Narrado Isabella
Me quede sentada en una silla mientras miraba a Aurora tocar unos botones y esas cosas.
—¿Podría hacerte unas preguntas?—le pregunte y ella me miro para asentir y mirar de nuevo a las mini pantallas que le acompañaban, suspire para ordenar mis pensamientos—¿Cómo se llamaba tu marido?—le pregunte directamente, saque mi libreta para apuntar las cosas que me dijera, rápidamente hice un mapa de mi familia, es decir marque a mi padre, mi tía, Aurora y su marido, aún sin nombre.
—Peter—se limito a decir.
Apunte rápidamente su nombre. Me imaginaba un nombre super místico, no un nombre demasiado común pero quizás era una persona que venía de otro mundo, o no se, quizás los nombres no sean tan importantes en este mundo.
—No te contaré nada de como nos hemos conocido—dejo claro y la mire—Ni de donde viene, puede que seas mi nieta pero aún no se si puedo fiarme de ti—dejo claro haciendo que asintiera.
—¿Eres descendiente directo de Zira?—le pregunte, Aurora me miro directamente—Se que hubo dos hermanos Heylel y Zira, Zira estuvo condenada a estar aquí pero tu no te llamas Zira por lo que, necesito ayuda—le explique.
—No eran solo dos hermanos, eran ocho, Zira era la más pequeña—comento corrigiéndome y lo apunte.
—Solo necesito entender la historia, porque no estoy entendiendo nada, no se muy bien como puedo unir las cosas para comprender este mundo—le deje claro.
Adoro los libros de criminalista, esos libros en los que debo averiguar quien es el que ha matado a la persona que te presentan en el prologo, te dan personajes, poca información sobre ellos y debes ir uniendo todo, me gusta porque no hay vidas reales en fuego ni mucho menos era mi vida, que mi vida fuera la que tenía tantos misterios no me gustaba.
—La tribu de los Ángeles, era como se llamaba su hogar, estaba situado en un prado demasiado bonito, con casas pequeñas de madera, era una maravilla, esta familia tenia el don de viajar entre los planos, pero había una maldición a cambio la vida eterna, eso puede parecer divertido pero cuando ves a todos morir y tu no puedes, es demasiado doloroso y encima no te puedes matar a ti mismo, es horrible—dejo claro ella y me miro—Zira es mi abuela, ella estaba aquí encerrada por su don—.
—¿Cuántos años tienes?—pregunte directamente y me miro sería.
—No, esa no es la pregunta correcta—me dejo claro y la mire—No se la edad que tengo, ni los años que llevo aquí, el tiempo no es una concesión que yo pueda tener aquí—dejo claro y la mire.
—Bien, pues dime cual es el don de Zira—le deje claro y ella me miro sonriendo, creo que había dado con esa buena pregunta que ella quería que hiciera, no se porque pero estaba claro que ella quería tener una conversación concreta y me iba llevar a donde ella quería.
—Veía el futuro, el pasado y el presente—dejo claro y la mire—Era un peligro para su familia, nunca un gobernante de los Ángeles tuvo más de siete hijos por lo que estaba claro que eso implicaba algo, todos querían algo de ella, un consejo o saber cuando iban a morir, todo era caos para ella, la despertaban en la noche, por lo que la dieron tranquilidad y protección—me explico y le mire, no estaba segura que información iba a apuntar, estaba claro que nada iba a tener sentido ¿Ver el pasado? ¿El futuro? ¿El presente? Veía lo que las personas habían hecho, de quien podía fiarse pero al mismo tiempo tendría que ser una mierda que estuvieras como si nada te viniera cosas que viniera del futuro.
—¿Tú tienes esa habilidad?—le pregunte y ella me miro—¿Yo la tengo?—le pregunte.
No es que quisiera ver el futuro, saber lo que iba pasar solo me daba ansiedad, ya tenía demasiada ansiedad de pensar que pasaba e imaginarme mil escenarios en mi cabeza para estar preparado para lo que pudiera pasar, me sentía demasiado mal cuando pasaba algo que no tenía planeado cuando de la noche a la mañana cambiaba mi vida, me molestaba demasiado. Tenía mi vida organizada, un gran plan detallado a varios años vista, para estar ya organizada cuando pasara, estar preparada por lo que ver el futuro me ayudaría pero eso no significaba que quisiera hacerlo.
—No, o al menos no se ha demostrado que ningún heredero tenga sus mismos dones—dejo claro y la mire.
Suspiré algo aliviada, no es que estuviera muy segura de si esto era una alegría o algo triste pero estaba demasiado feliz de que las cosas no se complicaran, a ver eso de ser super woman no me disgustaba, aunque estaba muy enamorada de Marvel y todos sus héroes y heroínas, mucho antes de lo que me gustaba DC, no era una cosa que ocultara a todos pero esta claro que nadie esperaba que me gustaran los superhéroes, y ser uno de ellos no era algo que me molestara ¿Pero no era un poco loco? Ser la salvadora de la vida de mis amigos, eso sería genial, no me importaría quitar peso a sus vidas, el peso de la vida era demasiado, cuando cargábamos con dolor, no podíamos pensar bien pero yo lo podía aguantar, siempre lo he podido soportar, mi vida se basa en tener presión, pero ellos no lo merecen.
—Mira—me llamo Aurora y la mire. Dio a un botón y la puerta en la que estaba mis amigos se fue a una esquina y un circulo se abrió en el medio saliendo de ella siete puertas, la primera era negra con una calavera en ella, otras tres eran grises, identicas con un reloj de arena en ellos, uno tumbado y los otros girados, cada uno a un sentido, otra era blanca, vacía sin nada, otra era roja, otra azul y otra verde, estaba demasiado sorprendida—Cada hermano representa a una de las bases de la vida, estos son: el amor, la vida, la muerte, el tiempo pasado, el presente, el futuro, y sin dudarlo la naturaleza—dejo claro y le mire demasiado sorprendida.
—Pero es que Zira representa tres—me queje y ella me miro.
—Estos hermanos no tienen dones, no tiene poderes, no controlan esas cosas sino que la representan—dejo claro y le mire— Zira, tu bisabuela, representa el caos—dejo claro.
La mire.
—¿Tuviste siete hijos?—le pregunte.
Aurora me miro.
—La ultima vez que alguien tuvo siete hijos, fue el padre de Zira—dejo claro Aurora y le mire—Mi madre solo me tuvo a mi, mi padre murió demasiado joven como para poder tener otro, al menos me pudo tener en brazos porque mi Peter no pudo ni ver a sus hijos, por lo que no, nadie tuvo nada más que pocos hijos—dejo claro.
—¿De donde salen los hombres?—pregunte con intriga.
Me miro.
—De los portales, este lugar elige en un momento sin especificar, una persona que será la pareja de por vida de la guardiana—explico y le mire—Cada persona viene de una parte, no tenemos tantos años con esto como para indicar un patrón—me dejo claro y la mire.
—Si se necesita siete para que sean una muestra de cada parte de la vida, ¿Por que no mandan a más hombres?—le pregunte y me miro sería.
—Porque una parte importante de la maldición, es que solo podremos amar una vez en nuestras vidas, solo una vez y ese amor esta destinado a la destrucción—me dijo y la mire con miedo sin entender sus palabras—Y por lo que he visto, tu ya has entregado tu corazón, para siempre, ahora no tendrás otra opción que cuidar que no le pasara nada malo, que no muera—me dejo claro y le mire.
—Con super poderes sería mejor—deje claro y me miro—Matt solo sabe meterse en problemas, no puedo protegerle de todo—explique y me miro divertida, pero creo que ella no comprendía la magnitud de los líos que se metía Matt, a ver, a mi sus chistes me encantaban y era lo mejor del mundo, eso no lo dudaba por un solo segundo pero eso no quitaba que estuviera loco y que pasara lo que pasara, siempre iba tener una idea loca, sino solo teníamos que ver lo que causaba sus ideas, el cambio de habitaciones o el estar castigados por semanas, aunque todo merecía la pena.
—Solo ama, eso será el mayor refugio, es el mayor refugio casi siempre—me dijo y la mire demasiado sorprendida pero fueron palabras que me dejaron bastante más tranquila, aunque dudo llegar alguna vez a tranquilizarme.
Un ruido se hizo en la habitación, las siete puertas volvieron a desaparecer, se las trago la tierra y de un momento a otro de la puerta salieron corriendo Matt, Cristina y Aiden con la cara blanca, los tres se cayeron al suelo y la puerta se cerró volviendo a su lugar, me los quede mirando sin entender que pasa.
—¿Todo bien?—pregunte y me miraron sorprendidos.
—No—me grito Cristina y se levanto—Esa loca nos ha mandado a un sitio donde había un unicornio raro—se quejo y la mire.
¿Unicornio? Eso no son esos animales que eran como caballos pero con cuernos ¿verdad? No he tenido una infancia llena de cuentos y peliculas de fantasía, el cuento, el único cuento que mi abuela nos permitía escuchar era el de mi tía, el que siempre tuvo con ella, era lo único que podíamos leer o escuchar sino eran libros de literatura de verdad como decía mi abuela y pocas veces salían esos animales y si salían eran un poco tontos.
—Es un caballo con cuerno—me explico Aiden y asentí.
—¿No sabes lo que es un unicornio?—me pregunto Matt.
Le mire.
—O sea si pero no es que lo situaba en mi cabeza, no he leído muchas historias con esos animales—le explique haciendo que todos asintieran.
—Debí comentaros que no tocarais nada pero en teoría no había nada en esa zona, puede que haya notado vuestra esencia y ha ido a molestar, deberé buscar inhibidores de esencia—comento Aurora haciendo que todos la miraran sin entender nada.
—Tranquilos, os lo explicaré pero os juro que eso no es lo más raro que vais a escuchar—les deje claro haciendo que se calmaran un poco con las ganas de preguntar.
—Debéis iros, han pasado casi tres horas en vuestro lado y no quiero que eso os traiga problemas—nos dejo claro Aurora, con un movimiento de manos abrió el portal, me acerque a Aurora para darle la mano a modo de despedida, y sin decir nada más los cuatro salimos para volver a aparecer en el invernadero, estaba atardeciendo y era realmente bonito, no podía entender el concepto del tiempo pero otras muchas cosas tampoco.
El portal se cerró.
—Cuentas lo que te ha dicho y luego nosotros lo que ha pasado—me propuso Cristina y la mire.
—Lo vuestro seguro es más corto y divertido, necesito reír un poco—les deje claro, y me senté en uno de los sofás, esta vez si tenía hambre y mis neuronas estaban demasiado desgastadas así que agarre mi mochila para sacar de ella, unas pocas galletas y así comérmelas, estaba destrozada.
Todos se sentaron en los sofás dispuestos a decir cosas.
—Isabella—me llamo Chiqui desde la puerta del invernadero y le mire, esperaba con todas mis fuerzas que no hubiera visto el portal cerrarse—Aiden, me alegro de que estéis juntos—dijo y le mire.
Chiqui no es un profesor común, no es de esos profesores de clase antigua, se preocupa por sus alumnos y lo que ama es enseñar, por lo que hace su trabajo mejor que nadie, le dedica tiempo a cada uno de sus alumnos, haciendo que comprendamos las matemáticas lo mejor posible, nunca duda en dejarlo todo por sus alumnos y ayudarnos, y eso que es difícil para él, su asignatura es la más odiada y los profesores de matemáticas normalmente son los más odiados.
—Creo que deberíamos hablar en privado—añadió Chiqui y le mire.
—Nos lo van a contar, sea lo que sea—dejo claro Cristina y la mire pero es que tenía razón, si no se lo contaba Aiden se lo contaría yo porque es que no nos iba a quedar otra, eran nuestros mejores amigos y parejas.
Chiqui suspiro con fuerza haciendo que le mire.
—Han llamado de vuestra casa—nos comento y me agarre a mi silla demasiado nerviosa—Vuestro abuelo esta bastante grave y le quedan pocos días por lo que quieren que vayáis a despediros—dijo.
Me quede sorprendida.
Mi abuelo, era la mejor persona de toda mi familia, era una luz, el mejor hombre del planeta enterró, no había una cosa que el no hiciera bien, sonreía y trabajaba demasiado bien, mi abuelo era lo mejor que teníamos en nuestra familia.
Agarré con fuerza la mano de Matt mientras intentaba respirar y poner mi mente en funcionamiento.
—Tranquila, habíamos planeado ir a Monte Alto, iremos esta misma noche—me dijo Cristina mientras agarraba a Aiden la mano—Te ayudaré ha hacer la maleta, tranquila, o te la hago yo misma—me lo dejo claro y asentí.
—Llamaré a mi madre, nos dejarán el avión privado y llegaremos antes—me dijo Matt y beso mi mejilla—No estáis solos, os ayudaremos en todo—dejo claro.
No importaba si estábamos solos o acompañados, no importaba nada en este mundo, solo había dos cosas que me separaban de la paz, unos kilómetros, unos miles de kilómetros que distancia, unos miles de kilómetros que eran sufrimiento y la segunda era menos fácil de ser solucionada, porque a menos de que viniera el mismísimo Dios o quien hiciera de la muerte en este mundo retorcido, y pudiera suplicarle para que parara el mundo, las cosas no iban a cambiar. Solo puedo hacer una cosa, respirar, y rezar para que las cosas dejen de empeorar porque me siento en una burbuja de negatividad de la que no iba a salir. La muerte es dolor y tristeza, odiaba la muerte.