9

2027 Words
Siento que estoy muriendo lentamente. Mi boca se siente pastosa y sedienta. Necesito agua. abro los ojos y encuentro a mi lado a Susan en el suelo, tiene en su regazo una botella de mezcal. Intento recordar lo que hicimos anoche pero no viene nada a mi cabeza, se borró todo. Solo recuerdo llegar a su puerta y decirle que necesitaba alcohol, ella me pedía respuestas por mi desaparición y lo demás es borroso. Abro el refrigerador y encuentro uno de sus batidos verdes para estar en forma, bebo de la botella, pero lo deposito en el lavabo. Sabe asqueroso. Busco agua o algo diferente que sacie mi sed. Encuentro una caja de jugo, lo bebo todo. Pero aún sigo teniendo sed. Por último, bebo agua del grifo. Veo botellas en el suelo, Susan sigue en la alfombra. ¿Qué mierdas sucedió? Voy al baño y me ducho, tomo prestada ropa de mi amiga, porque no puedo seguir con la misma ropa de anoche. Levanto los envases vacíos e intento despertar a Susan, cuando no lo hace tengo que recurrir a echarle agua en la cara. Eso funciona. —¿Qué mierda? —grita, Entrecierra los ojos. —¿Mia? ¿Qué haces aquí? —revoleo los ojos. No recuerda nada. —Levántate, nos pusimos una muy buena borrachera anoche. —la tomo de las manos y la levanto y pongo en el sofá. —¿Enserio? —su mente está tratando de localizarnos. —Oh, es cierto. Dijiste que querías alcohol y te traje mis botellas de mezcal. —sonríe. —¿No tienes resaca? —sacude su cabeza. —Tomé demasiado mezcal en Oaxaca como para ser inmune a sus efectos. —con razón estaba normal. —¿Recuerdas lo de anoche? En mi cabeza son solo pedazos de película. —Si, pero creo que bebiste demasiado. No parabas de decir que eras mitad humana y mitad demonio —se ríe y yo me atraganto con el agua que bebía. —También de que querías tener sexo con Nesh. —mierda, también le había contado sobre él. Me expuse demasiado. Joder. —¿Enserio? —Si, bueno. No te culpo. El tipo es ardiente e irradia lujuria. Yo igual fantasearía con él. —si me imagino. —Olvida todo lo que te dije anoche. —No creo poder, porque intentaste levantar la televisión con tus manos, decías que podías manipular la telequinesis o algo así. Pero nunca pudiste —se carcajea. ¿no pude levantar una televisión? La única respuesta es que estaba demasiada borracha como para poder invocar mis poderes. Está bien, porque la hubiera expuesto demasiado y no quiero ponerla en riesgo ya que están siguiéndome. Fue un error haber venido. —fue divertido verte, Mia. —Debió serlo. —concuerdo. —Debo irme, Susan. —me acerco a ella y le abrazo. —¿Tan pronto? —hace un puchero. —Si. Tengo que resolver unas cosas. —no quiero dejarla, pero necesito ir con Nesh. Sé que está esperándome. Y no quiero seguir poniendo en peligro a mi única amiga. —¿Cuándo volveremos a vernos? —Pronto. —le doy un último abrazo. —tomé algo de ropa prestada, te la devolveré. —No te preocupes. Espero verte pronto, te extraño. —Yo igual. —cierro la puerta detrás de mí sin mirar atrás. Las despedidas son agridulces. Quería quedarme con ella un poco más de tiempo, pero sabía que no debía. Los ogros estaban rastreándome. Toco el timbre de su departamento y al segundo sonido abre. —¿No llevaste llaves? —replica. —Creía que ibas aparecer en una cuneta en unos pocos días. E iban a llamar a mi puerta unos policías. Camina hacia la sala y entro cerrando la puerta detrás de mí. Me siento avergonzada y no sé por qué. —Lo siento. —digo. —No quería preocuparte. —No, para nada. ¿por qué me preocuparía? Eres alguien que puede cuidarse sola. —esconde su modo sarcástico. Se que está molesto. —¡No estoy molesto! —frunzo el ceño. No lo he dicho en voz alta, estoy segura de ello. Veo en sus ojos el error que cometió. Ahora lo sé. Murmura una maldición en voz baja. La ira me invade. —Espera ¿acabas de leer mis pensamientos? Dijiste que no lo harías de nuevo. —casi grito. Estoy más que segura de que lo ha hecho. —No —su voz ha cambiado. Lo he descubierto. —para nada. —replica. Pero no puede seguir mintiéndome más. Lo sé. —Si, que lo has hecho ¿me has mentido? ¿has estado leyendo mis pensamientos todo este tiempo? —me siento expuesta. Lo único que creía era personal, ahora ha sido expuesto a una persona. —intenta negarlo, pero su mirada lo dice todo. Él me lo prometió con el meñique ¡eso es traición! —No puedo creer que me hayas engañado todo este tiempo. —espeto. —he sido una tonta en confiar en ti. En pensar que ibas ayudarme. —me siento tan avergonzada, como si hubiera sido aplastada, y sí que lo estaba. Mi orgullo, mi autoestima estaba por los suelos. —Mia, —se acerca a mí y me toma de las manos. —Puedes confiar en mí, créeme. —sacudo la cabeza. —Ya no puedo. Me has usado todo este tiempo ¿por qué no me lo dijiste? —recuerdo los pensamientos que tuve sobre él, lo que comenzaba a sentir al estar cerca de su persona. Que estúpida he sido, me ha manipulado todo este tiempo a su antojo sabiendo que tengo sentimientos por él. —No lo he hecho, —escupe —he intentado bloquear cada pensamiento viniendo de ti sobre mí, ha sido difícil. Por eso salgo cada noche, tus pensamientos se vuelven intensos y no puedo evitar bloquearlos. —ahora me siento peor. A eso se deben sus salidas nocturnas, porque cada vez que lo veía leyendo un libro mis pensamientos sexuales sobre su persona se desataban. Podía perdonarle por ello, tenía la culpa por tener esos pensamientos, pero él debió decirme. —Sentía vergüenza —otra vez leyendo mis pensamientos. —Lo siento. Es imposible evitarlo. —Yo… —no sé qué decir. Me siento terrible. —No digas nada, no es tu culpa. No quiero estar en el mismo lugar que él, ahora. Es vergonzoso. —Lo siento —me di la vuelta y caminé a mi habitación. El resto de la tarde traté de bloquear mis pensamientos para que no los escuchara. Pero no sabía cómo hacerlo. Fue en la noche cuando fue a tocar mi puerta. —¿Quieres que te ayude? —asomó su cabeza por la puerta. Sabía que él estaba al tanto de mi situación en la habitación. Me resigné. Era la única forma de no ser tan vulnerable. —¿Puedes? —entró a mi habitación y se mantuvo a una distancia considerable. —Lo siento, por no decirte antes que podía escuchar tus pensamientos. —silencio —sé que debí decírtelo al principio, pero fue una adicción saber lo que pensabas de mí. —me remuevo en mi cama incómoda. —Lo siento. —Está bien —digo —¿puedes ayudarme? —Cierra los ojos y confía en mí. —Bueno, eso iba a ser difícil. —Al menos inténtalo, por favor —sabiendo que podía escuchar mis pensamientos le dije: Lo intentaré —ahora, concéntrate en mi voz y piensa en una barrera que llegue demasiado alto para que nadie pase y muy gruesa para que nada se filtre. —Lo hago. Imagino una pared de hierro con un espesor más de lo normal y espinas en ellas, también hay fuego en las trincheras para hacer más difícil pasar. —Eso está bien, me gusta. —¿Eso es bueno para que no escuchen mis pensamientos? —inquiero. —Puedes intentarlo. Imagínalo todo el tiempo que pienses en algo, tienes que proteger tus pensamientos. —¿Puedo hacerlo ahora? —pregunto titubeante. Asiente con la cabeza. Pienso en una pizza con