—Valerio no quiere verme —susurró Yamil, siendo abrazado por una rubia de ojos irritados debido a todo lo que había llorado.
Los ojos de Yamil estaban en la misma condición. Ambos habían llorado ya demasiado.
—¿Por qué todo tiene que ser tan difícil? —preguntó la chica, intentando que sus lágrimas no volvieran a correr, fallando en su intento, pues incluso su voz terminó quebrada, igual que su corazón.
—Porque no tomamos las decisiones adecuadas —respondió el azabache—. Pero en esos momentos no hay manera de saber qué es adecuado y qué no. Lamento que hayas sido lastimada, los padres a veces somos muy idiotas.
—Pero eso no significa que no nos amen, ¿cierto? —cuestionó la chica, que intentaba con todas sus ganas mantenerse optimista, aunque fuera tan difícil de hacer.
—Esa es la verdad —concordó Yamil—. Amo a Valerio tanto como Karina te ama a ti, incluso estoy seguro de que Valentina ama a nuestro hijo, solo que estaba asustada de lastimarle. Puede que lo rechazara porque sentía culpa de no haber sido capaz de pelear por nuestra familia.
—Como si no fuera digno de ser el padre de tu hijo, ¿verdad, señor Yamil?
A la sugerencia de esa joven rubia el azabache asintió, a su ver era así como habían sucedido las cosas entre su amada y su hijo.
—Es lo que pienso —informó el hombre—. Conozco demasiado bien a Valentina, es una pena que Valerio no… y que él me odie.
—Deja de llorar, señor Yamil … Las cosas se van a arreglar, después de todo, alguien tan bueno como tú solo se merece lo mejor —aseguró la chica, besando la cabeza de uno que se quedaba dormido, cansado de tanto llorar.
*
Valerio abrió la puerta después de casi cinco minutos de escucharla. Quien estaba detrás no parecía que fuera a desistir, y no quería molestar demasiado a los vecinos.
Lo primero que el rubio de ojos azules vio fue a una rubia de ojos verdes, que le miraba con coraje y recelo, luego sintió como algo chocaba con él y miró a tres críos abrazados a sus piernas.
—¡Papi! —gritaron los tres y el joven cayó de sentaderas, provocando la risa de todos, excepto de Erina.
—Son mis… —comenzó a hablar, pero fue interrumpido por la chica que le ayudaba a levantar y le empujaba dentro de su propia casa.
—No puedes reclamar nada —aseguró ella—, ni siquiera mereces saber de ellos, pero le estás haciendo daño a alguien que quiero mucho. Así que vengo a hacer un pacto contigo.
Erina platicó la historia de Yamil a Valerio, le contó de todo el amor que el japonés le tenía mientras le mostraba montón de fotografías tomadas a escondidas.
Yamil siempre estuvo en los momentos importantes de su hijo, solo que él no se dio cuenta.
» Yo te dejaré ser el padre de tus hijos si tú aceptas a Yamil san como tu padre —ofreció la rubia y el padre de los trillizos que se habían dormido mientras sus padres charlaban, hizo una pregunta.
—¿Eres capaz de incluso soportarme por hacer feliz a ese hombre? —cuestionó el joven, renuente a amar a un padre que podría no quererlo tanto como debería, porque con su madre era así.
—Solo debes conocerlo y te darás cuenta la persona increíble que es solo por ti —aseguró Erina, sonriendo tímidamente—, entonces, el día que lo ames… yo podré incluso perdonarte.