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4324 Words
La mañana estaba siendo extraña; primero me levanté con ese sueño. Segundo, sentí un hambre voraz. Y ahora me encontraba haciendo ejercicio porque realmente necesitaba quemar algo de grasa por todo ese desayuno que tuve antes de ir al trabajo. —¿Mala noche? Pareces cansada —y sí que me sentía cansada. Mi cuerpo se sentía adolorido, como si realmente si hubiera tenido ese sexo duro con Nesh, lo cual era estúpido. Desde que comenzaron esos sueños con Nesh, mi energía estaba baja. Sonrío hacia Lily y me siento en mi escritorio. A la hora del almuerzo voy al baño y vomito todo mi desayuno. Me sostengo del váter mientras siento las agruras y como mi estómago se revuelve cuando veo toda mi comida allí, mis piernas se sienten débiles y mi sudor es frío. Salgo del baño, lavo mis manos y boca, la mirada que me da el espejo es una vacía, enferma ¿Qué me está pasando? Tiro agua al espejo, odio esa imagen. Mi ojo izquierdo palpita y puedo ver a través de él que estoy en peligro. Mi sexto sentido me alerta, hay imágenes borrosas pasando a través de mi mente viendo que hay unos hombres en mi departamento buscándome y no son humanos, otras donde hay un grupo de demonios en forma de humanos que vienen por mí a la oficina, están subiendo al elevador. Es otra de las habilidades que ser mitad demonio me dio. Puedo sentir y ver cuando estoy en peligro. Cierro los ojos y respiro. ¿por qué me quieren a mí? Me seco las manos, el rostro y salgo de allí, voy a mi escritorio y recojo mis cosas. —¿Te vas? —Si, me ha salido un imprevisto. Dile al jefe que estoy enferma —respondo a Lily. Presiono el botón del ascensor, pero tarda, ellos han subido al ascensor. Voy por las escaleras de emergencia, bajo corriendo todo lo que mi cuerpo me lo permite. Carajo, estoy en el piso ocho, me faltan siete para llegar, es mucho. Me detengo, tengo otra visión sobre ellos dándose cuenta que estoy en las escaleras, me apresuro a bajar más rápido. —¿A dónde pensabas ir? —un bulto alto y de cuerpo robusto me intercepta antes de bajar otro escalón. Hay un hedor de él que lo delata como demonio, es asqueroso, y es entonces que puedo ver la magia que lleva, no es una poderosa porque veo su rostro desfigurado, cuernos salen de su cabeza superior y sus ojos son de un amarillo vomito, su piel es áspera y verdosa. Me da asco. Para los humanos, lo verían como un hombre normal. —De compras, —intento bajar otro escalón —¿por qué? —inclino mi rostro y sonrío. —Vendrás con nosotros. —afirma. —No lo creo, tengo que ir por un bolso de edición limitada que acaba de salir. —paso a un lado del demonio y me apresuro a bajar otro escalón. Pero este sigue apareciendo enfrente de mí. —¿Cómo haces eso? ¿me enseñas? —una sonrisa con sus dientes chuecos y afilados es mostrada. —Con gusto. Su enorme mano aprieta mi brazo e intenta jalarme hacia él, pero retrocedo y zafo mi brazo de su agarre. —¡Suéltame! Mi puño se conecta con su asqueroso rostro. Y mi patada con la del tipo atrás de mí dándome unos segundos de ventaja para seguir corriendo, como desearía poder teletransportarme como hacen ellos. Corro todo lo que me permite mis piernas, pero de nuevo esos monstruos me interceptan en mi huida. —¿Qué no se cansan? Denme un poco de ventaja —espeto. Sus brazos intentan sostenerme, pero recuerdo que yo también tengo poderes ¿cómo se me olvidó? Solo que no sé utilizarlos bien, formo en mi mente una fuerza sobrenatural golpeándolo a todos ellos con mi mano. Una luz ultravioleta se hace presente y nos arroja a todos a los lados, mi cuerpo se estampa con las escaleras, el dolor recorriendo cada parte de mi espalda. Joder, eso sí fue fuerte. Intento una vez más