Foster Alms tenía 20 años, estaba en el segundo año de su carrera universitaria como Asesor de Finanzas, le iba bien como repartidor de medio tiempo y cubría con eso algunos de sus gastos, además, el viejo Tommy le dejaba comer las pizzas que quedarán de noche y se ahorraba el dinero de su cena diaria.
Esa noche tuvo un pedido, eran entradas las doce y pedaleó con fuerza para que la bicicleta fuese rápida como un rayo, sintiendo el calor de la caja cuadrada en su espalda, su boca se hacía agua de imaginar la delicia hecha con todas las sobras de la noche que le estaría metiendo al horno Tommy en ese mismo instante.
El edificio no tenía muchas plantas por lo que agradeció que el pedido se entregara en un segundo piso, trotó por las escaleras y tocó la puerta que se le había ordenado: 13. Abrió una chica, miró sus piernas muy blancas y cuando volvió la vista a su rostro quedó petrificado.
Era tan blanca como… bueno, no sabía explicarlo, su palidez era absoluta, sus cejas y sus pestañas eran como de nieve y Foster pestañeó un par de veces tratando de debatir si era real o si sólo, quizás, el tabaco de marihuana que había fumado previamente le había empezado a causar alucinaciones. Ella sonrió mostrando todos los dientes, sus labios eran gruesos y provocativos, todo en ella lo era, aunque estaba tan aturdido por su rostro que no había chequeado su cuerpo, su boca sí que se abrió cuando vio sus regordetes pechos detrás de un brasier blanco, su abdomen era plano y tenía un lunar junto al ombligo, su cintura era estrecha, Foster se preguntó si la rodearía por completo con sus dos manos haciendo una circunferencia, sus caderas eran gruesas y sus curvas delicadas viajaban a unos gruesos muslos desnudos, usaba un diminuto short que no disimulaba absolutamente nada, incluso la forma redondeada como una manzana de su coño se dibujaba en la tela rosa, no podía ver sus nalgas, pero debían ser tan espectaculares como el resto de esta peculiar mujer.
-¿Hola?- habló ella con voz divertida, él sintió sus pálidas mejillas enrojecer, seguramente se le había quedado mirando más tiempo del adecuado, ¡Qué puta vergüenza! Pero ya qué, pensó, era una visión mágica y dudaba volver a ser llamado por esa chica, así que sí, se la comería al menos de vista, o eso pensaba hasta ese instante.
-Discul… Disculpe, buenas noches- tartamudeó y le tendió la caja de cartón con una pizza dibujada arriba en tonos verdes y rojos-Aquí está su pizza, son 6,10- ella no dejaba de sonreír mientras abría más la puerta y recibía con ambas manos la entrega, se inclinó un poco más y la vista del chico se perdió en sus pechos, ella dio la vuelta y la teoría de Foster se comprobó cuando vio aquel precioso par de algodones rebotar sin ser cubiertos más que hasta la mitad por esa ajustada tela rosa.
-Dame un segundo, cariño- pidió con voz dulce, Malía le mostró su culo y sabía que debía estar mirándolo con un charco de baba en el suelo, no sentía nada y mientras fingía buscar el dinero que hace diez minutos estaba debajo de su brasier, se inclinaba más para dejar una buena vista al pobre hombre que aunque no tenía mal ver con esos gruesos brazos suyos, no era en definitiva su favorito- ¿Tienes cambio para uno de 20?- preguntó dándose la vuelta para caminar hasta él, Foster negó con la cabeza, en parte porque no tenía el cambio, y en parte porque necesitaba despegar su hormonal cabeza. Ella hizo un puchero y abrió más la puerta-Pues, ¿Crees que puedas pasar un rato? Creo que tengo cambio en monedas pero debo buscar bien- explicó y de pronto Foster se puso nervioso.
-Eh… Si quiere la puedo esperar aquí, no hay problema- dijo apresurado- No quiero que tenga algún inconveniente con su pareja- escuchó la risa de la desconocida y le pareció el sonido más espectacular del mundo. Quizás debió de pensar en el canto hermoso y mágico de las sirenas para atraer a los marinos y luego devorarlos por completo.
-No seas tonto, por favor, pasa. No hay nadie que se pueda molestar por eso- dijo sonriendo y él aceptó, ella cerró la puerta a sus espaldas y Foster paseó la vista por el pequeño apartamento sin mucha decoración. Volvió la vista a la chica que buscaba algo entre los muebles y exhibía aún más que antes su trasero para su placer- ¿Cómo te llamas?- le preguntó ella y él tragó grueso antes de responder.
-Fos...Foster- dijo él mirando esos extraños ojos grises claro, pero ¿Que no era raro en aquella mujer?
-Es un placer conocerte, Foster. Yo soy Malía- dijo ella y él sonrió tanto como ella- Creo que no paso de los 4 dólares, me temo- dijo mostrándole un montón de centavos en su mano izquierda y con un nuevo puchero en la boca, él sintió de pronto su garganta seca y tragó grueso- ¿Crees que podremos llegar a un acuerdo?
Parecía algo salido de una película porno, Despierta, Foster, se dijo a sí mismo, no quedes como un estúpido delante de ella.
-Ehh, no te preocupes… Yo, yo puedo pagar el resto con mi quincena- dijo él y ella negó con la cabeza acercándose hacia él
-No, no, no habló de eso, jamás te pediría eso- dijo con seguridad, sus ojos pasearon por los labios de Foster, provocando, como todo lo que hacía, cuando conectaron miradas bajó el tono de voz- Hablo de pagarlo de una manera satisfactoria para ambos, ¿No crees que eso sería excelente, cariño?- sin Foster notarlo, sus manos estaban envueltas en la cintura de Malía y la atraía para sí, mientras sus bocas se encontraban en un apasionado beso, de parte suya claro está, porque de su parte no sentía más que asco, y ganas de acabar con él de inmediato, pero sabía que debía ser paciente, no era sino hasta después de que derramara su semilla, estaba estipulado en el contrato y ese era un castigo extra para ella, regalado por los malditos demonios.
Agarró las manos del chico y las bajó hacia sus nalgas, no tuvo que impulsarlo mucho, porque las masajeó y acarició como todo un experto, ella lo guió hasta su habitación, donde lo dejó caer sobre el colchón, cabalgandolo con maestría, le sonrió desde lo alto y sintió el prometedor paquete contra su coño abierto.
-Quiero que me cojas, Foster- pidió con aquella voz delicada que no combinaba para nada con la naturaleza de sus palabras, pero él no pudo hacer más que calentarse, y su mástil erguido más contra sus pantalones urgía una liberación.
Ella abrió la hebilla de su correa para luego apartar su botón y cierre, aquel monstruo prisionero en una tela de cuadros del boxer que su dueño usaba, fue liberado de inmediato, y ella no dudó en masajearlo con ambas manos causando sensaciones maravillosas en el cuerpo del muchacho, Foster bajó la vista para ver a la hermosa albina escupir con esa delicada boquita suya sobre el falo para correr la saliva sobre todo el m*****o, parecía irreal y creía nunca olvidar ese momento.
Cuando Malía se sintió satisfecha, brincó sobre su m*****o, ajustando así aquel pedazo dentro de su apretada v****a, su boca se abrió, no por placer sino por simple costumbre y Foster se sintió tensar dentro de aquel apretado coñito.
No tuvo que menearse muchas veces, porque el precoz muchacho acabó minutos más tarde, aunque no duró mucho, ella se sintió bien, no todos los días le tocaba un chiquillo, y sin duda los prefería antes que a los más maduros. ¿La razón? Podía acabar con sus vidas más rápidamente. Y fue en medio de su liberación que Foster vio con terror aquella hermosa figura transformarse en algo sin forma, oscuro y lleno de colmillos. No sabía qué era pero su sufrimiento no duró mucho, así como sus gritos. 3 segundos tardó Malía en devorarlo para terminar visitando el baño cortamente y ducharse, retirando los restos de semen de su cuerpo, se puso una pequeña braga color celeste y fue por la pizza, que para el momento estaba fría, pero su hambre era tan intensa que sin dudar la engulló de inmediato.