El hombre oscuro
+NIKITA+
El sol brillaba alto en el cielo cuando llegamos a la mansión Thyne, un lugar que me parecía salido de un sueño... o de una película que nunca había visto, porque en mi mundo no existían televisores, y mucho menos historias de lujo y opulencia. A mis 20 años, mi vida había transcurrido en un pueblo tan aislado que la tecnología era prácticamente un mito, algo que solo se mencionaba de vez en cuando en boca de los visitantes que llegaban por error o curiosidad.
Mi amiga Dania, la única persona que me había hablado del mundo exterior, fue quien decidió que ya era hora de sacarme de ese rincón olvidado del planeta. “No puedes seguir viviendo como una ermitaña, Nikita. Hay una vida entera allá afuera”, me dijo un día mientras empacábamos las pocas cosas que poseía. Yo no sabía cocinar, lavar ropa en una lavadora ni mucho menos manejar las cosas modernas que ella mencionaba, pero su entusiasmo era contagioso, y aquí estaba: de pie, frente a un lugar que parecía un castillo moderno.
No sé como podré ayudar, esto es una locura extrema.
Dejé a mis padres, la verdad que ellos y mis hermanos están bien, no importa si en este momento me están odiando por haberles dejado: estoy aquí, con la idea de salir de ese lugar y de ayudarle a mis padres con lo que vaya a ganar aquí.
La mansión Thyne.
—Escucha, Nikita —Dania me miró con seriedad mientras cruzábamos el patio trasero—. Vas a trabajar aquí como chica de limpieza. No hables con nadie, especialmente con los hombres de seguridad. Son... intensos.
—¿Intensos cómo? —pregunté, aunque ya sabía que su respuesta sería un gesto vago o un "ya lo entenderás".
—Solo hazme caso y quédate aquí. Voy a hablar con la jefa.
Ella está nerviosa, ash, no sé por qué tanto drama.
—Está bien, mamá —rodé los ojos con sarcasmo, aunque mi pecho latía con nerviosismo.
Ella me dejó en el patio trasero, un espacio tan verde y perfecto que parecía irreal. El césped se extendía como un manto, y las flores dispuestas con precisión daban la impresión de que hasta la naturaleza se había puesto de acuerdo para obedecer órdenes. No pude evitarlo; dejé caer mi bolso y me tumbé sobre el pasto, estirándome como una gata perezosa.
—¡Esto es vida! —dije en voz alta, cerrando los ojos y dejando que el sol calentara mi piel pálida. Había pasado tanto tiempo sin sentir algo así, sin pensar en nada más que el momento presente.
Pero mi fantasía se rompió de golpe cuando sentí algo tocando mi pie. No, más bien... empujándolo.
Abrí los ojos y lo vi.
Un hombre, pero no cualquier hombre. Era enorme, al menos en comparación conmigo. Su figura musculosa estaba marcada por tatuajes que parecían contar historias de guerra, dolor y secretos. Tenía el cabello oscuro y despeinado, pero de una forma calculada, como si fuera otro detalle perfecto en su apariencia. Y sus ojos... sus ojos eran un misterio. Eran oscuros, con un toque de verde, un verde que parecía cambiar según el ángulo en el que lo miraras.
—¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó con una voz grave y firme que me hizo sentir como si hubiera hecho algo terrible.
—N-nada —balbuceé, levantándome de golpe. Me sentí diminuta, no solo por mi estatura media tirando a baja, sino porque él irradiaba una presencia tan fuerte que parecía llenar todo el espacio a su alrededor. Maldije en voz baja, y, por supuesto, él lo notó.
Arqueó una ceja, cruzando sus brazos mientras me observaba con esa mezcla de incredulidad y algo que no pude identificar.
—No deberías estar aquí —su voz era un gruñido bajo, y aunque sus palabras eran claras, yo estaba demasiado nerviosa para procesarlas por completo.
—Estoy esperando a mi amiga —dije rápidamente, aunque mi voz sonaba como la de una niña atrapada en una travesura.
—¿Quién es tu amiga? —preguntó, su tono seco como si no tuviera tiempo para lidiar con tonterías.
—Dania —respondí, sintiendo que mi garganta se cerraba con cada segundo que pasaba bajo su mirada.
Antes de que pudiera decir algo más (o desmayarme, porque la idea parecía cada vez más atractiva), Dania apareció corriendo desde la mansión, su rostro lleno de pánico.
—¡Señor Jack! Lo siento, ella no sabía... Por favor, perdónala.
Jack. Ese era su nombre. ¿Jack qué? ¿Jack el Destructor de Almas? Porque seguro que la mía estaba colapsando en ese momento.
Él bufó, apartando la mirada hacia Dania y luego regresándola a mí.
—Tengan cuidado en dónde andan. Esta área es casi prohibida. No deberían estar aquí sin autorización.
El tono autoritario en su voz no dejó espacio para objeciones. Dio media vuelta y se alejó, pero no sin antes lanzar una última mirada en mi dirección. Era como si estuviera evaluándome, como si intentara decidir si valía la pena gastar más palabras en mí.
Cuando finalmente desapareció, Dania me dio una palmada fuerte en el brazo.
*
Dania no me soltaba el brazo, pero su mirada estaba fija en el lugar por donde Jack había desaparecido. Yo, por mi parte, aún intentaba que mi cerebro procesara lo que acababa de pasar. No podía decidir si quería desaparecer bajo tierra o seguir mirando hacia donde él se había ido.
—¡¿Qué demonios fue eso, Nikita?! —Dania me giró de golpe, su rostro una mezcla de pánico y frustración.
—¿Qué fue qué? —traté de sonar inocente, pero mi tono de voz me delató.
—¡Eso! —señaló hacia el pasto donde había estado tumbada—. ¡Tirarte ahí como si estuvieras en un maldito picnic! ¿Es que no te dije que te quedaras quieta?
—¡Estaba quieta! Bueno... hasta que decidí que el pasto se veía cómodo —me crucé de brazos, tratando de no parecer afectada, aunque mi corazón todavía iba a mil por hora.
—¡Nikita! —Dania parecía a punto de arrancarse el cabello—. ¡Ese no era cualquier hombre! ¡Es Jack Thyne! ¿Sabes lo que significa eso?
—¿Qué tiene un nombre como de personaje de película? —respondí con sarcasmo.
Dania me miró como si acabara de insultar a un santo.
—¡Significa que es el hijo del dueño de todo esto! ¿Sabes lo que podría pasar si lo haces enojar? ¡Nos echarían! ¡Me echarían! ¿Sabes cuánto esfuerzo me costó conseguir este trabajo?
—No exageres —dije, aunque mis rodillas seguían temblando un poco. Tragué saliva y traté de cambiar el tema—. Además, ¿por qué demonios es tan grande? Ese tipo parece un oso enojado.
—¡Porque lo es! —Dania tiró de mi brazo, acercándome como si quisiera mantenerme bajo control físico—. Jack no es alguien con quien jugar, Nikita. Ese hombre no solo es dueño de esta casa, sino que también es dueño de medio mundo, y no es exactamente conocido por su paciencia.
—Pues debería tomar un curso de manejo de la ira —murmuré.
—¡Nikita! —Dania me golpeó el brazo otra vez, esta vez más fuerte—. ¡Cállate! ¿Quieres que nos maten?
—¿Nos maten? —Solté una risa nerviosa, aunque no estaba segura de si hablaba en serio o no—. ¿Qué es esto, una película de mafia?
Dania me fulminó con la mirada.
—Escucha, niña del campo, aquí las cosas funcionan diferente. Esta no es tu granjita feliz donde el problema más grande es que las vacas se escapen. Esta es la mansión Thyne, y aquí las reglas son claras: no te metas con nadie, no hables con nadie y, por amor a todo lo sagrado, no llames la atención de Jack.
—Bueno, ya fallé en eso último —me encogí de hombros.
Dania soltó un gruñido de frustración y comenzó a caminar hacia la casa, tirando de mí como si fuera un perro desobediente.
—¿Sabes qué, Nikita? Esto fue un error. No debería haberte traído.
—¡¿Qué?! —Me detuve, plantándome en el suelo como una mula terca—. ¿Ahora es mi culpa? ¡Tú fuiste la que me sacó de mi "granjita feliz", como la llamas, y me trajo aquí sin darme un manual de supervivencia!
—¡Porque pensé que podías manejarlo! —Dania se giró, sus ojos llenos de exasperación—. Pero no, claro que no. Eres como un cachorro que acaba de descubrir el mundo y piensa que todo es un parque de diversiones.
—¡No es mi culpa que todo aquí sea tan... tan exagerado! —Agité las manos hacia la mansión, los jardines y básicamente todo a nuestro alrededor—. ¡Ese hombre parece un modelo de revista que también podría romperme como una ramita! ¿Cómo quieres que reaccione?
—¡Quiero que reacciones como una persona normal y mantengas la cabeza baja!
Nos quedamos mirándonos fijamente, ambas respirando agitadamente. Por un momento, el único sonido fue el canto lejano de los pájaros y el murmullo del viento.
—¿Sabes qué, Dania? —Finalmente rompí el silencio, mi voz más suave pero todavía cargada de frustración—. No soy como tú. No sé cómo comportarme en un lugar como este.
Dania suspiró, llevándose una mano a la frente como si estuviera tratando de calmarse.
—Lo sé, Nikita. Pero tienes que aprender. Y rápido.
—¿Y qué pasa si no lo hago? —pregunté, más desafiante de lo que pretendía.
Dania me miró, y por un momento pensé que iba a gritarme otra vez. Pero en lugar de eso, su expresión cambió. Había algo de preocupación en sus ojos ahora.
—Si no lo haces, Nikita... podrías terminar en problemas. Problemas de verdad. Y no quiero eso para ti.
Algo en su tono hizo que mis hombros se relajaran. Dania rara vez mostraba ese lado protector, y aunque me molestaba que me tratara como una niña, no podía negar que había algo de verdad en sus palabras.
—Está bien —dije finalmente, dejando escapar un suspiro—. Haré lo que pueda, pero no prometo milagros.
—Eso es todo lo que pido —Dania me dio una pequeña sonrisa antes de volver a tirar de mi brazo—. Ahora, vamos antes de que alguien más nos vea aquí.
Mientras nos dirigíamos hacia la casa, no podía evitar mirar una vez más hacia donde Jack había desaparecido. Algo me decía que este era solo el comienzo de los problemas. Y, para ser honesta, una pequeña parte de mí no podía esperar a ver qué pasaba después.