lejos de ellos, elevo a uno y lo dejo caer por el espacio entre las escaleras y a otro lo arrojo contra la pared. Corro, porque hay tres más que vienen por mí, y no sé qué más hacer. Aun me faltan tres pisos más por avanzar, no llegaré. Mi cuerpo se ve arremetido a golpes contra los ogros que me siguen. Patadas, puñetazos y magia que nos golpea a todos. Estoy cansada. —Basta, tienes que venir con nosotros. —suelta molesto el ogro. —¡No iré a ningún lado! ¿Qué quieren de mí? —Bueno, tú lo pediste. —alza su puño que va directo a mi cara para noquearme, cierro los ojos pensando que de esa forma no dolerá, pero nunca llega. Abro un ojo y después el otro, la mano del ogro está siendo sostenida por alguien más. —Veo que has solicitado ayuda, princesa. —¿por qué se empeñaba en llamarme princesa? Nesh, está enfrente del ogro mirándolo a que lo rete. Su cabeza se menea en un leve movimiento de negación y sus labios se curvan en una ligera sonrisa sardónica. —Ni lo pienses, —le dice al ogro. Sus ojos se centran en mí y me guiña, después empuja a un lado a este y le da una patada que lo hace caer. Los demás ogros se van contra él. Golpea a varios y a algunos los hace desaparecer, mientras todos están en el suelo reponiéndose de la golpiza que Nesh les acaba de dar, él toma mi mano y salimos corriendo, después saltamos en el tiempo-espacio. Y nos encontramos en un callejón al otro lado de la ciudad. —¿Cómo haz hecho eso? Apenas y puedo respirar, necesito ponerme en cuclillas para volver a mi respiración normal. —¿Estás bien? —Nesh se arrodilla a mi lado —estás pálida. —Estoy teniendo un ataque. Dame mi espacio. Él se aleja un poco para que pueda combatirlo. Después de unos minutos que me parecen eternos, mi respiración ha vuelto a la normalidad. —¿Te dan muy seguido? —Ya no. Fue por la teletransportación, me imagino. Había olvidado lo horrible que se siente no poder respirar. En el pasado solía tener muchos de ellos, que me hacía sentir miserable. —¿Tomabas algún medicamento? —sacudo la cabeza en respuesta. —Estoy bien. —miento. —No te ves nada bien. Y sé que estás mintiendo —suelo olvidar que él puede leer mis pensamientos. Me cabrea. —Quiero ir a casa. —No puedes, ellos están ahí. Es peligroso —hay un deje de preocupación en su voz. —Te llevaré a otro lugar. —¿a tu cama? Pero una vez más no tengo filtro. Alza una ceja interrogativa. —¿Es lo que quieres? —pregunta divertido. Me reprendo por mis pensamientos tontos. —No, idiota. —murmuro. Su mandíbula se tensa. —No me insultes, princesa. —su voz ha adoptado una firmeza y advertencia que no había escuchado antes. —Si vienes conmigo tienes que respetarme. —Entonces, deja de leer mis pensamientos —concuerdo. —¿trato? —extendí mi mano para acordar el trato, pero el solo la miró y sonrió de lado. —Ustedes los humanos siempre queriendo llegar a un acuerdo con todo. —Es como funciona mi mundo. Si tu cedes, yo cedo. —advertí. No tomó mi mano, solo asintió con su cabeza y dijo: —Lo que tu digas, princesa. —convertí mis manos en puños. —¡Deja de llamarme así! —grité. —¿por qué? Eres una princesa. —dijo elocuentemente. —No, no lo soy. —soltó una risita. —¿Qué es divertido? —Te ves bonita cuando te enojas, princesa —repitió para molestarme. Dejé escapar un respiro de frustración. Sus pasos se volvieron hacia la salida del callejón. —¿Vienes o piensas acampar aquí? —molesta por tener que depender de él para mi seguridad lo seguí. —No vayas a teletransportarte. —siseé. No quiero tener otro de esos ataques. Me da una mirada que descifro entre preocupación y modestia. —Tomaremos un taxi. Nos subimos a un taxi y trato de no mirarlo porque me pone nerviosa estar en el mismo lugar a unos centímetros de que nuestras pieles se toquen. Un escalofrío me cubre todo el cuerpo y me froto con mis manos. —¿Dónde está tu abrigo? —su voz ronca llena mis oídos como una melancolía. —Debí perderlo junto con mi bolso cuando me encontré con esos ogros. —Entiendo. —su cuerpo se mueve quitándose su chamarra de cuero negra. —Usa la mía, mientras. —La tomo porque realmente si hace un frío terrible. El taxi se detiene y bajamos, estamos en una fachada de edificio con estilo barroco. Se ve algo caro. Sabía que existían pero que era costoso instalarse en uno de estos departamentos. —¿Vives aquí? —suelto sorprendido cuando entro al departamento. —Si, por el momento. —no sé a qué se refiere con eso. Me imagino que solo está de viaje aquí. —¿Cómo lo haces? —pregunto curiosa. —¿Hacer qué? —responde quejoso. —Esto, poder teletransportarte, ser hermoso y malditamente rico como para costear un departamento como este. —Su sonrisa se extiende enseñando sus dientes. Hasta tiene hermosa sonrisa, pongo los ojos en blanco. —Suerte. —¿Suerte? A la mierda la suerte, no proviene de todo esto. —replico. Él se ríe por mi elección de palabras. —Es cierto. La suerte está sobrevalorada. —se encoge de hombros. —¿Entonces? Eres un demonio ¿cómo puedes tener todo esto? —inquiero. —He vivido largos siglos en este mundo, por lo cual me ha dado la ventaja de hacer grandes riquezas para poder venir a disfrutar de ellas cada vez que puedo. —se quita la playera y puedo ver sus abdominales marcados. Eso me recuerda a mi sueño húmedo que tuve con él. Mis mejillas se sonrojan. ¡Demonios del inframundo! Abre la puerta de lo que creo que es su habitación y sale poniéndose otra playera. Es cuando me doy cuenta que sigo trayendo puesta su chamarra, me la quito y la dejo en el sofá. —¿Entonces si era verdad sobre los negocios que decías a Lily en el restaurante? —Si, hago negocios. Como vez, tengo algunos clubes como en el que estuviste esa noche con tus amigas —recuerdo sobre ello. —Igual hago inversiones y de todo tipo de negocio que hace dinero. Asiento con la cabeza, estoy tratando de pensar cómo puede un demonio hacer negocios en el mundo terrenal ¿no estaría prohibido? No es como si estuviera de vacaciones aquí. Tendría que haber algunas leyes celestiales que se lo impidieran. —¿No tienes problemas con venir aquí y hacer negocios? —Hay ciertas reglas, pero tengo mis métodos para evadir los castigos —me da un guiño antes de ponerse la chaqueta que me prestó. —Entonces eres alguien influyente en el infierno igual. —Se encoge de hombros. —¿Por qué han venido esos ogros por mí? Sonríe. —¿Por qué les llamas ogros? —Porque se parecen a uno. —sus cuerpos altos y robustos con una piel verdosa y gruesa, si se parecían a unos. Sacude la cabeza. —No son ogros. Son demonios guardianes del infierno. —Ogros es un término más corto —suelta una risilla. —¿pero que quieren de mí? —No lo sé, por eso lo averiguaremos. Camina hacia la puerta. —Vamos, tenemos que investigar. Una vez más su mano se extiende hacia mí y con miedo vuelvo a tomarla. Espero no equivocarme con él. *** Estamos en el Black Rabbit, esperando a un amigo de Nesh. —¿Segura que no quieres nada? —él se ha pedido una cerveza mientras esperamos. Recuerdo todo lo que desayuné esta mañana, y no me da apetito. —Una cerveza me vendrá bien. —espero que no termine vomitando todo de nuevo. —¿Ya comiste? —bebo de mi cerveza. —No tengo hambre —suelto. —No pareces que estés bien. ¿Te pido unas papas? —sacudo la cabeza. —No, gracias. —quiero que deje en paz el tema de la comida. —No te miras muy bien que digamos. Estás muy pálida y pareces cansada ¿estás a dieta? —revuelo los ojos. —pareces más delgada. Pienso en decirle que él tiene toda la culpa, porque he estado soñando con su cuerpo