-No estás preparada para el mundo exterior, Mía. Crees que, al salir de El Palacio, serás libre, pero allá afuera, somos oprimidas también. Nos juzgan por cada movimiento que hacemos, por nuestro cuerpo y más. Los hombres de afuera, a veces son peores que los que frecuentan este lugar infernal. Aquí sabes a qué atenerte, pero los hombres del exterior fingen para conseguirte.
-¿El señor Kane, es ese tipo de hombres?
-No, pero tú estás demasiado vulnerable. Eres más peligrosa de lo que imaginas.
Lo admito, no esperaba está reacción de Florencia. Nada más había dado dos paso para entrar en la habitación, cuando ella comenzó el sermón.
-¿Por qué soy peligrosa?-cuestione, pues ella parecía más aterradora que yo.
-Eres una mente en blanco, que solo sabe obedecer y asesinar. ¿Cómo es que no nos has delatado y confiaste en nosotros? Es algo que aún me preguntó.
Pensé en Cameron. Él no mentía, él quería sacarme de este lugar lo sabía, podía decifrar engaños a distancia y él era sincero.
-Sé que no me mienten, por eso es que decidí ayudarlos.
Florencia me miraba, no muy convencida por mi explicación. Comenzó a cambiarse, mientras sujetaba su largo cabello en un moño alto. Finalmente, volvió a hablar.
-¿Por qué nunca buscaste la forma de escapar?
Eso era fácil.
-No tenía razón para hacerlo. No conocía, bueno, no conozco nada más allá de El Palacio. Para que querría salir de aquí, si no había nadie allá afuera esperando por mi, nunca he conocido la realidad de lo que hago, hasta ahora que los conozco a ustedes. Además, no sé si afuera estaré en mejores condiciones que aquí.
-Pero, ¿Cómo preguntas algo así? Claro que vas a estar bien, estarás con tu familia que te ha buscado todo este tiempo.
Me senté en la cama, retire los zapatos y me agaché para buscar alguna camiseta que fuera cómoda, deseaba dormir. Ni siquiera tenía ánimos de ducharme, el cansancio era demasiado para mí. Sobre todo el cansancio de mi mente, que de pronto parecía ser más grande de los que mi cuerpo podía tolerar.
-Mia, ¿Por qué me ignoras? ¿Que pasa contigo chica? Deberías de interesarte por tus padres o lo que sea, es algo que, sin duda yo haría.
-Yo no soy tu, Florencia.
Me desnude, mis movimientos eran bruscos y torpes, solo quería enterrarme bajo la almohada y morir. Vaya... Si que anhelaba la muerte.
-Mia.
La ignore, me acosté al igual que la noche anterior dándole la espalda, sorprendida de que, solo hubiera transcurrido un día. Se sentía como si, hubiera sido mucho más.
-Estas loca, realmente loca, Mía.
Siempre quise saber dónde se ocultaba el agua que salía a través de la regadera. Era algo curioso para mí, pues, de pronto solo accionabas una pequeña palanca y aparecía el torrente de agua. Quizás eso fue lo que me sucedio en ese momento, quizás todo lo que ocultaba, se accionó de pronto.
-Si, Florencia, soy una maldita loca. Pero, ¿Sabes que? No soy así por gusto, o porque quise serlo. Soy lo que un hombre decidió que yo sería. Una mercenaria, una chica de servicio, su mascota. ¿Dónde estaban mis padres? ¿Cómo termine en sus manos? Toda una vida de mierda, existiendo al gusto de alguien más. ¿Quieres saber una cosa? En cuanto ponga un pie, fuera de este maldito lugar, no quiero saber nada de nadie. Pienso huir lejos de todos, porque ninguno de ellos me dirá quién soy. No más.
Me había sentado en la cama, con el corazón a todo dar, mientras sudaba y mis ojos lloraban. Con la punta de los dedos, retire las pequeñas gotas que no dejaban de brotar de mi. Hacia tanto que no lloraba... Llegué a creer que, estaba seca por dentro. En aquellas ocasiones no entendía el porque lo hacía y en este momento tampoco, supongo que, el cansancio hace cosas extrañas en mi.
Florencia no respondió más, quedó sin palabras en su cama, con una expresión ausente, me hizo recordar a las esculturas a las afueras del Palacio. Hablar todo aquello, despertó en mi una furia incontenible. Si ella quería que hiciera preguntas, pues las haría.
-¿Donde estoy?
Pero que preguntas más tonta, si yo no conozco el mundo, ¿Que me interesa saber dónde estoy?
-Budapest.-respondio en un murmullo.
Bien... Eso, Buda... Lo que fuera.
-¿Cuánto tiempo llevo lejos, de ellos?-esperaba que entendiera a quienes me refería. Aunque, ella me había preguntado cuánto tiempo llevaba aquí, quizás fue una prueba.
-Te llevaron a los dos años. Actualmente, tienes veintidós.-susurro.
-Ayer me preguntaste justamente esto. ¿Por qué?
-Era necesario saber que tanto te había ocultado Aidan Carmichael, entiende eso Mía.
-¡Todo! ¡Me oculto todo!
A la mierda el cansancio, tenía que darme una ducha.
Me levanté furiosa y sin molestarme en quitarme el camisón o la ropa interior abrí la ducha y me metí bajo la cascada de agua, postrando mi culo en el suelo de azulejos. Está cascada era pequeña, en comparación a la que aparecia en mi diccionario, pero era mía. El agua fría lastimaba mi piel, pero no me importaba. El dolor era mi constante compañía, desde que recordaba.
-¡¿Que haces loca?! ¡Mía, vas a enfermarte, j***r!
Tonta, susurro la voz de mi cabeza, olvidaste cerrar la puerta. No quería seguir está pelea, Florencia para bien o para mal, era mi oportunidad de salir de aquí. Sin ella y Cameron, solo quedaban los días repetitivos que había vivido hasta ahora. No es algo que iba a tolerar. Pensé en la charla que me dió Florencia al entrar a la habitación, me puse de pie y eche mi corto cabello hacia atrás, apartando los mechones mojados de mi frente. Lo bueno de estar así de mojada, era que no podía distinguir mis lágrimas.
Pase por su lado, estilando agua y congelada de adentro, hacia afuera.
-Ellos no nos van a oprimir.-susurre junto a su oído, y salí.
***
A diario despertaba muy temprano, antes de que Las Princesas lo hicieran, incluso antes que las chicas de limpieza, hoy no había sido la excepción. Desperté mucho más temprano que siempre, y baje al gran salón.
Había estado pocas veces en este lugar y siempre había sido de día, por como lucía, imaginaba que, sería impresionante en las noches. Más amplio que cualquier otro espacio en El Palacio, era ocupado por cientos de mesas que a diario cambian el color de su decoración, cuatro sillas en cada una. Habían grandes lámparas adornadas con muchas piedras brillantes y cadenas, las paredes en tonos claros y las cortinas en tonos oscuros, siempre estaban cerradas. Seguramente en las noches, permitían abrirlas, al estar en el segundo piso, ofrecía alguna buena vista.
Lo más atrayente de todo, era el gran escenario. Un telón impresionante y enorme verde esmeralda, escondía tras sí los instrumentos de música y a quien se presentaría. El telón dividía el escenario, y me presentaba en este momento el mejor lugar para esconderme y leer.
Luego de todo lo que sucedió anoche, no quería hablar con Florencia o con Cameron. A ellos los podía evitar, e iba a utilizar eso a mí favor. Sin embargo, no podía huir de Aidan. ¿Por qué Cameron no lo mataba? ¿Que iba a hacer con su cabello?
Desde que me había escondido, busque las palabras "cabello" y "algodón" , pero no aparecía nada que yo no conociera. Así que, cansada de perder el tiempo y de las letras tan pequeñas del diccionario, distraje mi mente con el misterioso cuaderno.
"Si quieres la paz, prepárate para la guerra".
-¿Esto que significa?-me pregunté, en voz alta. No decía a quien le pertenecía aquella frase, estaba escrita de manera irregular y me costó leerla.
-Asi que, tú te quedaste con mi libreta.
Di un grito ahogado, levanté la cabeza con torpeza y choque contra la parte de abajo del piano del cola. ¿Cómo coños me consiguió? ¡Estaba bajo el maldito piano! Cómo si mi pobre cabeza no hubiera sido torturada lo suficiente, ahora me venía a golpear.
-Tenia que monitorear a Florencia, vine disfrazado y me metí a su habitación. Nunca pensé que, allí fue donde la dejé.
-Veo que, eso de meterse a escondidas en la habitación donde Florencia esté es un hábito suyo.
Me arrastre hacia afuera de mi escondide, para enfrentar a Cameron. Estaba... Bueno... Él estaba impresionante. Hoy vestía un pantalón de jeans, una camiseta muy ajustada blanca y chaqueta de cuero. En el cuello de su camiseta tenía unos lentes oscuros. Llevaba el cabello alborotado, como si estuviera recién salido de la ducha y no se había afeitado, la barba oscura lo hacía ver mucho mayor.
Me sentía molesta e incómoda a su alrededor, no imaginé que había sido él quien había escrito todo lo que yo había leído con tanta ilusión.
Si, sigue diciéndote eso, se burlo la voz. Te molesta que él busque a Florencia, susurro con malicia.
Esto estaba buenísimo, como si no tuviese ya a muchos que se burlasen de mi, debía soportar a la extraña voz de mi interior. Irritada, estampe el cuaderno en su pecho y me aleje de él.
-Eres la única mujer que he buscado por cielo y tierra, e irónicamente eres la única mujer que huye de mi.
-Alejese de mi, entonces. Y por lo que dice, a Florencia la busca también.
-Estas celosa.
Sonreía, lo escuchaba en su voz. Me detuve, no quería verlo frente a frente porque este hombre con su mundo y su extraña forma de ser, alteraba mi vida, pero una parte de mi solo quería verlo sonreír. Regrese hacia donde él estaba, le hice frente. Bueno, no exactamente frente pues era mucho más alto que yo, tan solo llegaba a su pecho. Estaba segura de que, esas botas de motero tienen tacón.
-¿Celosa?-pregunté.-No sé que significa tal palabra, pues no está en mi vocabulario. Aún así, sé que no lo estoy.
Me parecía increíble que un hombre pudiera lucir tan... Adorable. Me devolvió el cuaderno, que acepte de mala gana, mientras él seguía con su sonrisita. Él de manera lenta y confiada, introdujo las manos en sus bolsillos y me miró. Sus ojos se veían verdes... Eran únicos.
-¿Cómo estás, Mía?
-Estoy aquí, de pie frente a usted. No celosa, eso seguro.
-Hablo de todo lo que sucedió ayer. Las revelaciónes, lo que hiciste... ¿Cómo te sientes respecto a eso?
Estaba aún dolorida, por la noche que pase con Aidan y cansada por haber despertado temprano. Nada de eso tenía que ver con todo lo que me había dicho, la verdad es que, no he pensado en eso. No suelo pensar en nada, solo vivo a diario, pues pensar solo me llevaba a estar distraída y no quería estarlo. No más.
Necesitaba vivir con todo de mi, esto que me estaba sucediendo.
Parte de mi creía que, todo esto era una mentira o un sueño y que, en cualquier momento despertaría.
-No quiero pensar mucho en todo eso, solo quiero ver qué sucede.
-Entiendo. Bueno, debo irme. Ayer envié las muestras que conseguiste para mí con uno de mis hombres, pero es mejor que me asegure que todo está bien. Recuerda actuar con normalidad, luego de que me entreguen los resultados, prometo aclararlo todo y sacarte de aquí.
La idea me asustaba.
Hacia lo correcto, algo me lo decía, muy en mi interior sabía que este era el camino que debía recorrer. Así que, me era difícil comprender el porqué de mi temor. Las emociones eran nuevas para mí y ahora, parecía que a cada minuto había una emoción diferente apoderada de mi cuerpo, por primera vez, desde que Florencia me habló de la libertad, sentía miedo de ella.
Miedo a lo desconocido.
-Aidan confía en ti, Mía. Sin embargo, me entregaste tu lealtad a mi, anoche. A un desconocido.
¿Cómo explicarle algo que, ni yo misma comprendía?
-Supongo que, fue por las preguntas.
El rostro de Cameron se contrajo en interrogación, yo continúe, intentaba hacerle entender.
-Él me enseñó como detectar mentiras a la perfección. Cuando le hacía preguntas referentes a mi vida, o a cosas que se les permitían a las demás y a mí no, él solo me golpeaba o las evadía. Las pocas veces que me dió una respuesta, eran tan confusas, que solo me hacía preguntarme más cosas.
-Lo importante es no dejar de hacerse preguntas... Eso lo dijo Albert Einstein.
Pues el señor Einstein estaría orgullo de mi, aparte de limpiar, era para lo único que servía. Retomé nuestra conversación, pues era mejor que tuviera las cosas claras desde ahora.
-Usted, desde un inicio me dijo la verdad. No he distinguido ninguna mentira en su rostro y solo espero que no me oculte nada. Si llego a percibir algún rastro de duda o que me oculta lo que sea, lo voy a asesinar.
-¿Me amenazas?
Debía buscar esa palabra.
-Le digo lo que haré.
Sujete la libreta contra mi cuerpo y me fui de allí. Está vez él no me detuvo, yo solo quería pensar que, él no me ocultaria nada, pero siempre estaba la posibilidad de equivocarme.
Si fallaba, si confiar en él es un error, acabaría con mi vida.
Iba corriendo por las escaleras, el pensamiento claro en mi mente. No podía ser oprimida nuevamente, no lo iba a permitir y antes de caer en manos de Aidan que me despedazaria lentamente y prolongaría mi agonía, elegía hacerlo yo misma. Después de todo, ¿Que significa morir?
Esta "vida", si es que así se le podía llamar solo era un sueño de infierno. Mi despertar sería la muerte.
Bueno, ya tenía un plan, y para estar segura de que no era una aventura s*****a, debía saber algo. Ya que Cameron se había marchado, la única opción que me quedaba era Florencia.
Ella estaba dormida, tenía la boca abierta y un hilo de baba se deslizaba por su mejilla. Con su cabellera revuelta y la camiseta de tirantes que se había movido de su sitio original, dejando sus senos al descubierto. No sabía cómo dormía está chica, pues siempre terminaba con las extremidades extendidas y casi al borde de la cama.
-Florencia...-llame a baja voz, pues no deseaba sobresaltarla.-Florencia, debo preguntarte algo importante.
No despertaba. Toque su hombro y la moví con suavidad. Fue cuando despertó gritando y lanzando manotazos a todas partes uno de ellos alcanzo mi boca, enviando mi cuerpo hacia atrás, chocando así de espaldas contra mi cama.
-¡j***r, Mía! ¿Cómo demonios me despiertas así?
Maldición. Saboree la sangre, mientras le lance unos cuantos manotazos en la cabeza.
-¡Lo hice con suavidad! Te ahogas en tu propia saliva, te llamo con suavidad y nada. Ah, pero en cuanto te pongo un dedo encima, ¡Me golpeas!
Tenía los ojos entrecerrados, como si hubiera mucha luz en la habitación, cuando era tenue la iluminación. Limpio el rastro de saliva, recogió su cabello y me sonrió.
-¿Que quieres, dulce Mía?
-¿Al morir, a dónde vamos?
Me miró como si me hubiese salido otro ojo. Tomo mi cabeza en sus manos, busco entre los cortos mechones rubios mi cuero cabelludo, inspeccióno mis ojos, hasta que dándose por satisfecha me soltó, suspirando.
-¿Crees que estoy muerta, Mía?
Dormía como un muerto, eso seguro.
-No, no lo estás.
-Entonces, ¿Cómo sabré a dónde van los muertos, si aún no me muero?
Oh... Esa era una excelente respuesta, pero complicaba mis planes. Tendría que esperar por Cameron, él quizás sabía. Igual, había otra pregunta que rondaba mi mente.
-¿Que puedo hacer con cabello y algodón?
-Mia, no me pagan lo suficiente para hacer todo esto. ¿Cameron está aquí? Mierda, quiero comer y teñir este cabello.
-Llevo el algodón y el cabello a examinar.
Sus ojos se abrieron mucho, alarmados.
-No repitas eso delante de más nadie, ¿Entendido?
Mi confusión solo crecía.
-Bien, como sea.
El culo me dolía por estar sentada en el piso, me moví y metí en el compartimiento bajo mi cama el cuaderno de Cameron, allí también ocultaba el diccionario. Debía repasarlo más tarde, pensé. De pie frente a la ventana, observaba como el azul del cielo comenzaba a tomar intensidad, habían muchas nubes que adoraban su resplandor.
La puerta se abrió de golpe, gire por el estruendo que se creo al chocar la madera contra la pared.
Aidan Carmichael estaba allí, solo con el pantalón del traje. Nada más.
Temblé. Agaché mi cabeza, maldiciendo por mi reacción involuntaria. ¿Alguna vez se iría aquel hábito?
-A mi habitación, Mía. Ahora.
Lo seguí, a ritmo de carrera hacia el piso superior.
¿Se habría dado cuenta? Oh mierda, ¿Y si noto que estaba calvo en la parte de atrás?
Observé su ancha espalda desnuda, fijandome en su cabellera castaña, pero no notaba ninguna diferencia. Esperaba que él tampoco lo hiciera.
En cuanto nos quedamos a solas, se volteó hacia mi estrellando mi cuerpo contra la puerta, mientras besaba mi cuello con violencia y tiraba de mi cabello tan fuerte que creí que le quedaría en las manos.
-Anoche... Fue ... Increíble.
Salvada, mi cuerpo se relajo.
Apartándome de su cuerpo, se quitó los pantalones. Mierda, mi cuerpo se llenó de tensión tan rápidamente como se había relajado.
-Quita esa cara, te traje por otro motivo. Sígueme.
A este paso, mi corazón terminaría por detenerse. Lo seguí hacia una puerta oculta que se encontraba en uno de los laterales de su habitación. La realidad es que, era más que una habitación, aquí había otro despacho, una especie de sala, un gran balcón y otras áreas a las que no tenía acceso. Aidan me guío hacia un gran sofá de cuero oscuro, dónde me ordeno tomar asiento y me entrego una carpeta con fotografías.
Sabía lo que significaba.
-Esta noche, en la habitación de La Princesa Sophie.
-Si, señor.
Asintiendo, me indico que podía retirarme. Baje mi cabeza, camine con lentitud hasta salir de su habitación. Una vez fuera de allí, eche a correr a toda prisa, tropecé por los escalones, rogando porque Florencia siguiera en la habitación. Al llegar a nuestro piso, La Princesa Adela estaba en medio del pasillo. Parecía estar esperando por alguien, en cuanto pase por su lado, supe que, me esperaba a mi.
-Pequeña hija de puta, ¿eres tan avariciosa?
Clavó sus largas uñas en mi brazo reteniendome a su lado. Estaba como enloquecida, a pesar de tener piel aceitunada, su semblante era pálido, casi ceniciento.
-Respondeme, zorra. ¿Planeas quedarte con cada presa grande?
No se me permitía atacar a ninguna Princesa. Solo debíamos protegerlas, por eso nunca hacía nada, pero eso fue antes.
Antes de Florencia.
Antes de leer cada cita que carecía de sentido.
Antes de vivir.
Antes de Cameron.
La Princesa Adela estrelló la palma de su mano contra mi mejilla, dejándola caliente.
-Cameron es mío, que te quede claro, Mía.
Sentí ganas de vomitar. Esta mujer no me soltaba, y yo estaba perdiendo el control.
-No vas a decir nada, ¿Verdad? Claro. No sé que clase de respuesta podría esperar de un ser tan inferior como tú. Ya veo porque Aidan te tiene encerrada, fenómeno ignorante.
¿Dejaras que te hable así? Grito la voz en mi mente.
Ellos no nos van a oprimir... Siguió diciendo.
Tenía razón. Ella no podía oprimirme, no más.
Una de las principales razones por las cuales llevaba el cabello corto, se debe a qué Aidan creía que, alguna escoria podría atacarme sujetandose en mi cabello largo. Adela llevaba una larga coleta que enrollé en mi brazo y jale de ella con toda la fuerza que poseía hasta lograr que su cabeza se inclinara, provocando un choque contra mi puño cerrado. Mis dedos dolieron y latieron, debí darle en la nariz. Ella calló al suelo, pero aún así seguía sujetandose a mi brazo. Me subí encima de ella, y comencé a golpearla mientras ella trataba de sujetarse a mi cabello.
-¡Golpeame otra vez! ¡Venga, golpeame!-le grité, estaba fuera de mi.
Sus chillidos hicieron que las demás salieran, intentaban apartarme de ella, pero me aferre a sus cabellos y no pensaba soltarla nunca.
-¡Está poseída, j***r! ¡Que suelte mi cabello!
Iba a matarla. Todo el que buscaba acercarse, terminaba siendo pateado por mi. Ni siquiera sabía cómo había terminado de pie, pero lo estaba.
-¡Florencia, por amor a Dios, trata de separarla de Adela, mierda!
¿Ese era Cameron? No importaba.
Hasta que unos brazos se cruzaron en mi estómago tirando con tanta fuerza hacia atrás, que suspendieron mi cuerpo del suelo, pero una de mis manos seguía aferrada a el cabello azulado de Adela. De pronto me ví encima de un hombro masculino, que se apartaba de la congregación femenina a nuestro al rededor. Adela iba corriendo tras de nosotros, pero no por qué me buscará, sino porque no quería quedar calva.
-¡Suéltame de una vez, enferma!
-¡Eres una puta!-grite con todas mis fuerzas, soltandola. Tenia grandes mechones negros entre mis dedos.-¡PUTA!
No sabía a dónde me llevaba Cameron, solo sentí que, podía hacer lo que yo quisiera. Por una vez, no seguí las órdenes de nadie, solo hice algo que yo quería hacer y era golpear a esa desgraciada. Vaya... Las groserías estaban subestimadas, se sentían muy bien decirlas.
Estalle en risas.
Cameron me bajo de su hombro, y comenzó a sacudirme como si yo estuviera dormida. Quizás lo estaba, todo esto parecía un sueño.
-¡¿Que es lo que pasa contigo?! ¿Te has vuelto loca?
-Si, lo estoy.-respondi entre risas-. La voz... La voz me dijo que no debía ser oprimida, y esa puta me estaba oprimiendo.
-Has aprendido muchas palabras nuevas, ¿No?
Sin duda. Me gustaba, me hacía sentir menos ignorante. Recordé que, de hecho eso fue lo que me hizo estallar de esa forma, deje de sonreír. El nudo en mi garganta se volvió más grueso.
-No quiero ser más una ignorante, Cameron. Estoy cansada de no saber nada, eso me está consumiendo.
Él apartó los cabellos rubios que se habían desordenado a causa de la pelea, acaricio mis mejillas y pasó su pulgar por mi labio.
-¿Siempre llevas alguna herida en tu cuerpo?
-Estoy rota. Lo que ves afuera, no se compara con lo que no has visto.
Cuando él me miraba, todo parecía ir más despacio. Llevaba en mi vida, menos tiempo que Florencia, pero él, su forma de ser o de existir cuando estaba cerca de mi, como si yo fuera de cristal. No tenía caso que actuará de esa forma, cuando yo ya estaba rota.
-Eres muy inteligente. Aprendes muy rápido y al salir de aquí, sé que vas a estudiar y serás una mujer asombrosa, más de lo que ya eres.
No sabía cómo responder a eso. Él era muy suave, no sabía cómo tratar con esa suavidad.
-Una persona no debe solucionar las cosas así, Mía. No estuvo bien lo que hiciste.
-Lo se, se que no estuvo bien, pero no me arrepiento. Esto es lo que soy, no puedo dejar de ser quien soy, Cameron.
-¿Y cuando estés allá afuera, que? ¿Vas a golpear a cada persona que te insulte?
-Pero, ¿Que esperas que haga? ¡Quiero salir de aquí, para que esto no siga sucediendo!
-El mundo va a golpearte, Mía. Estés donde estés, simplemente es así.