Llegamos a la residencia y la mire atenta, eran esos lugares, las residencia y los hospitales lugares que por muchos cambios que pasaran, por mucho que los pintaran o pusieran nuevas flores, siempre tenía ese mismo olor, el olor a un lugar antiguo, un lugar en el que la vida se iba apagando, y aunque ahí estuvieran las personas con más vitalidad, con más energía del mundo, nada podía controlar el paso del tiempo, las vidas se acababan y mientras antes ese momento era algo que se tenía como algo importante y mágico, ahora lo escondíamos y los hospitales y residencias estaban escondidas del pueblo.
Cuando en clase estudiábamos la historia, de cualquier civilización, siempre pasaba lo mismo, las cosas que no gustaban o que daban miedo, se escondían, se dejaban apartadas de toda la sociedad, porque por mucho que hayamos evolucionado, es una cosa que seguimos haciendo, escondemos todas y cada una de las cosas que nos daba vergüenza, en las habitaciones de cualquier estudiante los exámenes malos estaban en cajones, los libros que no querías que tus padres vieran estaban en la parte de atrás de tu estantería, o las conversaciones con tus amigos más raras, estaban archivadas.
Todo estaba escondido cuando nos daba vergüenza.
Creo que por eso me sentía tan bien aquí, era como mi casa, apartado, escondiendo millones de secretos que nadie comprendía pero que todos se empeñaban en esconder. Me quede un segundo más en el autobús mientras todos mis compañeros salieron y se fueron yendo cada uno con los amigos que ya habían hecho en este lugar, habíamos venido demasiadas veces, aunque en los últimos veces fui la que menos vino, por lo que me sentía culpable, llamaba de vez en cuando pero sigo sintiendo que relacionarme con estas personas es traicionar a mi abuela o incluso a mi abuelo.
—Él estaría feliz con esto—me obligue a recordar a mi misma, mi abuelo era buena persona y generoso, quería que hiciera estas cosas y me obligue a prometer que llamaría a mi abuela esa misma tarde.
Sali del autobús y una mujer de las que trabajaban en el lugar se acerco a mi.
—La semana pasada Marisol se rompió la cadera y no puede bailar por lo que esta encerrada en la sala de baile sin dejar a nadie bailar, quizás usted puede ayudarnos a hacer algo—comento la mujer y la mire.
Marisol era una mujer con gran energía y carácter, era esa persona a la que yo quería aspirar, ser una adulta con demasiada energía, que organizara mil cosas y que siempre tuviera energía para todo.
—Voy—le dije y camine por dentro de la residencie hasta encontrarme con Gigante sentado con su abuelo, Cristina, Aiden, Matt, Jonan, Marcos, y varios participantes del club de baile esperando en la puerta mientras, Anton, el marido de Marisol intentaba desde la puerta que su mujer le hiciera caso.
—Cariño, se puede hacer más cosas que bailar—se quejo el hombre y le mire.
—Cállate o juro que duermes en el suelo—le grito su mujer enfadada, me reí porque estaba claro que Marisol seria capaz de hacer que su marido durmiera en la calle si se le daba la gana.
Matt estaba apoyado en la puerta de brazos cruzados mientras miraba a Anton que discutía desesperado con su mujer, cuando llevas demasiado tiempo con tu pareja, las cosas se complican, no en el sentido de que dejas de quererte, creo que con los años quieres más a la otra persona porque ves tantos lados de esa persona, la oscuridad, la tristeza, la felicidad, la depresión, la desesperanza, todo, ves todo lo que ha pasado, sus luces y sus sombras, y aún así te quedas alado de esa persona porque todo, la unión de todo, te gusta más que nada.
—No se porque no podemos ir a jugar cartas y dejar que la mujer haga lo que quiera—comento Matt mirando al techo.
—Pues porque la gente queremos bailar—se quejo Pilar, una de las mujeres más activa en el club de baile, era una mujer demasiado activa e intensa, según tenía entendido estaba ahí a una corta edad porque se había venido a cuidar a su marido y a su madre, era una mujer de sesenta y cinco años cumplidos hace poco, por lo que tenía la edad mínima para estar aquí, era energía pura, dinámica y con demasiado mal carácter, su marido era Guille, estaba siempre sentando en una silla mirando a la ventana por su alzhéimer precoz y genético pero había un solo momento donde dejaba de mirar a la ventana, cuando miraba a su mujer bailar, Pilar siempre fue una bailarina profesional por lo que eso les unió y la madre de Pilar, era una mujer que estaba demasiado deteriorada por la edad, apenas podía andar y sus huesos apenas podía con ella pero hasta en su cama daba mucha guerra, daba al boton de emergencia por todo.
—Tranquila Pilar—le dije y pase mi mano por su hombro para acercarme a Anton.
Se me dan bien los conflictos, mi trabajo siempre ha sido solucionar los problemas de cualquier persona que me pidiera ayuda, si necesitaba dinero, era yo misma la que organizaba la recaudación de fondos, era el cumpleaños de alguien, sin dudarlo un solo segundo en hacer el pastel más bonito y decorado del mundo, si necesitábamos limpiar algo era la primera en coger
la escoba, o incluso era la primera que organizaba a los alumnos para limpiar piscinas o lagos cercanos, hacía todo lo que pudiera y si tenía que dar un discurso para evitar un problema lo haría.
—Pequeña—me saludo pasando su dedo por mi nariz en forma de cariño, Anton era una persona increíble y me encantaba como me cuidaba—Menos mal que ha venido mi pequeña luz—dijo haciendo que riera, Anton y Marisol no tenían ni hijos ni nietos obviamente, no tenían sobrinos, no hablaban con nadie de sus familias, fueron dos jovenes que se dedicaron a trabajar en sus negocios y en viajar por el mundo, haciendo que ellos mismos fueran su prioridad, mucha gente les tacharon de egoístas peor al final y al cabo ¿Quién puede juzgar a los demás? ¿Lo hacemos a caso porque tenemos envidia a lo que los demás pueden hacer y nosotros no?
—Marisol—la llame desde la puerta de la sala, escuche como unas ruedas algo chirriantes se acercaban a la puerta, esta se abrió un poco para dejarme ver a la mujer que tanto adoraba en silla de ruedas, me agache para estar a su altura y quizás debería haber empujado la puerta y solucionar el problema pero me sentía demasiado mal por ello, la pobre mujer lo estaba pasando mal por lo que simplemente me agarre a la puerta para evitar que otra persona la pudiera abrir—Se puede bailar en una silla—le deje claro y me miro—Solo necesitas un buen compañero—le deje claro.
—No pienso bailar sentada—dejo claro la mujer y la mire—Además, esos bailes son para parejas—dijo y la mire, aunque Marisol bailara con quien fuera había una diferencia para ella, una enorme diferencia entre bailar y bailar con pareja, cuando bailabas aunque lo hicieras con otra persona, no estaba implicado que fuera tu pareja de baile, que fuera con quien debieras hacerlos por lo que Marisol lo aceptaba pero cuando tenia que bailar más de una vez seguidas o todo el tiempo con la misma persona, no le gustaba y no lo solía hacer, solo se metía en las parejas para no tener que bailar siempre con lo mismo.
—Puedes bailar con Matt—le propuse, Matt me miro demasiado sorprendida.
—No pienso bailar—dejo claro Matt y le mire.
—Cállate—le pedí y me miro.
—Isabella, haría lo que sea por ti pero no bailo y no lo haré por nada en este mundo, voy a bailar—dejo claro Matt haciendo que me levantara.
—Te juro, que el día que bailes, me caso contigo—le deje claro y me miro.
—Propuesta tentadora, la tendré en cuenta—me dijo haciendo que me molestara un poco, no es que no pensara en casarme con Matt, obviamente me iba a casar con Matt, no creo que hubiera otra opción en mi vida, aunque no mentía cuando decía que si ese chico no bailaba conmigo antes de la boda, le iba a decir que no siempre que me lo pidiera, y creo que nadie se lo iba a creer, estaba claro que quería demasiado a Matt y que me casaría con él pasara lo que pasará pero rechazarle por no bailar iba a ser mi pasatiempo.
Me levante y mire a Marisol.
—¿Y si paseamos?—le pregunte, haciendo que Marisol me mirara con atención—Me podrías contar técnicas para hacer que tu pareja deje de tener un palo en el culo—le dije haciendo que Marisol riera.
—Me va encantar enseñarte como controlar a un hombre y hacerlo un buen marido—me dijo Marisol haciendo que me riera mientras ella movía su silla para acompañarme a dar un paseo por la residencia, adoraba a Marisol y su humor era demasiado perfecto para mi, no podía negar que la relación de Marisol y Anton, me recordaba mucho a la relación que teníamos Matt y yo, bueno no en todo pero en muchas cosas, Anton era el típico chico popular, gracioso y que a todo el mundo le caía bien, todos lo respetaban, era una mente maestra que podía hacer lo que el quisiera si hiciera el esfuerzo adecuado pero era demasiado perezoso para realizar cualquier cosa, por eso necesitaba a Marisol, una mujer determinada y con demasiada energía y aunque para nada me veía así, determinada o con mucha energética, pero era verdad que equilibraba la vida de Matt al igual que él me daba la energía que necesitaba para demasiadas cosas.
Antes de que pudiera reaccionar Matt me agarro de la cintura y Anton agarro la silla de su mujer.
—Suéltame—me queje mientras intentaba volver a colocar mis piernas en el suelo pero era imposible, escuche como Marisol se quejaba e intentaba atascar la silla pero nada funcionaba ya que su marido tiraba demasiado de ella haciendo que nadie pudiera evitar nuestro destino, nos dejaron en la terraza de la residencia donde había un pequeño picnic y donde algunas personas se sentaron, Jonan, Marcos, Grant, Gigante, Rosa, Marisol, Aiden, Cristina, Anton, Matt y yo quedamos ahí mientras que supongo que el resto de chicos se juntaban con sus equivalentes en la residencia y quienes fueron su diversión en varios viajes.
Matt me sentó en una silla y le mire.
—Te juro que te odio—le deje a mi novio cruzándome de brazos, había venido con muchas ganas de pasármelo bien y de desconectar, y si para eso necesitaba bailar hasta que me doliera hasta las pestañas, para mi bailar era como gritar, como ir a terapia o como si hiciera la cosa más maravillosa del mundo, no importaba nada en el mundo, si ponía musica y si pudiera bailar sin miedo a que nada malo pasara, nada iba a ser malo, la musica entraba en tu cuerpo, lo bueno se multiplicaba y lo malo se iba.
Matt beso mi mejilla de forma demasiado graciosa, dando muchos pequeños besos pero con demasiada intensidad para que su pequeña barba de dos días me picara un poco y me hiciera cosquillas.
—Para—me queje riendo, mientras Matt agarraba mis caderas para que no me callera de la silla—Por dios, para—me queje riendo.
—Y es así todo el día—se quejo Gigante haciendo que su abuelo lo mirara como tenía la mano de Rosa agarrada como si nada malo pasara.
—Lo que deberíamos estar solucionando es porque no me has presentado a tu novia—se quejo Grant haciendo que su nieto le mirara, creo que más asustado que nada, estaba claro que Gigante no había pensado en lo importante que era para su abuelo la presentación oficial, aunque para Gigante o cualquiera llevarla sin más era lo más normal del mundo y la forma de hacer las cosas, pero yo esperaba que a mi me presentaran bien, esperaba que cuando fuera a Dinamarca, me presentara a su familia bien.
—Abuelo, ella es la hermosa y maravillosa Rosa, mi novia—dejo claro Gigante señalando a su novia y miro a su abuelo—Y si quieres puedo presentarte a ti, ¿Prefieres viejo cascarrabias que se cree el mejor o simplemente como mi abuelo?—le pregunto con un tono humorístico, Grant se acomodo en la silla y miro a su nieto.
—Grant, para ella seré Grant y para ti aún me voy a pensar si quitarte el titulo de nieto—se quejo el hombre haciendo que riéramos, ese señor estaba claro que era el abuelo de Gigante, atento, dinámico y energético, me daba pena que en ocasiones perdiera su cabeza por su edad y su demencia, pero sus días buenos, eran lo mejores para cualquiera que se sentara a su lado—Pero necesito para cualquier tontería con mi nieto para saber como una chica tan pequeña ha podido con un hombre mayor—dijo Grant y me miro.
—¿Se refiere a mi?—le pregunte haciendo que me mirara sorprendido.
—¿Quién más? Me han dicho que has hecho que un señor adulto se cagara encima—se quejo Grant y lo mire—Quiero todos los detalles—exigió.
—Creo que decir que un adulto se cajo en los pantalones, no es demasiado agradable—le aviso Marisol y le mire.
—El señor Miller era un idiota, es un idiota y se hubiera merecido una paliza—dejo claro Matt que se apoyo detrás de mi en la silla y le mire apoyando mi cabeza en su pecho.
—No te pases—le deje claro y Matt me beso sin pensarlo dos veces—Y un beso no hará que no quiera que controles tu vocabulario, niño feo—le deje claro.
Estos momentos en los que miraba a Matt a los ojos, para mi era como si el mundo entero se parara, como si nada más existiera en este planeta, como si la misma tierra dejara de girar para que nosotros pudiéramos disfrutar de este momento, de mirarnos a los ojos sin el miedo a que las preocupaciones de perder el tiempo nos consumieran, el tiempo era demasiado complicado, estábamos en todo momento luchando con el tiempo, con no poder hacer todas las cosas que quisiéramos, si tuviera todo el tiempo del mundo, me hubiera sacado cinco carreras y me iría a una granja a criar cerdos, conejos y esas cosas, teniendo mi huerto y una vida tranquila y luego trabajaría por cambiar el mundo, pero no me daba tiempo a todo, salvo ahora, con los ojos de Matt en mi.
—Fue un persona de mierda—les deje claro a todos—Se comporto muy mal con los niños, ese hombre quería que los niños pequeños hicieran deporte de una forma tortuosa solo por una broma que salió mal—les deje claro y les mire—Me molesto y no podía permitir que pegaran a niños de once años o menos porque no hacen lo que deseas—.
Respiré hondo, me sentía con un enorme alivio en mis pulmones por soltarlo, no me sentía demasiado mal por lo que había hecho, no me arrepentía de nada, era más lo haría mil veces más si tuviera la oportunidad, lo haría quinientas veces más aunque esto cambiara el mundo entero, no me importaba, ayude a muchas personas y era lo que me importaba.
—¿Bromas?—pregunto Anton haciendo que le mirara en silencio.
—Teníamos que destruir y conseguir que echaran al señor Miller por lo que decidimos que hacer una plaga era la mejor idea para que tuviera que vivir fuera y pudiéramos deshacernos de su control demasiado dictatorial pero alguien fuera del grupo decidió poner tinte en los jabones de los profesores y picapica en las camas—les explique y todos me miraron—Nos descubrieron, una cosa que no debían hacer porque debía ser una cosa que pareciera una plaga—.
Suspiré.
—Mi nieto tiene un amigo que trabaja con la empresa de seguridad del internado—comento Jonan y le mire—¿Quieres las grabaciones?—.
Me quede sorprendida porque no sabía las conexiones que podía tener el mundo. Aunque sabía muy bien, que la mayoría de los residentes de la residencia estaban relacionados con alumnos, ex alumnos y profesores, y obviamente estas personas podían darnos mucha ayuda, no esperaba esto, en otra parte sabía que el internado tenía cámaras, en teoría eran la herramienta para cuidarnos y evitar problemas o delitos, aunque en ocasiones eran más para controlarnos que otra cosa, no era una queja, no hacía nada malo por lo que no me importaba que me vigilaran, si estuviera en mi país esto sería delito, pero aquí no lo era.
Me gustaba ser la persona anónima, me gustaba que en el lugar en el que estaba segura nadie pudiera verme, nadie pudiera seguirme con una cámara. Cuando se creo el reino de monte alto, el príncipe que heredo el terreno, cansado de que le persiguieran por sus relaciones con diferentes mujeres, hizo la ley de que las personas publicas del país debían ser completamente trasparentes, es decir, un duque, un rey o un cantante debía ser claro con sus relaciones, dinero y casa, todo debía estar al alcance de todos, pero a cambio, nadie podía usar las cosas que no contaban o usar sus vidas en lucro, estaba prohibido que te espiaran pero estaba completamente permitido las cosas por seguridad.
—Si—dije tras pensármelo bastante bien, quería saber quien había provocado que miles de niños sufrieran pero estaba segura de que la persona era demasiado cercana a mi, estaba claro que no había sido Matt, no creo que por nada del mundo hubiera hecho algo que me afectara, Aiden no creo ni que se lo planteara, no creo ni que estuviera de acuerdo con la idea de hacer broma o cualquier broma, mi primo era una persona increíble pero era más de actuar con discursos o con formas diplomáticas y aunque Cristina haría la broma sin pensarlo pero siempre que hubiera un plan y mi plan era demasiado bueno como para que alguien lo estropeara por lo que debía ser alguien que me odiara o que no le cayera demasiado bien, es decir mi sospechosa es Laura pero no podía acusarla sin pruebas.
—Isabella, piénsalo bien— me dijo Rosa y la mire—Puede que la broma la haya hecho alguien sin intención de hacer mal—.
La mire seria.
—¿La has hecho tú?—le pregunte sin pensármelo dos veces haciendo que me mirara, Rosa negó con la cabeza y me miro algo sorprendida por la pregunta—No estoy diciendo que vaya a matar a nadie—deje claro y Matt río.
—Por dios, todos sabemos perfectamente que Isabella no mataría ni a una mosca—comento Matt y le mire cruzándome de brazos, pero ignore el comentario y mire a los demás, no estaba a favor de matar a nadie o de que alguien muriera pero lo que tenía claro era que necesitábamos saber quien era la cabeza detrás de todos mis problemas.
—Solo quiero ordenar las cosas, si alguien quiere fastidiar mis planes, por lo menos que me lo diga—deje claro y les mire—Nos hemos librado del señor Miller pero no será la ultima vez que lo veamos, porque lo hemos hecho mal— les deje claro haciendo que todos me miraran, si había algo que tenía claro es que las personas se iban de tu vida de diferentes formas, pero las personas que se iban sin un final adecuado eran siempre las que volvían y el señor Miller iba a volver de una forma mucho más dramática de la que se fue, por lo que necesitaba saber quien estaba de mi lado.