Primero siempre es la luz, las cosas bonitas, la alegría de la infancia, jugar por jugar, comer y comer sin miedo a nada.
Luego viene la tormenta, las preocupaciones, los miedos, la ansiedad, las dudas, el no saber que será, el decidir que es lo correcto y que no, los dilemas de los mayores que ningún mayor enfrenta pero si todos debemos pasar.
Y todos dicen que después de la tormenta viene el arcoíris, ese momento en el que ya no hay dolor y todo se paso, somos plenos y felices.
Pero nadie te dice que durante la tormenta, hay luces que crees que es el final, pero son solo ilusiones.
Sigues en la tormenta.
Sigues mojada.
Intentando evitar los rayos.
Sigues esperando el arcoíris que te saque de esos malos momentos, pero este no niega, son solo luces que crees que son esperanzas, que sigues con ilusión pero te adentran más en el ojo de la tormenta.
Y ya, cuando estas en el ojo de la tormenta.
Por mucho que el arcoíris llegue.
Estas golpeado.
Dolorido.
Magullado.
No hay fuerzas en tu cuerpo para mirar.
Y todo es miedo, miedo a que sea otra más ilusión a ir a otro ojo de tormenta.
Pero necesitamos el ojo de la tormenta.