Sofía había volado en helicóptero antes, pero nunca de noche, nunca sobre el océano n***o y amenazante. El viento sacudía la pequeña nave mientras se acercaban a las coordenadas.
—Tres minutos —anunció el piloto.
Dimitri le revisó el micrófono oculto por tercera vez.
—Recuerda, treinta minutos. Habla, negocia, haz lo que tengas que hacer. Pero dame treinta minutos.
—Lo sé.
—Si las cosas se ponen feas antes...
—Lo sé, Dimitri. —Sofía le tocó el brazo—. Voy a estar bien.
Pero su corazón latía tan fuerte que estaba segura de que todos podían escucharlo.
El barco apareció ante ellos: un yate de lujo de cincuenta metros, todas las luces encendidas. Parecía una fiesta flotante, no el escenario de un rescate.
Aterrizaron en la cubierta. Cuatro hombres armados los esperaban.
—Solo la chi