sobre él mío cada vez que voy a la cama. Pero decido no hacerlo, porque me veré patética al hacerle saber que sueño con él. —Estoy bien —replico. —Pero ha pasado algo de tiempo desde que vi tu escultural rostro, amigo. —un hombre de mediana edad con una playera de Twenty One Pilots, saluda a Nesh. ¿Ese es su amigo? El hombre parece ser un humano cualquiera, su cabello despeinado y gafas de nerd me hacen pensar que es su disfraz para pasar desapercibido. Nesh me dijo que era un demonio y estaba en la tierra hace mucho tiempo, no quiso decirme cuantos años, pero que era el contacto de aquellos que buscaban respuestas sin saber la pregunta. No entendí bien esa referencia, y no quiso explicarme. —Dylan, estás aquí. —se dan un abrazo y ríen de algo que no logro escuchar. Ver a Nesh tan feliz y riendo me causa una cierta inquietud. Se mira tan joven y apuesto. Los ojos de Dylan son puestos en mí. —¿Y quién es esta belleza? —le tiendo la mano para saludarle. —Soy Mia, gusto en conocerte. —el chico besa mi mano. Frunzo el ceño hacia Nesh, él solo se encoge de hombros. Por lo visto, esto de besar las manos de las mujeres es una tradición en el reino infernal. —El gusto es mío, Mia. Soy Dylan —me lanza un guiño. Oh bueno, este demonio es muy coqueto. Toma asiento con nosotros y pide una cerveza con papas. Cuando se las dan me las ofrece. —Te sentirás mejor después de comerlas. Tienes pinta de no estar bien. —abro la boca para comenzar a decirle que no. Pero él insiste. —No me agradezcas, confía en mí. —un guiño y tuve que aceptarlas ¿Qué traían estos dos con las papas fritas? Cuando probé una, no pude dejarlas. Estaban buenísimas. Y aunque había estado sintiendo un bajón de energía, las papas me asentaron bien. —¿Entonces que piensas sobre lo que te dije? —Nesh inquirió. —No puedo decirlo con exactitud, pero ella no está segura aquí. —respondió Nesh con un deje de preocupación. —¿Y dónde si lo estaré? ¿por qué están persiguiéndome? —ellos intercambian una mirada. —¿Qué no me están diciendo? —meto una papa a mi boca, entrecierro los ojos. —No estarás segura en ningún lugar mientras sigas en este mundo. —bebe de su cerveza. —Te persiguen porque —le da una mirada significativa a Nesh. Él asiente, dándole el permiso para hablar. —quieren tu alma, en su totalidad. —me estoy ahogando con mi propia saliva. —¿Qué? —Las brujas supremas te buscan. Ellas no están de acuerdo en que poseas parte del poder de una de ellas. —¿Brujas supremas? No estoy entendiendo nada. ¿Quiénes son ellas? —bebo un poco de mi cerveza para calmar mi ahogamiento. —Son las brujas más poderosas del inframundo, ellas te quieren a ti. —Pero yo no he tomado ningún poder suyo, —entonces me llega a la mente ella. Alyssa. —¿Alyssa? Asiente con la cabeza. —Ella se convirtió parte de ellas cuando ascendió con la mitad de tu alma. Su poder se intensificó, ha invocado al león. Le miro como si tuviera una rana en su cara. Revolea los ojos, él sabe que soy aún humana. No sé nada de esas historias. —El león llevaba millones de siglos sin aparecer. Solo se deja ver cuando cree que merecen su poder. Alyssa pudo invocarlo, y fue como llegó a pertenecer a las brujas supremas. Pero…—se calla. Le lanza otra mirada a Nesh. —Pero ¿qué? —Estás en peligro —termina diciendo. Se levanta de su asiento para irse. —Debes esconderte. —me mira a los ojos como si quisiera decirme algo más, pero la mano de Nesh en su hombro lo detiene. —Gracias, por venir amigo. —le da unas palmadas en la espalda y lo despide. —¿Qué ha sido todo eso? Las miradas que se daban ustedes. —No es nada. —se vuelve a sentar. —Ahora ya sabemos quién te sigue. —bufa. —No será fácil de escapar esta vez. —¿Son muy poderosas? —pregunto temiendo por mi