Lucas No siempre podemos controlar lo que sentimos. Y esa es una maldita realidad que me está partiendo por dentro. Melissa se fue, se fue a Denver con su hermano y Olivia, buscando espacio, aire, paz. Y yo… yo me quedé aquí, en este pueblo que parece más grande ahora que ella no está, en esta casa que se siente más vacía, aunque esté llena de ruido. Han pasado 2 días desde que la vi en la plaza, dos días desde que nuestras voces volvieron a subir de tono, desde que sus ojos se llenaron de lágrimas que esta vez no pude detener, y desde que me dejó claro que necesitaba irse para no romperse más. Y, aun así, cada vez que cierro los ojos, la veo. A veces la escucho reír, o siento sus manos en mi espalda, su perfume en el aire, la forma en que me decía “Lucas” cuando estaba cansada de

