Capítulo 2: Sin pensar nada…

1258 Words
Piero mira a Petra completamente sorprendido porque aquella declaración por supuesto que no se la esperaba. Ella le mantiene la mirada sin parpadear y eso lo pone nervioso porque todo el diálogo preparado para convencerla de llevársela de allí se ha ido al fondo del mar. —¿Qué te pasa? ¿Acaso te comieron la lengua los ratones? ¿O ya te arrepentiste de seducirme porque pensaste que iba a resistirme? —Piero retrocede un poco porque es como si aquella chiquilla le estuviera leyendo el pensamiento. Petra solo esboza una sonrisa y lo aparta un poco más. Lo mira de pies a cabeza y luego se dirige hacia el lugar en donde todos están celebrando. —Tal parece que esa fachada de galán seductor solo es eso… Sin embargo, ante aquellas palabras de burla de Petra, Piero reacciona y termina tomándola del brazo y pegándola nuevamente a la pared en donde termina lo que pensaba hacer. Une sus labios con los de ella sin medir las consecuencias. En ese momento no le importa si alguien los descubre en lo que están haciendo, solo quiere probar sus labios y sacarse aquella imagen de esa muchachita. Pero si pensó que con aquella cercanía iba a poder terminar con la curiosidad que lo embarga, se equivocó completamente, puesto que ahora sus sentidos se encuentran en estado de alerta. Pega más su cuerpo al de Petra y continúa con aquel beso demandante. Ella, por supuesto, le responde y se siente en las nubes, porque jamás pensó que un hombre como él iba a fijarse en una muchacha como ella. No porque desconfíe de su propia valía, sino porque no es normal que un hombre mayor hecho y derecho como él ande mirando a muchachitas de su edad. El aire comienza a faltarles y deben separarse, pero solo sus rostros, porque Piero mantiene su cuerpo pegado al de Petra. De pronto sienten pasos y risas acercándose y Piero decide cubrirle la boca con la mano para sacarla por una puerta que da hacia la parte trasera de la casa. Sin saber muy bien por qué, Petra se deja llevar por él hasta su auto y en cuanto a él le abre la puerta, ella solo duda un par de segundos antes de subirse. Piero sonríe con satisfacción y rodea rápidamente el auto para salir de allí. —¿A dónde piensas llevarme? —A mi departamento. Me has tenido toda la noche intrigado y en verdad quiero conocerte. Solo allí tendremos la privacidad para poder tener una buena conversación. —¿Solo eso? —Le pregunta ella como si fuera una mujer experimentada, pero en realidad se muere de miedo por lo que pueda suceder allí. —Esta noche preciosa, solamente haremos lo que yo te proponga y que tú me aceptes. Solo tengo que advertirte que soy un buen negociante. —Ya lo veremos. El resto de camino lo hacen en silencio, pero la tensión seductora que hay entre los todos no se apaga con nada, todo lo contrario, solo aumenta más. Para cuando llegan al edificio, él le ayuda a salir y los dos caminan al interior. Petra sabe que con cada paso que da para acercarse al departamento de Piero, sella su destino con él. Una mezcla de deseo con curiosidad la envuelven y siente que ya no es dueña de sus propias acciones, sino que algo más poderoso que la propia razón se están haciendo cargo de tomar las decisiones en el momento. Mientras suben en el ascensor, ambos se miran a través del reflejo de las paredes hasta que Piero no aguanta más y asalta su boca de una manera peor a como lo hizo en aquel pasillo oscuro. Cuando las puertas se abren, ella intenta separarse, pero él no se lo permite. La toma entre sus brazos y Petra termina cruzando sus piernas por su cintura. Piero la mantiene sin ningún esfuerzo hasta la entrada de su departamento y una vez que ingresan, ya todo se vuelve mucho peor. —Dijiste que íbamos a conversar —Susurra ella contra sus labios, mientras Piero comienza a seguir el camino hacia su cuello. —Si quieres que me detenga, solo dímelo y lo haré… —Si lo haces te mato. Piero solo esboza una sonrisa de satisfacción y continúa con aquel recorrido mientras la lleva hasta su cuarto. Es necesario aclarar que él sí quería conversar con ella, pero que el silencio se le hizo eterno y solo consiguió aumentar aún más el deseo que tenía de hacer lo que está a punto de hacer. Sin soltarla, la recuesta sobre la cama y allí continúa con aquella exploración. Las manos de Petra van hacia su saco y se lo quita, solo para después pasar sus manos por sus brazos y llegar hasta sus pectorales. Una mano sube hasta su rostro y Piero siente en aquel gesto una ternura inmensa. Es como si aquella mujer fuera dos personas diferentes. —Eres tan hermosa… —Dice con aquella voz ronca que solo estremece aún más a Petra. —Lo sé —Él solo sonríe ante la falta de modestia de la mujer frente a él, no hay tiempo que perder. Con una parsimonia seductora, comienza a deshacerse de cada botón de la camisa. Se quita las mancuernillas de las mangas y cuando deja que la tela desaparezca, le deja una completa visión a Petra, que la deja absolutamente perdida. Piero sale de la cama y le deja la visión a Petra completamente libre. Sin dejar de mirarla fijamente a los ojos, comienza a abrir su cinturón. Aquella sonrisa seductora y esa pose de macho recio la dejan completamente babeando. Cuando aquel pantalón comienza a desaparecer, Petra siente como su cuerpo tiembla. Aquella tela del bóxer apenas es capaz de contener el tamaño del hombre frente a ella y solo piensa en lo mucho que le va a doler. Pero ella no se queda atrás, también sale de la cama con ayuda de Piero, quien ya se imagina lo que está a punto de pasar frente a sus ojos. Petra es una mujer simple, sencilla, pero muy sensual, eso él lo comprende perfectamente al igual que ella, y sin dejar de mirarlo con un claro desafío, baja la cremallera de su vestido y deja que este se deslice suave por su piel, cayendo hasta el suelo y dejándole una visión absolutamente arrolladora. Piero le ofrece las manos para que salga del vestido y Petra aprovecha de quitarse los tacones. El hombre sonríe aún más porque aquel conjunto de color rojo de encaje con liguero lo dejan al borde del colapso. Sin embargo, saber que ella es más pequeña de lo que parece lo hace sonreír. La pega a su cuerpo para que pueda sentir la calidez que emana de él y Petra se deja llevar por aquella sensación cerrando los ojos y dejando que un jadeo salga de su boca. Cuando aquella mano grande y dura recorre su espalda hasta llegar abajo a una de sus nalgas, siente cómo toda la razón comienza a abandonarla y es allí donde lo mira a los ojos. —Te deseo —le dice ella con sinceridad, porque no es de las que esconde lo que siente y Piero se siente sobrecogido, porque nunca una mujer le dijo algo como aquello con esa intensidad. —Y yo a ti, preciosa. Petra se pierde en el tono de aquella voz, dejando que el universo se encargue del resto, porque ella ya no quiere pensar más.
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