vida. —¿Más que tú? Se encoge de hombros. —No las conozco en persona, pero he escuchado rumores de que lo son. —¿En su mundo nunca se han topado? ¿no es como si fueran vecinos? —sé que suena tonto, pero me imagino caminos que llegan a cruzarse, como pequeños pueblos. Una carcajada estruendosa llena nuestro espacio. Le miro como si se volviera loco. —No puedo creer que estés imaginándote como si fuéramos pitufos viviendo cerca. —otra carcajada. —pongo los ojos en blanco. Lo volvió a hacer. Se lo dije, él me prometió que no volvería a leer mis pensamientos. Y no hizo caso. Bueno, nunca lo escuché decir que lo prometía, pero llegamos a un acuerdo. —Eres un idiota —su risa deja de sonar. —Mia —advierte. Pero él empezó. —Pues si no me dices como son las cosas ¿cómo piensas que puedo llegar a saber? —Está bien. Pero no trates de imaginar nada ¿ok? ¿Qué quieres saber? —suena burlón. Y odio eso, está tratándome como una niña pequeña. —Olvídalo. —me bajo de mi asiento y camino hacia la salida. Escucho que me llama, pero hago de la sorda. Es un completo cretino que se pavonea porque sabe todo. Detengo un taxi para que me lleve a casa, cuando estoy ahí no puedo sentir nada de esos ogros. Ellos se han largado, que alivio. Subo por el dinero y bajo a pagarle. Cuando estoy en mi departamento a salvo. Dejo escapar un suspiro, que bien se siente estar en casa. Hay varias cosas esparcidas en la alfombra, lámparas rotas, corro directo a mi habitación. Veo la laptop donde la dejé esta mañana. Que alivio. Está intacta. El trabajo de mi vida está aquí, aún no he terminado de escribir el segundo libro en el que estaba. La guardo en la mochila, y cojo otras cosas importantes como mi visa y pasaporte, dinero en efectivo, un poco de ropa. Eso debe bastar para estar fuera por un tiempo. Llamo a mi trabajo desde el teléfono y pido permiso para dos semanas que estaré fuera de la ciudad. No he tenido mis vacaciones, así que no pueden rehusarse. Voy a la cocina y preparo un sándwich. Como mientras siento como las lágrimas caen por mis mejillas, las limpio ¿ahora por qué estoy llorando? Sigo comiendo, pero dejo el medio pan mordido porque mis lágrimas no dejan de parar. Que patética me he vuelto. Recojo la mochila y me voy. Tomo el siguiente vuelo a casa. No tardo en llegar cuando mamá me recibe con los brazos abiertos. Me siento feliz de haber venido. —Cariño, que gusto que hayas regresado a casa. ¿cómo haz estado? —el amor de mamá lo cura todo. —Bien, mamá ¿cómo están ustedes? —llevo tiempo sin venir a casa. —Lo siento, por no haber venido antes. —Lo importante es que estás aquí. ¡Ray! ¡Mira quien vino a visitarnos! —papá baja las escaleras y corre abrazarme. —Estás aquí, pequeña. Que gusto me da verte —sonrío. Me da giros en el aire. —¡Baja a la niña! Vas a marearla. —papá me deja sobre mis pies y vamos juntos a la sala. —¿Sucede algo? ¿estás bien? —Si, papá. Estoy bien. De hecho, son las vacaciones del trabajo. No he podido venir por tan ocupado que estuve, lo siento. —No digas nada, vamos a disfrutar de tu presencia. —Voy a guisar tu comida preferida. —mamá se levanta de un salto y corre a la cocina. —Sube a cambiarte. Tu habitación sigue intacta. —sonrío mientras me coloco mi mochila en el hombro, subo las escaleras y abro la puerta de mi habitación. Todo está igual. Siento una tristeza que me embriaga cuando miro las paredes azules, y los posters de bandas musicales. Dejo caer la mochila en la cama con edredón purpura. Eso me hace recordar lo que soy, en lo que me he convertido. Voy al baño y me doy una ducha, termino usando unos pantaloncillos cortos con playera de la banda de Imagine dragons. Eso me hace recordar al amigo de Nesh, que tan humano se veía. Y las mentiras que pudo haberme dicho. No puedo confiar en nadie. Mi sexto sentido me lo grita. Miro al espejo para asegurarme que los lentes de contacto están bien puestos. Mis padres no pueden enterarse por nada de todo lo que me está pasando. La comida es tan agradable que había olvidado como reír. Haber venido fue la mejor idea que tuve, no había lugar seguro para mí más que la casa de mis padres. Susan no estaba en la ciudad porque se fue de viaje a México, así que no pude quedarme con ella. Además, los ogros no creo que sepan donde vivo Espabilo mis pensamientos pesimistas cuando papá me cuenta sobre su trabajo y todo lo que ha hecho mientras he estado ausente. Mamá hace lo mismo. —Mañana iremos a la ferretería, quiero que me ayudes a cambiar unos focos de la cochera. —dice antes de que suba las escaleras hacia mi habitación. Mamá y él se quedan mirando la televisión en la sala, les he dicho que estoy cansada para acompañarlos. Esa noche sueño con Nesh. En mi sueño, le digo que lo necesito y deseo, que venga por mí porque tengo miedo. *** —Quiero esos tres, tómalos. —papá me hace tomar los tres focos de 100w y sigue el camino porque dice que necesita también una lámpara nueva y otras cosas. La verdad es que me gusta pasar tiempo con él haciendo las compras. —¿Mamá y tú están bien? —me lanza una mirada de no saber lo que estoy preguntando. —Quiero decir, su matrimonio va bien. —Si ¿por qué no lo haría? Ella cocina y yo traigo dinero a casa. Llevamos juntos más de cuarenta años. —¿Eres feliz papá? —Lo soy, hija. Margaret, es una mujer ejemplar de venerar. Me hizo el hombre más feliz al tenerte como hija, y mira que hemos hecho un gran trabajo al tenerte aquí. —sonríe. —¿Cuándo publicarás otro libro? Mis padres sabían sobre mi gusto por la escritura. Papá me dijo una vez que dejara mi trabajo y me dedicara de lleno a lo que realmente me gustaba. Pero le dije que no era necesario, porque podría equilibrar ambas cosas en mi vida, aunque me costara demasiado tiempo. —Mi editora me llamó para decirme que el último borrador que le envié le gustó. Posiblemente a finales del año estén en las librerías. —Eso es una buena noticia. —extiendo una sonrisa por mi rostro. —Claro que lo es, papi. Estoy muy emocionada. —Se ve —echa una carcajada. —Estoy orgulloso de ti, Mia. De lo que has logrado, tu madre también lo está. Mi pecho se hincha de satisfacción. Los extrañaba tanto. —Lleva estas cosas a la camioneta mientras pago. —tomo las bolsas y las dejo en la parte trasera de la Ford. Es cuando mi instinto se dispara, alguien está observándome. Miro al otro lado de la calle, es Nesh. ¿cómo supo dónde estaba? Estoy enojada con él. Cruzo la calle antes de mirar que papá está hablando con Marcos, el cajero. No quiero que me vea con él. —¿Qué mierda haces aquí? —escupo. Sus facciones se endurecen. —No creí que fueras tan estúpida para venir a casa de tus padres. —sus palabras me ofenden. —¿Estúpida? Ese no es tu problema. —refunfuño. Se acerca a mí, y retrocedo. —¿Me tienes miedo? —sacudo la cabeza. —Tu eres mi problema. Estás poniéndote en peligro y exponiendo a tus padres. —mira hacia la ferretería. —¡No soy tu problema! ¿por qué no me dejas en paz? —Tienes que irte, Mia. ¿Pensaste que estarías segura aquí? —chasquea la lengua. sacude su cabeza. —No estás segura en ningún lado. —Ellos no saben dónde vivo, no creo que me busquen aquí. —deja escapar una sonrisa sardónica. —Oh sí, sí que lo saben. Y no tardarán en venir. Es mejor que te vayas esta misma tarde o podrías lamentarlo. —Solo vete. —¡Mia! ¿Qué haces ahí? —giro mi cabeza para ver a mi padre saliendo de la ferretería. Cuando vuelvo mi rostro hacia Nesh. Se ha ido.
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