Decisiones Imposibles

1628 Words
—Valeria, tú no tienes que... —Sí tengo. Porque esto no es solo tu problema. Es nuestro. Alexander cerró los ojos, como si sus palabras le dolieran y lo aliviaran al mismo tiempo. —Hay una opción —dijo finalmente—. Pero no te va a gustar. —Dime. —Podemos adelantarnos. Decirle la verdad a mi abuelo antes de que Victoria publique nada. Confesar todo: el matrimonio falso, el contrato, las razones. Valeria sintió que se le helaba la sangre. —¿Y perder la herencia? —Probablemente. Pero al menos sería en nuestros términos, no en los de Victoria. —¿Y tu empresa? ¿Todo por lo que has trabajado? Alexander la miró con una intensidad que le cortó la respiración. —Vale menos que tú. Las lágrimas picaron en los ojos de Valeria. —No puedes decir eso. —Puedo y lo hago. He construido imperios, Valeria. Puedo construir otro. Pero tú... tú eres única. Valeria se levantó, necesitando espacio para pensar. Caminó hasta la ventana, mirando la ciudad iluminada abajo. —Hay otra opción —dijo suavemente. —¿Cuál? Se giró para mirarlo. —Yo me voy. Anulamos el matrimonio, dices que fue un error, que descubriste que yo te había engañado. Victoria consigue lo que quiere, tu abuelo nunca sabe la verdad. Alexander se puso de pie de un salto. —Absolutamente no. —Alexander... —No, Valeria. No voy a dejarte cargar con esto. No voy a destruir tu reputación para salvar la mía. —¿Y qué hay de mi madre? El tratamiento... —Lo pagaré de todos modos. Todo. Sin condiciones. —Eso no es justo para ti. Alexander cruzó la distancia entre ellos en tres pasos, tomándola por los hombros. —¿Justo? Nada de esto es justo. No es justo que Victoria te esté usando como peón. No es justo que Marcus casi te matara. No es justo que hayas entrado en este infierno por desesperación. —Pero quedarme podría destruirte. —Y perderte definitivamente me destruiría. Se miraron en silencio, el peso de la decisión colgando entre ellos. El teléfono de Valeria sonó. Era un número desconocido. Contestó con manos temblorosas. —¿Diga? —Señora Voss. Qué placer escuchar su voz de nuevo. Era la misma voz distorsionada de antes. La que había amenazado a su madre. —¿Quién eres? —Eso no importa. Lo que importa es que tengo información que podría interesarte. Sobre Victoria Sandoval y su pequeño chantaje. Valeria puso el altavoz. Alexander se acercó inmediatamente. —¿Qué información? —Victoria no es tan inteligente como cree. Dejó un rastro. Correos electrónicos a Marcus, transferencias de dinero, mensajes de texto. Estaban trabajando juntos. —¿Por qué nos dices esto? —Porque Marcus me debe dinero. Mucho dinero. Y ahora que está en la cárcel, Victoria es mi mejor opción para cobrarlo. Pero si ustedes le destruyen la vida, yo cobro de su seguro de vida. Es una situación donde todos ganan. —¿Quién eres? —exigió Alexander. —Alguien que sabe cómo funciona este mundo, señor Voss. Revisen su correo. Les acabo de enviar todo lo que necesitan. La línea se cortó. Alexander ya estaba abriendo su laptop. Segundos después, su expresión cambió. —Dios mío. Es real. Todo está aquí. Correos entre Victoria y Marcus planeando todo: las amenazas, el robo del contrato, incluso el momento del disparo. Valeria leyó por encima de su hombro, sintiendo que la esperanza renacía en su pecho. —Esto es... esto es suficiente para meterla a la cárcel. —Es suficiente para destruirla completamente. Se miraron, el mismo pensamiento cruzando sus mentes. —Tenemos que actuar rápido —dijo Alexander—. Antes de que publique el contrato. Tomó su teléfono y marcó. —Necesito que vengas a la penthouse. Ahora. —Pausa—. No, no puede esperar hasta mañana. Trae al mejor abogado penal que tengas. Colgó y se giró hacia Valeria. —Esto termina esta noche. Una hora después, la penthouse estaba llena. Dos abogados, el jefe de seguridad de Alexander, y un detective privado que había estado investigando a Marcus. —Con esta evidencia —dijo uno de los abogados—, podemos acusar a Victoria de conspiración, extorsión, y complicidad en intento de asesinato. —¿Cuánto tardaría? —preguntó Alexander. —Con una orden judicial urgente, podríamos tener una orden de arresto para mañana en la mañana. —Háganlo. Valeria observaba todo en silencio, procesando la rapidez con la que todo estaba cambiando. Cuando todos se fueron, se quedó sola con Alexander en la sala. —Se acabó —dijo él suavemente—. Victoria no puede lastimarnos más. —¿Y el contrato? ¿Todavía lo tiene? —Su abogado está obligado a entregarlo como evidencia. Una vez que esté bajo custodia policial, quedará sellado. Valeria sintió que un peso enorme se levantaba de sus hombros. —No puedo creerlo. Realmente se acabó. Alexander se acercó, tomando su rostro entre sus manos. —Pero eso nos deja con una pregunta importante. —¿Cuál? —¿Qué hacemos ahora? Ya no hay amenazas. Ya no hay chantaje. Solo quedamos tú y yo, y un contrato que ya no necesitamos seguir. El corazón de Valeria latía con fuerza. —¿Qué quieres hacer? —Quiero romper ese maldito contrato. Quiero que te quedes porque quieres, no porque tienes que hacerlo. Quiero... —Se detuvo, luchando con las palabras—. Quiero intentar algo real contigo. Sin fechas límite. Sin pagos. Solo nosotros. Valeria sintió las lágrimas rodar por sus mejillas. —Alexander... —Pero solo si tú quieres. Si prefieres irte, si esto es demasiado, lo entenderé. Te daré el dinero que prometí, te ayudaré a establecerte, y... Valeria lo silenció con un beso. Fue diferente a todos los anteriores. No había desesperación ni miedo. Era suave, tierno, lleno de promesas. Cuando se separaron, ambos estaban sin aliento. —Eso es un sí, espero —murmuró Alexander. —Es un "estoy aterrorizada pero quiero intentarlo". ¿Es suficiente? Alexander sonrió, esa sonrisa rara que transformaba su rostro. —Es perfecto. La besó de nuevo, esta vez con más intensidad. Sus manos encontraron su cintura, atrayéndola más cerca. Valeria enredó sus dedos en su cabello, perdiéndose en la sensación. —Tu brazo —murmuró él contra sus labios—. Tengo que tener cuidado con tu brazo. —Mi brazo está bien. —Valeria... —Alexander, llevo semanas esperando esto. No arruines el momento siendo sobreprotector. Él se rió, el sonido bajo y cálido. —Imposible. La levantó en brazos, haciéndola gritar de sorpresa. —¿Qué haces? —Llevarte a la cama. La tuya, la mía, no me importa. Pero si vamos a hacer esto, vamos a hacerlo bien. —¿Y qué es "hacerlo bien"? Alexander la miró con una intensidad que le robó el aliento. —Lento. Cuidadoso. Como si tuviéramos todo el tiempo del mundo. La llevó a su habitación, la de él, depositándola suavemente en la cama. La luz de la ciudad entraba por las ventanas, bañándolos en un resplandor suave. —¿Estás segura? —preguntó él, su voz ronca—. Porque si hacemos esto, todo cambia. —Ya cambió. Hace semanas. Alexander se inclinó sobre ella, sus labios encontrando los de ella en un beso que prometía todo. Esa noche, entre sábanas de seda y promesas susurradas, Valeria y Alexander dejaron atrás el matrimonio falso y se adentraron en algo infinitamente más peligroso. Algo real. --- Valeria despertó con la luz del amanecer. Estaba acurrucada contra el pecho de Alexander, su brazo rodeándola protectoramente. Por un momento, sintió pánico. ¿Habían cometido un error? ¿Habían complicado todo irreparablemente? Pero entonces Alexander se movió, atrayéndola más cerca, y murmuró contra su cabello: —Deja de pensar tanto. Puedo escucharte desde aquí. Valeria sonrió a pesar de sí misma. —¿Cómo sabías que estaba despierta? —Tu respiración cambió. —Abrió los ojos, esos ojos grises estudiándola—. ¿Arrepentida? —¿Debería estarlo? —Esa no es una respuesta. Valeria se giró para quedar frente a él. —No. No me arrepiento. Estoy asustada, confundida, pero no arrepentida. —Bien. Porque yo tampoco. Su teléfono sonó en la mesita de noche. Alexander lo ignoró, pero siguió sonando. Con un suspiro frustrado, contestó. —¿Qué? —Su expresión cambió—. ¿Cuándo? ... Perfecto. Gracias. Colgó y miró a Valeria con satisfacción oscura. —Victoria fue arrestada hace una hora. Cargos de conspiración y extorsión. Su abogado intentó esconder el contrato, pero la policía lo confiscó. Está sellado como evidencia. —¿Y tu abuelo? —Nunca lo sabrá. El contrato es confidencial ahora. Oficialmente, seguimos siendo el matrimonio perfecto. Valeria se incorporó, cubriendo su cuerpo con la sábana. —Pero no lo somos. No legalmente. El contrato especifica un año. Alexander se sentó también, tomando su mano. —Entonces hagámoslo real. Vayamos ante un juez y anulemos el contrato. Luego, si quieres, nos casamos de nuevo. Esta vez por las razones correctas. —¿Me estás pidiendo que me case contigo? ¿Otra vez? —Eventualmente. Cuando estés lista. Sin presiones, sin plazos. Solo cuando ambos estemos seguros. Valeria lo miró largamente, viendo al hombre que había sido y al hombre que estaba convirtiéndose. —Pregúntame en seis meses. —¿Es eso un sí eventual? —Es un "vamos a ver qué pasa". ¿Es suficiente? Alexander la besó suavemente. —Es más que suficiente. Pero ninguno de los dos sabía que, en los próximos meses, enfrentarían pruebas que pondrían a prueba cada promesa que acababan de hacerse. Porque el amor real nunca es fácil. Y ellos apenas estaban comenzando.
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