Una semana después, la vida comenzaba a parecerse a algo normal.
Volkov estaba en prisión preventiva esperando juicio. Los cargos eran extensos: secuestro, intento de asesinato, tráfico de armas, y una docena más. Los fiscales decían que nunca volvería a ver la luz del día.
Mikhail había regresado a Berlín, pero mantenía contacto. Llamaba a Sofía cada pocos días, agradecido pero todavía procesando todo.
Alexander y Valeria regresaron a la penthouse. La seguridad seguía siendo estricta, pero la sensación de amenaza constante había desaparecido.
Valeria tenía ahora tres meses de embarazo. Su vientre comenzaba a notarse bajo la ropa suelta. Las náuseas matutinas habían disminuido, reemplazadas por un apetito voraz.
—Necesito pickles y helado —anunció una noche.
Alexander, que estaba rev