demasiado queso y una cerveza muy fría. Se me hace agua la boca de tan solo pensarlo. Abro los ojos y le miro. —¿Escuchaste? —me da una sonrisa reprimida. —¿Pepperoni o hawaiana? —pregunta riéndose. Mierda. *** Paso el resto de los días intentando hacer una barrera demasiado poderosa para que nadie la traspase, pero sigue siendo muy débil. A veces Nesh escucha todos mis pensamientos y hay unas ocasiones donde solo escucha parte de ellos. Dice que es un buen camino. Casi no hablamos, todavía no le perdono que no me dijera sobre lo vulnerable que soy. —¿Qué quieres cenar esta noche? —pregunta mientras estoy mirando una película en su televisión. —Hamburguesa, está bien. —Ok. —toma las llaves y sale del departamento. Ha pasado media hora de que se ha ido por la cena. Ya tengo hambre, no conozco el número de su teléfono para llamarle. Apago el televisor y voy al minibar que tiene. Me preparo una bebida mientras lo espero. Miro el reloj, son las nueve. Ya ha tardado bastante. Me hago otra bebida que después de un tiempo no las he contado y ya me siento mareada. Pongo algo de música y bailo sola. A lo lejos escucho la puerta siendo tocada, pero no le hago caso. Unos segundos después la puerta es derribada. Unos ogros están en la puerta de la entrada. Esto es jodidamente mal, vienen hacia mí. intento invocar mi poder, pero me siento demasiado débil para poder derribarlos. Ellos me atacan, mi cuerpo sale volando mientras intento llamar con mis pensamientos a Nesh. Tengo miedo, pero no hay respuesta. ¿Dónde está? Me levanto del suelo y cojo una lampara de pie y se las aviento. No funciona. Tomo todo lo que está a mi alcance para aventarlo, pero no les hace daño. Una vez más invoco mi poder, pero débilmente les hace algo. Entonces mi instinto humano me dice que corra. Corro. Pero ellos me atrapan, mis pies son sostenidos por las manos de uno de los ogros y me ponen de cabeza. El alcohol consumido me marea. Mierda. ¿por qué escogí hoy para emborracharme? —¡Suéltame! —pero no escuchan. Lloro, por la impotencia de no poder hacer nada. Sí algo que más me duele, es no poder hacer nada teniendo los poderes que poseo. —¡Mia! —escucho la voz de Nesh. Cuando me ve, sus ojos se oscurecen. —¡NO! —corre hacia mí, pero siento como mi ser se desvanece en la nada. Me están teletransportando. Nesh desaparece de mi campo de visión. *** Cuando abro los ojos, lo primero que hago es vomitar. Siempre estos viajes en el tiempo hacen que mi estomago se vuelva tan débil. Deposito lo que apenas tenía. Intento recomponerme, estoy en tierra, no sé dónde he aterrizado ¿Qué es este lugar? El alcohol parece haber desaparecido. —El infierno —la voz de una persona se hace sonar. Otra vez alguien lee mis pensamientos. Alzo la mirada hacia una chica de ojos vacíos y cuerpo delgado. La oscuridad no me deja ver bien su rostro—Después de todo te han traído. —¿Qué? —Ellas han ganado. —no entiendo lo que dice. —No estoy entendiendo nada. ¿Quién eres? —siento un frío en mi cuerpo que me hace abrazar a mí misma. —Mia, estás en el infierno. Y es mi culpa que estés aquí. —¿Por qué es tu culpa? —estoy sintiéndome mareada ante todo esto. Mis pensamientos se han vuelto distorsionados. —No entiendo nada. ¿Quién eres? —mi respiración se ralentiza. —Yo te he traído hasta aquí. —dice. La voz se acerca más a la luz. —Y te voy a sacar. —su rostro era pálido con mechones purpura, y sus ojos del mismo color. Todo en su rostro gritaba dolor, miseria y angustia. —Alyssa —murmuré.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD