Faltaban quince minutos para las siete, cuando Alexander Durand, entró en Open Sesame restaurante, amaba la comida mediterránea, era su favorita, lamentó que Yannin no hubiera podido acompañarlo, había tantas cosas que quería compartir con ella, estaba decidido a que fueran una pareja en toda la extensión de la palabra, realmente, era tan poco el tiempo que habían estado juntos, que no se conocían de nada, él quería compartir su mundo entero con ella, sus gustos por la comida, por los deportes, por los viajes y por la lectura.
— Buenas noches Señor Durand, bienvenido a Open Sesame; su mesa ya está lista — dijo el hostess al recibirlo.
— Gracias, buenas noches.
Entró en el restaurante, detrás del hostess que lo acompañaba a su mesa, cuando la vio, suspiró, olvidó decirle a Karla que cancelara lo de las rosas, las velas y el Champagne, que ya estaba finamente colocado en la hielera para conservar la temperatura ideal, esperaba cerrar el contrato con la mujer de las manzanas, al menos, para tener algo que festejar y porqué brindar.
Cinco minutos antes de las siete, Milena Reed, directora de exportaciones de Golden Hills, la exportadora de manzanas más importante del país y conocida como la “Reina de las manzanas” entró en el restaurante, había tenido un día espantoso, de una cita a otra y se moría de hambre, agradecía que Alexander Durand, conocido en el mundo de las exportaciones marítimas, como “Lobo de mar” la hubiera citado en un restaurante, ella era fanática de la comida mediterránea, había vivido en Atenas tres años, antes de regresar a Washington para hacerse cargo del área de exportaciones de Golden Hills, el negocio de su familia.
Ella, había escuchado hablar de Alexander Durand, las recomendaciones de grandes empresarios, que, sin dudarlo, referían la naviera Durand como la mejor y más confiable del oeste del país, pero no lo conocía personalmente, cundo el hostess, la condujo hasta la mesa, dónde la esperaba ese hermoso hombre con los labios más apetecibles que hubiera visto, enmarcados por una barba ligera que le daban un aire arábigo y sus profundos ojos oscuros, que la miraron de arriba abajo apenas se paró frente a él.
— ¿Señor Duran? — preguntó, rogando porque que el hostess no se hubiera equivocado de mesa.
— ¿Señorita … Reed? — preguntó Alexander, poniéndose de pie y rogando no haberse equivocado de apellido, ya que estuvo a punto de preguntar si era la mujer de las manzanas.
— Espero no haberlo hecho esperar mucho señor Durand — dijo ella, mientras el hostess, le ofrecía lasilla para sentarse.
— ¡Oh, no! — exclamó Alexander — estamos en el tiempo, ha sido muy puntual, — dijo mientras se sentaba, después de que ella lo había hecho.
— Agradezco, que la cita haya sido en un restaurante, — dijo ella, sincerándose — muero de hambre, ¿Le importaría si cenamos y después hablamos de negocios?
— Claro que no, de hecho, iba a sugerirle lo mismo — dijo, haciendo un ademán, para que el mesero les llevara la carta.
En cuanto el mesero les llevó el menú, ambos rechazaron la carta y pidieron al mismo tiempo, “¡Tráigame un Spaghetti Nero di Seppia! (Pasta de tinta de calamar con frutos del mar)” y ambos comenzaron a reír por haber pedido lo mismo y al mismo tiempo.
Cenaron, comentando lo delicioso que estaba el platillo, ya que era una de las especialidades de la casa y en muy pocos lugares, se podía comer tan exquisito manjar; los dos disfrutaron de su platillo, Alexander, estaba sorprendido, nunca, había visto una mujer, comer tanto en la cena, regularmente las mujeres solían pedir ensaladas, pero, la mujer de las manzanas, sí que disfrutaba de la comida, sin remordimientos.
En cuanto terminó su platillo, Milena, llamó al mesero, para pedir un Milopita (Pastel griego de manzanas)
— ¿Has comido Milopita? En este lugar lo preparan delicioso, ¿Te puedo tutear? — preguntó, pues pensó que era una buena manera de romper el hielo.
— ¡Claro me puedes tutear! Y no, no he probado el Milopita.
