ENCUENTROS

745 Words
—María, tienes que ir a casa —dijo Lía, moviéndola para que abriera los ojos. La ahora castaña se removió y abrió los ojos, pesarosa. Llevaba una semana entre su trabajo del día y cubriendo un lugar en el bar. Estaba exhausta. » Debes ir a la tienda —recordó Lía y la otra hizo una pequeña y casi insonora rabieta provocando a su amiga sonreír. —Yo digo que deberías dejar aquel trabajo y quedarte con nosotros —soltó el encargado desde la puerta—, te iría mucho mejor. —No puedo, esta es mi última opción —repitió Erina, sintiendo como el alcohol de la noche anterior le tenía aún mareada—. Además, no puedo con el alcohol. Siento que me muero todos los días, y eso que me hago idiota con una o dos copas toda la noche. —Al alcohol se acostumbra uno —aseguró Lía con una sonrisa, contagiando a una joven disfrazada de alguien más. —No quiero acostumbrarme a eso, aun… Los veo esta noche —dijo la ex rubia y se fue después de desperezar su cuerpo estirando los brazos al cielo tanto como su cuerpo le permitió. La luz del sol, que comenzaba a salir, le lastimó los ojos, su cabeza estallando y su estómago ardiendo le susurraron que no aguantaría una semana más, pero su cartera tan llena de dinero como nunca había estado le dio los ánimos que necesitaba para soportarlo un poco más. Caminó por la orilla del río, sintiendo el frío de la noche que no terminaba de irse aún. Respirar aire fresco menguó sus náuseas, y le dio un empujón, pero todo terminó cuando una mujer rubia de ojos verdes apareció en su campo visual. El corazón de Erina pareció detenerse y su respiración se tornó dificultosa. Debió sostenerse de la pared, el mareo era tan intenso que le arrancó la conciencia. Después de ecos y destellos, todo fue un silencio profundo en la profunda oscuridad. * Erina abrió los ojos para encontrarse en una habitación que de nada conocía, se incorporó de prisa y reviso sus ropas, vestía todo excepto el abrigo, y su blusa tenía un par de botones abiertos. —Yo desabotoné —explicó la rubia que entraba con una jarra de agua y una caja de pastillas a la habitación en que despertó Erina—, parecía que no podías respirar, creí que estarías más cómoda. La chica no dijo nada, solo miraba con recelo a esa mujer que se aproximaba a ella. » No te hice nada —aseguró la mayor, sonriendo—, aparte de levantarte del piso y traerte a mi casa, claro. —Lo lamento —dijo de pronto la chica—, estoy cansada, creo que bebí demasiado. —Eso imaginé, hueles a alcohol —señaló la rubia—. ¿Cuántos años tienes? Te ves algo joven. —¡Soy mayor de edad! —aseveró Erina—, cumplí dieciocho hace casi dos meses. Además, bebí en mi trabajo. —¿Trabajas en un bar? —preguntó la mayor con la seriedad enmarcando su rostro, y la chica asintió—, ¿en qué clase de bar trabajas? —¡No soy prostituta! —aseguró la falsa castaña con lentes de contacto oscuros—, solo estoy cubriendo a una amiga en el bar, somos acompañantes, únicamente bebemos con los clientes. —Igual es un trabajo de alto riesgo, sobre todo a tu edad —indicó la rubia, preocupada por esa chica que no conocía, pero que no pudo ignorar un par de horas atrás que la vio caer al suelo, desmayada, cuando salió a correr de madrugada—. ¿Qué dicen tus padres? —Que si hubiera muerto no habrían tenido que molestarse en dejarme en un orfanato —espetó la menor, con evidente molestia, y la rubia le miró con pena—. No tengo padres, he estado en el orfanato desde que nací hasta hace dos meses que cumplí dieciocho, ahora intento ganarme la vida. —¿Vendiendo tu cuerpo? —cuestionó la mujer y la chica le miró mal. —Dije que no hago eso. Además, esto no tiene nada que ver con usted. Le agradezco su ayuda, pero, si vuelve a verme en ese estado, por favor déjeme tirada en la banqueta —pidió la castaña, que se fue sin siquiera aceptarle a esa mujer el vaso de agua que le ofrecía.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD