REALIDAD

709 Words
—Nuestra... ¿hija? —preguntó Einar entrecortado. La sorpresa de lo que escuchó le había dejado si aire, y con lo nervioso que se encontraba se había olvidado de cómo se respiraba. —Necesito encontrarla —explicó Karina—, pero mis medios no son suficientes. Por favor, Einar, por favor ayúdame a dar con ella. —¿Tenemos una hija? —cuestionó el azabache aun sin creerse lo que esa rubia decía—, ¿por qué no sabía nada de eso? —Porque no te lo diría después de lo que pasó —explicó la mujer de ojos verdes—. Además, aunque hubiera querido, no hubo oportunidad, nunca fuiste por mí. —Debiste buscarme —reprochó el moreno casi molesto, enfureciendo a la rubia. —¡¿Para qué?! —gritó Karina extremadamente molesta, no se podía creer que ahora él quisiera darle soluciones, cuando antes solo le dio problemas—. ¿Para decirte que de la maldita apuesta con tus amigos yo quedé embarazada? ¿Para mendigar tu atención por medio de mi bebé?... Yo no necesitaba eso, Einar. —Karina, yo… —No digas nada, por favor. Solo ayúdame a encontrarla —pidió la rubia, volviendo a caer en ese desanimado estado del que solo la ira la había podido sacar—… No sé nada de ella, ni como luce ahora, dónde puede estar o qué está haciendo. No sé nada. Lilia se la llevó cuando apenas tenía unos meses y me prometió que me diría donde estaba cuando ella fuera mayor de edad si yo me portaba bien, pero la bruja se murió sin decirme nada de mi hija… Necesito encontrarla, Einar... Necesito encontrar a mi bebé… Ella se llama Erina, su cabello es rubio y sus ojos son iguales a los míos. Einar se mordió los labios, tenía mucho que reclamar, pero era más su malestar que su molestia pues, haciendo cuentas, la bebé que el criado llevaba a sepultar, aquella única vez que buscó a la rubia, debía ser su hija. * —Sé que parece un trabajo indecente, pero ganarás buen dinero —aseguró su vecina de habitación, invitándola a cubrir a una de sus compañeras en el bar donde ella trabajaba. —No lo sé, Lía… quería que ser prostituta fuera mi última opción, no la primera —declaró Erina, que en serio se había visto en ese trabajo cuando se planteó el peor de sus escenarios. —No serás prostituta —se burló una castaña de ojos cafés—, solo acompañarías a los clientes mientras beben. Tu trabajo es invitarlos a beber más y más hasta que han gastado más de lo que traen en la cartera, después de que pagan la cuenta has cumplido con tu labor. Además, entre más los hagas consumir, mayores son tus ganancias, y tus posibilidades de no tener que lidiar con ellos. —No soy buena bebiendo alcohol, nunca lo he hecho —confesó la rubia, pues bien sabía el estado en que su compañera piso y amiga volvía cada madrugada o mañana luego de trabajar. —Ese sí sería un problema —señaló Lía—, porque la mayoría de los ebrios piden que bebas con ellos. Pero creo que podemos hablar con el encargado para que te dé solo clientes pacíficos, después de todo, nos estarías haciendo un favor al cubrirla. —Ay, no lo sé —dudó la de ojos verdes después de morder su labio mientras pensaba intensamente en la oferta—. ¿Cuánto tiempo tengo para decidir? —De aquí a mañana —informó la castaña—. Hoy es su último día, entonces iniciarías dos semanas de trabajo en el infierno más divertido del mundo, obteniendo jugosas ganancias, porque es tu sueldo, la comisión y tus propinas. —Estás jugando sucio —advirtió Erina, que se sentía completamente tentada a decir que sí de inmediato. —Solo hago lo imposible porque te quedes con un empleo que te conviene —expresó Lía, que conocía las condiciones y necesidades de esa joven de dieciocho años que parecía a punto de rendirse de la vida—. Eres hermosa, Erina, seguro tus encantos te darán puntos extras a la hora de la verdad.
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