— Es el pastel de manzana más delicioso, y precisamente en este lugar lo preparan con manzanas Golden Hills.
— ¡Pues probemos! — Exclamó Alexander, mientras milena le contaba, como sus abuelos, habían comenzado cosechando manzanas en sus tierras y vendiéndolas en su pueblo natal y como poco a poco se fueron expandiendo hasta llegar a ser los productores de manzanas más importantes del país.
— ¡Mmm! Muy bueno, — dijo Alexander cuando probó el pastel, él en particular, no era muy afecto a comer postres, pero éste, estaba delicioso.
Terminaron el postre y comenzaron a hablar de negocios, Milena necesitaba que la naviera, trasladara sus embarques de manzanas a Japón, China, Corea y algunos otros países asiáticos, pero para ello, requería que los contenedores estuvieran provistos de una cámara fría, para conservar la madurez y la calidad del producto, además de que debía cumplir con los estándares de calidad, en cuanto a tiempo y servicio de entrega.
Justamente, la naviera acaba de adquirir contenedores con esas características, para transportar, peras y uvas de otros clientes, así que no tenía problema para ofrecer el servicio, era buen negocio, las manzanas Golden Hills, se exportaban a una gran cantidad de países, pero debían de contar con una logística de embarque y traslado, muy específica en cuanto a tiempo, desde la cosecha, hasta la entrega del producto al vendedor final.
Ambos estuvieron de acuerdo, en las condiciones del trato, así que acordaron la firma del contrato para el lunes a primera hora.
Alexander, había pedido la botella de champagne para brindar con Yannin y de cualquier manera tendría que pagar por ella, así que pidió al mesero abrir la botella, para brindar con milena por él éxito de su negocio.
— Milena, por el placer de hacer negocios contigo, espero que, la naviera no sólo cumpla, sino que supere tus expectativas y que esta relación, que hoy comienza dure muchos años — dijo Alexander extendiendo su copa hacia ella.
— ¡Brindemos! También para que esta relación de negocios, sea también el inicio de una buena amistad.
Alexander sonrió, él sabía, desde que ella llegó, por la forma en la que lo miró, que Milena no se refería precisamente a una “amistad”, no podía negar que la mujer de las manzanas, lo había impresionado desde el primer momento, Milena Reed, era una mujer de unos veintiséis o veintiocho años cuando mucho, de estatura media, cabello castaño claro, facciones finas y unos hermosos y expresivos ojos color aceituna, era increíblemente bella y natural, prácticamente iba con la cara lavada, salvo por un ligero brillo en los labios y su traje sastre azul cielo, le quedaba espectacularmente ajustado al cuerpo, haciendo resaltar una figura perfecta, y el escote de su top blanco, dejaba ver el nacimiento de unos pechos del tamaño perfecto, firmes y naturales.
— Es la primera vez que cierro un negocio brindando con un Champagne de una reserva especial — dijo Milena — Es un gran detalle.
Alexander sonrió, le dio pena decir que en realidad no era para ella, así que se limitó a decir.
— Siempre es un placer agasajar a mis clientes.
— Entonces espero que no sea la última vez que compartamos un brindis.
— Puedes estar segura de que no lo será.
— ¿Me permites un momento? Necesito ir al tocador.
— Adelante, — dijo él poniéndose de pie.
Milena entró en el tocador, se refrescó la cara, y aclaró su boca, retocó sus labios, sacó una toallita de su bolso y la humedeció un poco para refrescar su cuello y su pecho, sacó un perfume de su bolso y roció un poco sobre su cuello.
Sacó su móvil y llamó a su amiga Sara, quien la esperaba en el hotel donde se hospedaban.
— ¿Sara? No me esperes despierta amiga, tal vez no llegue a dormir esta noche.
— ¿El negocio? de maravilla, el hombre ha reservado una mesa con rosas y Champagne, más parece una cena romántica, que una cena de negocios.
— ¿Qué si me ha gustado? Amiga, mucho más que eso, éste hombre está, como para comérselo y yo no voy a desaprovechar la oportunidad.
Colgó el móvil y una chica salió del retrete, le sonrió y ella devolvió la sonrisa, se ruborizó un poco, seguramente la chica había escuchado la conversación.