía mucho. Y no quería que doliera... Relájate, Mía. Tome una gran bocanada de aire mientras sus labios se posaron en los míos, con la fiereza que lo caracteriza, introdujo su lengua en el interior de mi boca, en tanto sus manos recorrían mi espalda buscando el cierre del vestido. Mía, por favor relájate. Por un instante sentí que el vestido era largo y vaporoso, ya que al momento de ser retirado de mi cuerpo, fue como si, por primera vez en toda mi vida me mostrará tan desnuda frente a Aídan. -Mi cuerpo.-gruñó en mi cuello, el vestido se deslizó por mis piernas hasta caer al suelo en un callado susurro.-Mi mascota, mía. Libre de cualquier otro tipo de vestimenta, sus manos vagaban sin obstáculos, recorriendo mi piel, sus manos eran ásperas y magullaban mi cuerpo. Sabía que, al día siguiente tendría moretones, siempre era así. Él era rudo y yo solo esperaba que está noche, fuera rápido. Una eternidad transcurrió, mientras el tocaba cada superficie, mordió, chupo y lamió, hasta que sus dedos llegaron a mi intimidad, quedé rígida y tensa. Maldición, esto va a doler. Introdujo dos dedos en mi interior. Solté un pequeño gritito, al sentirme invadida, repitiendo una y otra vez que me relajada, que lo dejara entrar. ¿Por qué nunca funciona? Él se aparto de mi, mientras una mueca, similar a una sonrisa, ensancho su boca. -Dulce Mia... Seca, como de costumbre. Túmbate en la cama, ya veré qué se me ocurre hoy, para cambiar eso. Seguí sus órdenes, la pesadez de mi cuerpo acentuándose en mi pecho. *** El escozor solo duraba unas horas, solía aliviarse después de un baño con agua bastante tibia. Por el momento, la prioridad era estar quieta, así no me provocaba más malestar, debía esperar a que él ordenará que podía retirarme. Estaba sobre mi, dibujaba círculos en mis pezones enrrojecidos, su barba raspaba la delicada piel. -Mañana temprano, todo cambiará. Intentado relajarme, comencé a peinar su cabello, guardando silencio. Aidan no le gustaba que hablara con nadie, a veces esa orden también lo incluía a él mismo. -El único que cumple con todas mis condiciones para volverse socio, tiene mucho más poder que yo. No me gusta, tendría que permitir que imponga reglas en mi reino. Pensé en Las Princesas, en como las iba afectar estás nuevas reglas. Aidan siempre fue nuestro Rey, y por lo poco que podía observar cuando se me era permitido, Las Princesas tenían una vida de ensueño. ¿Eso iba a cambiar? -Podria quitarme lo que es mío. Lo veía imposible. Nadie era más fuerte y poderoso que Aidan Carmichael, ¿Cómo es que él dudaba de eso? En definitiva, mi entorno estaba cambiando. De pronto, se incorporó y me observo como si, de alguna forma me mirara por primera vez. -Podria quererte a ti. Y no podré negarme. Oh mierda. Eso sí asustaba, no quería pertenecer a alguien más. ¿Que cosas terribles podrían sucederme a merced de un desconocido? Rápidamente repase las posibles soluciones a lo que estábamos por enfrentarnos, hasta dar con la más efectiva. -¿Desea que lo asesine, señor? Las comisuras de sus labios se elevaron un poco. -No.-respondió. Luego de un instante de breve meditación, hablo nuevamente-. No, por ahora. Ya vete, Mía. -Si, señor. Mordió la cima de mi pecho, y luego se aparto. A prisas busque mi vestido, y me calce los zapatos. Estaba por irme, cuando nuevamente se acercó a mi, se detuvo en mi espalda, dónde subió el cierre de vestido y apartardando mi cabello, beso mi cuello, a unos centímetros del collar. -Es una prenda delicada y sencilla, Mía. ¿De dónde lo sacaste? -Lo conseguí en uno de los baños, señor.-menti con naturalidad.-¿Quiere que deje de usarlo? -No, puedes quedartelo. Vete, ya. Así lo hice. ¿Cómo no me caí en las escaleras y morí después de quebrarme el cuello? Es un misterio para mí. Mi entrepierna dolía, estaba realmente dolorida por todas partes y solo quería dormir. O leer, necesitaba practicar mi lectura o volvería a tartamudear. Al llegar a mi piso aceleré el paso, hasta la puerta de la habitación que compartía con Florencia. Por muy peculiar que fuera la italiana, su presencia me confortaba. El lugar estaba oscuro, salvó por la luz que se filtraba por la ventana, aunque el viento chocaba contra ella, la habitación permanecía tibia. Florencia estaba en su cama, parecía dormida, así que, me fui directamente al baño. Si tenía suerte, quedaría agua caliente para bañarme. Abrí la regadera, y salió un chorro de agua caliente, sonriendo me desnude, y entre bajo la cascada. Observaba mi cuerpo, las marcas de sus manos decoraban mi piel. Tenía en los muslos algunas marcas de los azotes que Aidan me había dado y sabía que, en la mañana seguirían allí. No se irían al despertar. Bueno, no importaba. Con o sin esas marcas, Las Princesas normalmente me ignoraban. Continué mi autoexamen visual, sintiendome extraña sobre todo con las marcas de las piernas. No tenía muchos pantalones, sobre todo utilizaba pantalóncillos, y algunos monos de chandals, ignorada o no, todas verían que estuve con Aidan. Salí de la ducha, sin haber aliviado el malestar que residía en mi interior. Cansada de tantos pensamientos y dolorida como estaba, iba a irme a dormir directamente. Ya sacaría tiempo para leer, me dije. Evitando secar mi cabello o el resto de mi, tome una camiseta y unas pantis, luego de vestirme, me arroje a mi pequeña cama. Boca abajo y con una de las almohadas encima de mi cabeza, me disponía a dormir. -¿Lo disfrutaste? La voz de Florencia me sobresalto y por poco termino de cara al suelo. ¿Acaso no dormía? -Venga, estoy cansada, mañana hablamos si quieres, Florencia. -Solo dime, ¿lo disfrutas? -Eso no importa-.dije bostezando-.Es para su disfrute, no el nuestro. Creía que, todas Las Princesas sabían eso. -Él te viola. Contuve la respiración. ¿Violar? Nunca había escuchado esa palabra, pero no parecía ser buena. Me debatía entre preguntar o no, dudaba que la respuesta sea de mi agrado. -¿Que quiere decir? Para ese momento, me había incorporado en la cama y observaba a Florencia que, miraba fijamente hacia el techo. -Él abusa de ti. Te hace cosas que tú no deseas, pero no puedes decir que no. Se le llama violación, ¿Nunca habías escuchado esa palabra? -No,-admiti, con las mejillas en llamas.-No suelen hablar mucho conmigo, Florencia. Él no lo permite, pero... Bueno, yo... Hablo muchos idiomas, los he escuchado, y puedo repetir lo que ellas decían, y conozco lo que significan algunas palabras. -Repetir lo que dicen, no es hablarlo, y no cambies el tema. -¿Tiene sentido discutirlo? ¿Va a cambiar algo? Ella se incorporó tambien, y me miraba fijamente. Sus ojos brillaban, parecía que... No. Florencia no lloraría, ¿Verdad? Esto era algo muy tonto. -¿Que es lo que te hizo ese animal? Yo estaba confundida. ¿Iba algo mal conmigo? -Basta, no quiero seguir hablando. Debo dormir, y tú también. Tome una manta de lana y la tire encima de mi, girando mi cuerpo hacia la pared. La palabra "Violación" se repetía una y otra vez en mi mente. ¿Por qué nunca había escuchado esa palabra? -Solo espero, que te podamos salvar. Lo dijo en voz muy baja, pero lo escuché fuerte y claro. Tenía una respuesta para eso, pero la calle. Yo no quería ser salvada. Cerré los ojos y relaje mi cuerpo todo lo que pude, intente vaciar mi mente de las ideas de Florencia y sus palabras nuevas... No pienses, Mía. No cuestiones tu existencia... Hacia frío. Y había luz. No estábamos solas. No sé exactamente qué fue lo que me despertó, pero de pie y de espaldas a mi, había un gigante. Estaba por gritar, cuando distingui entre los susurros la voz de Florencia. -Ella no conoce nada, absolutamente nada. ¡No sé que más hacer! Podría quebrarse si llega a saber la verdad.-musitó la italiana al gigante.- Vete ahora, el micrófono ya está instalado de igual forma. El gigante se movía entre las sombras, podía camuflarse entre ellas por su ropa negra. Indicándole a Florencia que guardara silencio, le extendió lo que parecía ser una cajita. Después de entregársela, se giró hacia mi y volví a cerrar los ojos, intentando que mi respiración se mantuviera igual. Una tarea complicada porque su mano rozó mi mejilla con una delicadeza, que por poco me hace creer que lo había imaginado. Cómo si, la tela más fina que existe, hubiera suspirado en mi. ¿Que había sido eso? Quería abrir los ojos. Sujetar aquella mano, y ver bajo la luz quien era aquel gigante, que hacía en mi habitación, y por qué hablaba de esa forma con mi compañera. Esperaba escuchar algún ruido, alguna señal de que él había abandonado el lugar porque, sabía que ya no estaba aquí. Sin embargo, se fue de la misma manera en la que entró. En silencio. Podía preguntarle a Florencia, pero no creo que valga la pena. Poco entendía lo que ella hablaba conmigo, y seguía muy cansada para analizar nuevas palabras o más ideas suyas. Así que, contra mi buen juicio, pero por el bien de mis ojos que ardían a causa de la falta de sueño, volví a dormir. En la mañana, planeaba hablar con mi compañera, necesitaba saber que estaba pasando. Ese deseo de saber comenzaba a perturbar mi antes tranquila vida, mucho. *** No había rastro de Florencia al despertar, y si quería enfrentarla, primero debía hacer algo muy importante. Limpiar. En un día normal, terminaba rápido, pues como era algo que hacía todos los días, no había tanto que hacer, pero hoy no fue así. Estaba trabajando con una lentitud agonizante, ensayando en mi cabeza la manera en la que iba a hablar con Florencia. Evaluaba las posibilidades de que intentará pelear conmigo, pero la descarte de inmediato. No me había peleado en mucho tiempo, además, Aidan haría que Florencia abandonará mi cuarto, algo que no podía permitir. ¿Por qué esa loca metió a un hombre a nuestro dormitorio? Eso era demasiado arriesgado, incluso para ella. Y...¿Si había sido un sueño? -Oh no. Aidan tenía razón, me están volviendo loca. Leer estaba haciendo cosas raras con mi cabeza, y está era la prueba. Ya no podía distinguir la realidad y lo que mi mente fabricaba. Y eso, que solamente había leído un diario, y a duras penas conseguí llegar a la mitad. Debía parar, sea que quiera o no, el riesgo que corría y al que exponía a Florencia, era innecesario. Con eso claro en mi interior, seguí lustrando el escritorio de Aidan, tenía relucir. Sin toques de avisos, o anuncios, la puerta del despacho se abrió revelando a dos hombres imponentes. Uno de ellos era Aidan, que iba con un traje de tres piezas, era de un gris brillante, llevaba el saco sin abotonar y se veía su camisa azul marino. Lo admitía, estaba guapísimo. Su cabello castaño estaba peinado hacia atrás, sin un solo pelo fuera de lugar. Estaba muy serio, y no se había percatado de mi presencia. Ese no era el caso del otro sujeto... En cuanto entro, su mirada recorrió el despacho hasta toparse conmigo, sentada en la alfombra con un frasco de lubricante de madera, pañuelos para limpiar, en monos y con mi único top cubierto de polvillo. Al chocar nuestras miradas, el recuerdo del gigante vino a mi mente. Agaché la mirada por instinto, pero no sin antes haberlo detallado a profundidad. Era más alto que Aidan, pero más delgado. Su piel era bastante clara, cabello n***o y ojos dorados, no eran naturales seguramente, nunca había visto unos ojos así. Él vestía un traje completamente n***o, los únicos toques de color los portaba en sus ojos, sus labios algo gruesos que tenían un toque rosado y un gran reloj que adornaba su mano izquierda. -Cameron, recorrer las instalaciones nos llevará toda la tarde, pienso que debes ir directamente al área afectada por el incendio. En la noche te presentaré a Las Princesas, la administración la llevo yo solo, por lo que si necesitas alguna información extra, vendrás a mi. No sabía que sucedía, o porque aquel hombre no respondía, pero algo me decía que estaban mirándome fijamente. Tomé rápidamente mis instrumentos de limpieza, con la mirada clavada en el suelo, me levanté para salir lo más rápido que pudiera de allí, pero no fue necesario, la voz de Aidan me detuvo. -Mia. Creí que ya habías terminado. Agaché aún más mi cabeza, sin responder. -Retirate, ahora. Juntando todo en mis brazos, me dispuse a salir del lugar, pero al llegar cerca de ellos, una mano larga, blanca y carente de vello, sujeto mi brazo. Aterrada, seguí recorriendo la mirada hasta dar con aquellos extraordinarios ojos dorados. -¿Ella es una Princesa, Aidan? La pregunta era para Aidan, pero no aparto su mirada de la mía en ningún momento. -No. Mía es mi chica de limpieza, y es en quien más confío en todo El Palacio. Aidan hizo mucho énfasis en "mí chica de limpieza", pero al desconocido no le importó. No retiro su mano de mi brazo, al contrario, giro todo su cuerpo hacia mi. Mis ojos se ampliaron, él olía a... No había palabras para describirlo, o bueno, yo no la conocía, pero era embriagante. ¿De esta manera era el aroma de la sustancia blanca que a veces Las Princesas aspiraban por su nariz? Si era así, comprendía porqué lo hacían. -La voy a preparar, Aidan. La quiero para mi, está noche. Me observaba, retandome a hablar, pero eso no era algo que yo hiciera. Era el segundo hombre que tenía así de cerca, no me atrevía a pronunciar palabras, principalmente porque todas habían huido de mi cabeza. -Mia, vete.-gruñó Aidan. Debía correr. Aparte mi brazo, y después de asentir hacia Aidan, me precipité hacia la salida, temblando. El sudor se escurría por mi espalda, en medio de mi columna y entre mis pechos, las sienes estaban perladas de el también. Intentaba calmarme, pero necesitaba dar sentido a las palabras que ese hombre había dicho. ¿Iba a prepararme? Pero, ¿Por qué? Yo no era una Princesa. Esto no podía estar pasando. Aidan no lo iba a permitir, yo era su mascota. Está noche... Oh no, no otra vez. Aún me dolía mi entrepierna, y seguía con moretones. Afanada por llegar a mi dormitorio, tropecé y caí, haciendo un desastre y derramando encima de mi los productos con los que limpiaba. A lo lejos escuchaba las risas, pero no importaba. Me quedaría aquí, por siempre. Postrada en el suelo, rodeada de detergente, jabón y lubricante. Si, eso haría. -Abran espacio, mujeres. No hay nada que ver, repito no hay nada que ver. Las pequeñas manos me tomaron con mucha fuerza por los hombros y me levantaron sin ningún esfuerzo. Era Florencia, sus ojos oscuros, me observaban con reprobación. -Mia, pequeña Mia, vamos.-ordenó, hice ademán de recoger las cosas, pero ella nego-.Yo lo haré, ve a la habitación. Segui sus indicaciones, esquivando a Las Princesas. Abrí la puerta, y cerré rápidamente apoyándome en ella, deslizándome hasta el suelo, enterré mi cabeza en medio de las rodillas, tomando largas respiraciones. Mi vida se resumía en obedecer. Desde niña, hubieron mujeres que se encargaron de enseñarme a hablar, me alimentaron y llegada a cierta edad, comencé los entrenamientos. Nunca tuve problemas en acatar cada orden, jamás cuestione lo que me decían, porque es lo que esperan de mi. Era eficaz. Y si, lo decía en pasado, porque llevaba días distraída, fantaseando con otras posibilidades y cuando por fin parece que seré una Princesa, reaccionó de esta manera. La puerta intento abrirse, pero al estar recostada en ella, era casi imposible. -Mia, deja que entré. Aparte los mechones qué tenía en el rostro, y deje que Florencia entrara. -¿Que pasa contigo? ¿Planeabas quedarte en el suelo? -Si. -Mia, dime qué te sucede, por favor. La observé, y pensar que hace unas horas solo pensaba en la posibilidad de que esta mujer hubiera metido a un gigante aquí, la noche anterior. El recuerdo parecía lejano, muy lejano. -Creo que, me convertiré en una Princesa. -Oh mierda, chica. Pero, creía que el señor Carmichael era la única persona con la que tú tenías permitido estar. Y eso porque es él dueño de todo esto. -El nuevo socio, él le dijo a Aidan que me quería, a mi. Estaba sentada en la cama, pensando en el cambio que se avecina y esperando una respuesta de Florencia, solo que, no llego. La mire, y estaba sonriendo, bufé y busque el diario. Era mejor distraerme. -No se por que te cuento mis cosas, Florencia. -Oh si, porque tú hablas mucho. Solo, creo que te irá bien con este nuevo hombre. Me lance sobre la cama, sujete mi alhomada y la puse en mi rostro mientras gritaba. No ayuda en nada, sigo sintiendome extraña con la idea de compartir con otro hombre, sin mencionar que debía volver a prepararme, y tolerar la invasión a mis partes privadas. Oh no... De pronto, recordé aquella palabra, de la noche anterior. Aparte la almohada y mire a Florencia, que al contemplarme, perdio la sonrisa. -Él también va a violarme, ¿Cierto? Mis ojos se empañaron, se nublaron por las lágrimas. Florencia, se apiadó de mi y se acercó pasando un brazo por encima de mis hombros. -Hey... Tranquila. Eso no sucederá, confía en mí. Y no estés llorando, Las Princesas nunca lloran, ¿Sabías? -No soy una de ellas, Florencia y la verdad es que no deseo ser como ellas. -Oye, me ofendes. Esta era la primera conversación real que mantenía con mi particular compañera de cuarto y me sorprendió lo mucho que me gustó. -Me gusta ser escuchada, normalmente soy yo quien escucha y obedece. -Respecto a eso, está noche eso cambiará. Quiero que hables conmigo todo lo que has vivido, y yo haré lo mismo. La idea me encantó. Sonreí, pensando en la noche que me esperaba, pero hoy no se podría. Está noche sería de él. -Hoy no será, Florencia. Ella estaba por responder, pero el sonido de la puerta abriéndose y revelando al hombre al que debía entregarme le robó esa oportunidad. -Tú-dijo, mirando a mi pasmada compañera-.Sal, ahora. Inteligente como siempre, Florencia se marchó sin presentar ninguna contienda, dejándome a solas con ese hombre, hecha un mar de nervios. -Quiero que te cambies, iremos a dar un paseo. -Si, señor. En solo dos zancadas llegó hacia mi. Sujeto mi barbilla con suavidad, trayendo a mi mente el recuerdo de una suave caricia, una caricia que yo había imaginado, o eso me decía. Levanto mi rostro hacia el suyo y apartando el largo flequillo, me miró directamente a los ojos. -Llamame Cameron, Princesa. -No soy una Princesa.-al instante me arrepentí de lo que había salido de mis labios. Que me poseyó para decir algo como eso, no lo sabía, pero esperaba que abandonará mi cuerpo. ¡¿Cómo rayos me atreví a contradecirlo?!-Perdone, por favor. Sonriendo se sentó junto a mi, y tomo mi mano en la suya, entrelazando nuestros dedos. Eso era algo nuevo, pensé distraídamente; Aidan no me tomaba así de la mano. -Usa algo que te haga sentir cómoda, Mía. Te espero aquí. ¿De acuerdo...? ¿Donde estaba el castigo, o los azotes? Oh... Dijo que daríamos un paseo, seguramente allí estaría mi castigo, si, eso era. Con lentitud me aparte de su lado, castigada o no, no estaba presentable y era mejor cambiarme de ropa, una ropa para dar un paseo. Mi mente nublada por su interrupción, no había procesado de manera correcta sus palabras. Iba a salir, al exterior... Las palmas de mis manos comenzaron a sudar, y mi visión se volvió negra con puntitos brillantes. Logré alcanzar la perilla de la puerta del baño, pero no fue suficiente apoyo, mis rodillas cedieron al peso enorme que representaba para mí todo mi cuerpo. Sus brazos me sujetaron antes de caer al suelo, escuchaba su voz de manera ahogada, los puntito que veía en la oscuridad fueron desapareciendo poco a poco, hasta que abrí los ojos y me tope con su cuerpo pegado al mio. Me aleje de su toque, confundida. -No se me permite salir. Las mascotas deben estar dentro, es lo que manda el señor Carmichael. -Mia... Las cosas están por cambiar. Sé que, una vez que te explique todo, cambiarás de opinión y estarás muy contenta. Todo para ti, va a cambiar, solo dame tu mano. Salgamos de aquí. En mi mundo los cambios eran rechazados.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD