Capitulo 2

2349 Words
Lucas Tres días. No son muchos, pero cuando se trata de alguien que se ha vuelto parte de tu vida, de tus rutinas, de tus silencios y hasta de tus enojos… tres días se sienten como un invierno sin abrigo. Han pasado solo tres malditos días desde que Melissa se alejó, y yo sigo despertando con el impulso de escribirle, de pasar por su casa, de preguntarle si también se siente igual de rota, pero no lo hago, porque fui yo quien la dejó ir… o, mejor dicho, fui yo quien no supo retenerla. Esta mañana el aire era pesado, igual que mis pensamientos, mamá decidió que hoy visitaríamos un par de propiedades para la nueva sede de la empresa, aunque aún trabajamos desde casa, la reapertura exige un espacio físico, yo debería estar emocionado, motivado, pero en cambio, voy con el piloto automático activado. Alessia llegó temprano como siempre, puntual, organizada y amable, es buena en lo que hace, y agradezco tenerla aquí, no sé cómo habría manejado todo esto solo, con la cabeza hecha un nudo y el corazón en otra parte. —¿Ya desayunaste? —me preguntó esta mañana mientras acomodaba carpetas en la mesa del comedor que mamá transformó en oficina. —No. No tengo hambre —respondí sin mirarla. Ella soltó un suspiro, no de molestia, más bien como si quisiera encontrar la manera correcta de acercarse sin invadir. —Sé que no quieres hablar del tema, Lucas… pero ¿quieres al menos que te escuche? — menciono con cautela y yo suspire. Levanté la vista, tenía los ojos suaves, sin juicio, sin compasión, solo esa honestidad que a veces duele más que cualquier crítica. —Gracias, Alessia, pero estoy bien —mentí. —Está bien… solo, no te encierres, ¿sí? A veces no necesitas respuestas, solo a alguien que escuche, no soy Melissa, lo sé, pero sí soy tu amiga — No supe qué decir, asentí apenas y en el fondo lo agradecí. Ese mismo día durante el medio día fuimos a ver dos propiedades a la ciudad, ninguna terminó de convencernos la primera tenía buen espacio, pero estaba demasiado retirada del centro del centro de la ciudad, la segunda era más funcional, pero necesitaba muchas reparaciones. Mi madre quería que revisáramos una tercera al día siguiente, a mí, sinceramente, todo me daba igual. Después de la hora de comida, volvimos a casa, mientras Alessia enviaba un par de correos, mamá se acercó con una taza de café y me la extendió. —Lu, tienes que comer —dijo con preocupación —Gracias, mamá —bebí un sorbo, tibio, dulce, como los recuerdos de Melissa en mi cocina cuando venía a casa. —No estoy diciendo que corras detrás de ella… —empezó mi madre— Pero tampoco puedes seguir así, como si no sintieras nada— me recordó y yo suspire —No es que no sienta, mamá, sino todo lo contrario, es que siento demasiado y no sé qué hacer con eso —respondí con la voz baja. Ella se sentó frente a mí, apoyando una mano sobre la mía. —Entonces empieza por aceptar lo que sientes, no puedes resolverlo todo de golpe, si de verdad la amas, haz algo y si no... entonces déjala libre por completo, pero no la tengas en pausa, ni te castigues de esta forma, muchas veces es mejor esto que seguir lastimándose— sabía que tenía razón por lo que solo asentí, sin poder decir nada más. Tenía un nudo en la garganta desde que la vi hace dos días en la calle, al lado de Paulina, tan hermosa como siempre, con esa tristeza detrás de la sonrisa que solo yo podía reconocer. A la tarde, Alessia y yo salimos al patio trasero para repasar unos presupuestos, la brisa era cálida, pero el ambiente se sentía tenso. —¿Sabes? —me dijo de pronto mientras repasaba una hoja— A veces pienso que hay personas que están hechas para encontrarse, pero no necesariamente para quedarse— La miré, y supe que hablaba de mí y Melissa, a menos de que ella tenga un secreto que no me ha contado. —Tal vez… pero yo quiero quedarme, solo que no sé si ella me dejará hacerlo — admití y ella sonrió —¿La amas, Lucas? — me miro con curiosidad y yo cerré los ojos, no me lo preguntaba para juzgarme, solo para ayudarme a entenderme y eso me hacía sentir peor. —Sí. Sí la amo, no sé cómo demostrarlo, o quizá no lo hice bien, pero lo que siento por ella… no desaparece — Ella sonrió apenas con mis palabras, era como si se sintiera mal por lo que había dicho. —Entonces lucha por ella, pero sin presionarla, a veces el amor también necesita espacio para respirar y encontrarse de nuevo — tomo sus cosas y entro a la casa para despedirse de mis padres Me quede en ese lugar hasta que llego la noche, como era costumbre mi madre organizó una cena informal con amigos cercanos, era una tradición, ahora tocaba reunirnos en nuestro rancho, el problema era que entre esos amigos estaban los padres de Melissa, lo vi como una oportunidad para hablar con ella, pero ella no asistió y su ausencia se sintió más fuerte que cualquier presencia. Cada conversación, cada anécdota, cada gesto, me llevaba a pensar en ella, en cómo reía con mis padres, en cómo nos peleábamos por el control remoto en casa, en la manera en que se enojaba, cruzaba los brazos y fruncía el ceño. Esa Melissa… mi Melissa. Después de la cena, subí a mi cuarto sin hablar con nadie, me tiré en la cama, la mente saturada, revisé mi celular, la última conversación que tuvimos seguía allí, intacta. El “Te amo, Lu” aún me dolía como un puñal. Quizá este espacio era necesario, quizá nos estábamos asfixiando, intentando sostener algo que no habíamos aprendido a construir con madurez, pero eso no significaba que la había perdido, a veces, alejarse es la única manera de entender qué tan profundo es el amor. Melissa no me debía nada, ni respuestas, ni promesas, pero yo sí me debía a mí mismo pelear por lo que sentía… aunque eso significara esperar en silencio a que ella encontrara también sus respuestas. Cerré los ojos, repitiendo mentalmente algo que ella me dijo esa noche junto al río: “Tal vez no es nuestra vida.” Pero yo creía que, si lo era, solo que no era nuestro momento e iba a esperarla, no como quien se queda inmóvil, sino como quien crece, se vuelve mejor, madura, por ella, por mí, por nosotros. Aunque doliera, aunque tardara. Porque a veces amar también significa tener el valor de soltar… sin dejar de sentir. Al día siguiente tuve que ir al pueblo, tenía que acompañar a Alessia a recoger unos insumos para la empresa, había habido un error en la paquetería y dejaron las cosas en la pequeña sucursal que había en el pueblo, pero teníamos que pasar a recogerlos nosotros. Pero a medida que caminaba por el lugar, él pueblo parecía más pequeño desde que Melissa y yo nos alejamos, como si cada calle, cada esquina, cada rincón hablara de ella, de nosotros. —¿Estás seguro de que estás bien viniendo conmigo? —me preguntó Alessia mientras caminábamos hacia la sucursal. —Sí, no es como si pudiéramos evitar cruzarnos todo el tiempo —respondí, aunque mi tono decía lo contrario. Caminamos hacia la glorieta central, el sol caía directo sobre los bancos de piedra. El bullicio habitual de los niños corriendo, las risas de fondo, los vendedores ambulantes, todo parecía normal… menos yo. Y entonces la vi. Melissa, estaba frente a una cafetería, con una bolsa de pan en las manos, saludando a la señora Carmen como solía hacer, su cabello recogido, su vestido sencillo, sonreía… pero sus ojos no, no como solía hacerlo antes. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente y crucé la plaza directo hacia ella, ignorando el hecho de que Alessia me seguía de cerca. —Melissa…—llamé y ella se giró al escucharme, aunque su sonrisa se borró al instante. —Hola, Lucas —respondió con voz tensa. —¿Podemos hablar? —pedí con suavidad. Sus ojos se desviaron hacia Alessia, que se quedó unos pasos atrás, incómoda. —¿Ahora quieres hablar? ¿En serio? —preguntó, bajando la bolsa de pan— ¿Justo ahora que vienes acompañado? — suspiró frustrada —No estoy “acompañado”, Mel, solo vine a recoger unas cosas de la paquetería, estamos trabajando, eso es todo —aclaré, con más firmeza de la que pretendía. —Claro, siempre es solo trabajo, ¿no? —respondió, entrecerrando los ojos— ¿Sabes qué es lo peor? Que quiero creerte, Lucas, quiero pensar que estás aquí por casualidad, que viniste por otra cosa… pero no puedo, porque en cuanto te vi, mi estómago se revolvió, mi mente se disparó y mi corazón… mi corazón se volvió a romper— sus ojos se llenaron de lagrimas y el nudo en mi garganta creció, no quería seguir lastimándola. —No vine a hacerte daño, Melissa, solo… solo quiero hablar, saber cómo estás — mencione con calma y ella suspiro —¿Saber cómo estoy? —se río sin humor— ¿Y tú cómo crees que estoy? ¿Tú crees que tres días bastan para que se me pase todo esto? — su tono de voz cambio, ahora no estaba molesta, estaba dolida. —No, por eso precisamente quiero hablarlo contigo, yo también estoy mal, Mel, no es fácil para mí tampoco— mencione y ella negó. —¿Y tú qué sabes de difícil? Tú estás con tus padres, con Alessia, con todo el mundo apoyándote, mientras que a mí me toca fingir que estoy bien mientras en casa celebran que Ethan y Olivia esperan un bebé, mientras Paulina y Dilan preparan su boda… y yo, mientras tanto, estoy tratando de reconstruirme sola, porque no quiero que sientan lastima por mí, porque no quiero que sepan lo rota que me ha dejado esto— menciono dejándome sin palabras. No porque no supiera qué decir, sino porque cada palabra que ella soltaba era un golpe directo al pecho. —No quiero que estés sola, Mel, lo sabes, pero también dijiste que necesitábamos espacio, que no podíamos seguir lastimándonos— le recordé haciéndole ver qué fue lo que ella quería, no lo que yo había querido. —¡Y lo seguimos haciendo igual! —gritó, bajando la voz de inmediato al notar las miradas— ¿Por qué viniste, Lucas? ¿Por qué no simplemente me dejaste en paz? — pregunto agitada —Porque te amo, porque no puedo no buscarte —dije sin pensarlo, sintiendo que todo el mundo desaparecía a mi alrededor— Porque, aunque no sepamos cómo seguir, yo no puedo hacer como si tú no existieras — Sus ojos se llenaron de lágrimas. —Entonces hazlo bien, Lu. O me amas y peleas por mí sin confundirme… o me dejas ir de una maldita vez, pero no me busques con ella detrás, no vengas a esta plaza con tu supuesta amiga, no me digas que quieres hablar cuando cada paso tuyo sigue doliendo — Sentí cómo Alessia se tensaba a mi espalda. Sabía que todo esto era incómodo para ella, pero no me importaba, solo podía mirarla a ella, a Melissa, deseando que sus palabras fueran menos duras. —No vine con ella por ti, lo juro, no tenía idea de que estarías aquí— asegure —Ese es el punto, Lucas, ya no deberíamos encontrarnos, ya no somos eso que fuimos, y fingir que sí solo va a seguir rompiéndonos, porque antes te elegí a ti sin dudarlo, pero ahora me estoy eligiendo a mí, quiero mi paz, encontrarme a mí misma y después veremos qué pasa entre nosotros — menciono y me quede en silencio, sin palabras, sin saber que decir. —Melissa, creo que podríamos hablar tú y yo...— menciono Alessia, pero Melissa la miro y después la ignoro para centrar su atención solo en mí. —Me voy a Denver mañana, se adelantó la presentación de la propuesta, pero es lo mejor, necesito distraerme, estar lejos… recomponerme —dijo, bajando la mirada. —¿Vas a irte así? —susurré. —No es una huida, Lu, es un respiro, el que tú también necesitas, no podemos seguir viéndonos en cada esquina, haciéndonos daño con cada palabra, te amo, pero seguir así solo nos seguirá haciendo daño, no quiero llegar a ese punto sin retorno contigo, porque, aunque lo niegue te sigo amando y lo único que quiero es tiempo para encontrarme a mi misma, para hacer las cosas bien— menciono y yo asentí mientras intentaba no quebrarme frente a los demás. —Te amo Mel— sus ojos fueron a los míos y la desilusión se hizo presente en su mirada, no me creía — Sabes que no voy a renunciar a ti, no importa cuánto tiempo pase— sentencie y ella suspiro —Cuídate, Lucas — con esas palabras simplemente se alejó de mí y se dio la vuelta antes de que pudiera decir algo más. Y yo la dejé ir, no porque no quisiera detenerla… sino porque entendí que a veces amar también significa no impedir que la otra persona sane. Alessia se acercó despacio. —Lo siento, Lucas. No quería que fuera así…— menciono avergonzada —No fue tu culpa —le dije con un suspiro—. Esto tenía que pasar, tarde o temprano— mencione acariciando mi cabello —¿Y ahora qué harás? — indago con preocupación. Miré el banco donde solíamos sentarnos Melissa y yo. —Esperar, ser paciente y trabajar en mí… por si algún día ella decide volver — mencione para mí mismo, no quería que los demás supieran lo patético que era por querer que Melissa volviera a mi vida.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD