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Entre las sombras (Nocturnos 2do libro)

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Blurb

Desde niña Evangeline Rain ha soñado en casarse con el hombre perfecto y cuando conoce a Draco Breisacher parecía que su sueño estaba a punto de hacerse realidad, sin embargo, los secretos que abundan en torno a él encienden la duda en su interior y las irrefrenables ganas de saber qué es lo que oculta.

Draco no es el hombre perfecto con quien ella planeó envejecer hasta el momento del último suspiro de vida, en especial porque él es… ¿inmortal?

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Capítulo I
UN AÑO ANTES Evangeline miró a los dos hombres delante de ella, extremadamente altos y musculosos quienes la observaban con una sonrisa burlona. Enseguida supo que iba a morir, sus piernas temblaban y no hizo más que retroceder, fue entonces cuando sintió a otro más detrás de ella. Gimió aterrada e involuntariamente giró la cabeza encontrándose con un par de ojos índigo que hicieron que su pulso se acelerara incluso más que anteriormente cuando había corrido para alejarse de ese par de hombres. ¡Estaba perdida! Ese hombre estaba hecho para el pecado, podía ver que su cuerpo fibroso a través de la ropa era más alto que el par a sus espaldas, quizás un metro noventa. De su rostro apenas podía ver su perfil por la luz de la luna que apenas llegaba, sin embargo lo poco que vio hizo que su garganta se secara. ¿Podría haber un hombre más guapo en el mundo? Como decía su hermana ¡Era caliente como el infierno! ¿Es real? Se preguntó Evie, estaba allí ante ella tan imperturbable y en un silencio tan aterrador que la hizo volver a la realidad. ¡¿Por qué seguía allí comiéndose a ese hombre con la mirada cuando lo que debía hacer era huir?! Estaba claro. Él la había dejado sin defensa alguna al mostrarse ante ella con ese bello rostro de ángel oscuro. ¡Maldita fuera su suerte, ese día ni siquiera se había pintado los labios! ¡Basta de tonterías Evie! —Se reprochó— ¡No quieres llamar su atención, sólo quieres huir! ¡Huye! Pero la verdad era muy distinta a la realidad. Nuevamente giró su vista hasta los hombres que la habían perseguido anteriormente y dio un paso para escapar pero tan rápido como lo hizo ambos estaban en segundos a su lado. Para su sorpresa no la tocaron porque el hombre con el que se había quedado embelesada los había golpeado en un parpadeo dejándola completamente estupefacta. ¿No era uno de ellos? Se preguntó sorprendida. Cuando él apartó la vista de ambos sus ojos se fijaron en ella una vez más y un destello brilló en ellos. —No deberías estar sola a estas horas de la noche. Pero Evangeline ni siquiera podía articular palabras, su presencia era tan imponente que de cierta forma la intimidaba un poco. Como si él pudiera leer sus pensamientos sonrío tendiéndole la mano y antes que fuera consciente de lo que hacía, ella la tomó. Algo saltó entre ellos como una especie de magnetismo, oculto ante los ojos de ella pero claro antes los de él. Draco apretó los dientes al sentir sus dedos de seda abrazarse a su mano. Él ansiaba su toque más que nada en el mundo pero no podía asustarla ahora que la había encontrado. Esa mujer sería su tesoro y la cuidaría del mundo entero incluso si eso significaba su propia destrucción. —Muchas gracias por salvarme —habló mediante un titubeo. Su tono de voz dulce lo encendió por completo sumándole el olor a vainilla que desprendía de su piel. Sonrió tratando de frenar su libido, la haló y pronto salieron de aquel callejón oscuro llegando hasta su auto. —Es mi deber salvar a las chicas hermosas del peligro —dijo con diversión a lo que ella respondió con una sonrisa y un sonrojo absolutamente adorable—, permítame escoltarla a su castillo, princesa. Su voz ronca sonó como una caricia que le tocaba el alma, lo sintió tan cerca que se estremeció. Ella nunca había sido tan atolondrada, intrépida y mucho menos confiada como sus hermanas pero algo en él le quitaba el recelo, le daba confianza. Por una vez dejaría de ser la prudente de las hermanas Rain, aunque después de todo él la había salvado, se merecía su confianza ¿O no? —Soy Draco, prometo llevarte sana y salva a casa, además de mantener las manos alejadas de ti… a menos que no quieras eso. Evangeline se ruborizó furiosamente mirándolo como si no creyera lo que acababa de decir. —Yo...soy Evangeline ¡Y definitivamente quiero que mantengas las manos alejadas de mí! Pero aquello era mentira y ambos estaban conscientes de ello. * ¡Estaba en casa! Su corazón se agitó enseguida por la emoción y los nervios que sintió al ver a través del cristal de la ventana el inmenso lugar al que llamaría hogar a partir de ese momento. Siempre había soñado con casarse con un hombre como Draco, caballeroso, educado, seductor, guapísimo y con ese toque de misterio que lo hacía aun más tentador ¡Y los dioses la habían escuchado! Ahora se encontraba felizmente casada con ese hombre quien sonreía al verla con la mirada fija en la entrada. Junto con llegar Draco abrió la puerta para ella quien no pudo evitar removerse ansiosa por conocer a la familia de su esposo mientras que él lucía tan relajado y seguro como era de costumbre. Evangeline dirigió su mirada alrededor, el lugar parecía tranquilo pero un aire de frialdad y oscuridad lo envolvía haciendo que ella frunciera el ceño, nunca pensó que un hombre tan cálido como Draco pudiera vivir en un sitio tan sombrío. Sacándola de sus pensamientos él tomó la mano pequeña de ella y sin titubeos entró por la gran puerta. De repente un escalofríos cruzó por su piel ocasionando que se intimidara no obstante sabía que debía acostumbrarse pues a partir de ese momento ese sería su hogar. Draco quien era consciente de la inminente lucha que tenía su esposa entre correr y aferrarse a él le apretó la mano para después llevarla a la amplia sala donde estaban cinco personas que formaban parte importante en su vida. Sabía que ella estaría nerviosa porque no tenía ni idea de cómo la iban a recibir en casa, si ella supiera que era importante que estuviera allí para todos ellos, pero podía entender su duda ya que a pesar de que ambos se habían casado Draco no invitó a nadie de su familia, sabía que la pregunta que rondaba por su cabeza era si su familia aprobada su matrimonio. Ella no tenía porque saber que le deba igual lo que ellos pensaran de ambos sencillamente porque ellos se pertenecían el uno al otro y nadie nunca podría separarlos ni siquiera las necedades de su familia. —Evangeline, esta es mi familia, Ziam mi hermano, Chrysanthe y Cyrene mis primas, Kyrios mi mejor amigo y Rhodo mi tía, ya les había hablado de mi esposa. Un silencio incómodo se formó y bajo las miradas críticas de la familia de Draco, en ese momento se sintió una completa intrusa siendo escudriñada bajo esas miradas se ruborizó notablemente y se removió sin soltar la mano salvavidas de su esposo antes de atreverse a hablar. —Estoy encantada de estar aquí al fin. Pero nadie respondió ante su titubeo sin embargo no dejaban de mirarla con el ceño fruncido como si le reprocharan algo en silencio. Fácilmente se daba cuenta de que no les gustaban en absoluto su presencia allí, mucho menos que estuviese casada con Draco. Entonces su esposo entró en escena halándola. —Vamos. Soltó su mano y envolvió la de él en su estrecha cintura conduciéndola por un pasillo oscuro como casi todo en esa casa que la ponía de nervios. ¿Quién pintaba las paredes de n***o? Sumándole que mantenían las ventanas tapadas con gruesas cortinas vinotinto que no dejaban entrar ni siquiera un rayo de luz.— ¿Por qué esto está tan oscuro Draco? Me estoy poniendo nerviosa. Le escuchó reír e inevitablemente ella misma sonrió, adoraba su risa ya que pocas veces podía deleitarse escuchándola, sólo cuando estaban a solas cosa que nunca había entendido de él. —Este es el estilo de mi prima Chrysanthe —aclaró Draco—, cuando quieras puedes cambiar todo. — ¿En serio? —preguntó con ojos brillantes. Emocionada le echó los brazos al cuello y él la miró sonriendo, entonces aprovechó para darle un beso en la mejilla. Claramente se dio cuenta que alguien los veía ya que pudo escuchar un jadeo detrás de ambos pero los dos lo ignoraron, Draco por su parte no dejó de mirarla y acariciar el cabello que caía en suaves hondas por su espalda. —Sin embargo no haré nada en absoluto aunque esto sea un poco tétrico, soy una intrusa y no quiero que me odien, mientras esté contigo todo está bien, me protegerás de la oscuridad —añadió burlona. Como si sus palabras tuvieran un tras fondo que lo hubiesen tocado los ojos de él proyectaron dolor que no duró mucho tiempo ya que desvió la mirada enseguida. —No eres ninguna intrusa preciosa, eres mi mujer y todo esto te pertenece. Con ojos cargados de alegría le sonrió causando algo que Draco nunca creyó posible antes de conocerla, que su corazón se estremeciera. Evie parecía no ser consciente de lo que provocaba en él, ella ni siquiera era consciente de que con una sola sonrisa suya podría hacer que él estuviera de rodillas ante ella y besara el suelo por donde pasara, Evie siempre sería su perdición pero estaba tan agradecido por ello. Sin molestarse a ver si alguien los veía ella se lanzó hacia sus labios tomándolos con una pasión feroz que los embriagó ocasionando que ambos anhelaran mucho más. Draco miró atrás de ella y la haló haciéndola entrar a una amplia habitación que no pudo mirar más de dos segundos pues de un momento a otro se encontraba acorralada entre la puerta y el pecho de su esposo. Alzó la mirada encontrándose con los ojos azules que tanto le gustaban y con su sonrisa que calentó su corazón. —Al fin, mía —dijo en casi un ronroneo. Estaba tan absorto a todo, lo único que necesitaba en esos momentos lo tenía entre sus brazos, solo la necesitaba a ella para sobrevivir. Draco comenzó a besar su cuello y tímidamente ella abrazó sus hombros musculosos. No quería separarse de él por ningún motivo, desde que lo había conocido hacía un año atrás se había dedicado a enamorarla y aunque al principio había sido dura con él, su dulzura supero todas sus barreras. Sus mejillas se colorearon presagiando lo que venía a continuación pero estaba preparada para eso. —Haré que desaparezca toda esa vergüenza que sientes ángel y en su lugar solo quedará el placer que te haré sentir —gruñó contra su oído erizándola por completo. Su cuerpo respondía fielmente a su cercanía y toque, ahí ambos se sentían en el edén, sus besos fueron bajando más y más entonces literalmente le arrancó la camisa con rudeza y eso encendió su fuero interior mucho más, le estaba gustando bastante ese lado salvaje de su marido, tanto como nunca imaginó. Sus labios rozaron su pecho aún sobre el sostén mientras que la miraba a los ojos, Evangeline se sentía avergonzada pero más que eso emocionada, lo amaba demasiado y ansiaba febrilmente tenerlo cerca, tocarlo, amarlo, siempre lo había sabido desde el momento en que lo vio aunque no lo admitiría nunca a él. Como si hubiese leído sus pensamientos Draco sonrió. A continuación llevó sus manos a la espalda delicada deshaciéndose de la molesta prenda que los separaba, rápidamente tomó un pezón en la boca mientras que con la mano acariciaba el otro ocasionando que soltara un jadeo ante la sensación de su barba haciendo contacto contra su piel desnuda embelesándola por completo, quería más de él. De hecho no solo lo quería, si no de una extraña manera lo necesitaba. Le urgía unir ambas pieles y abrazarse a él buscando la perfección de un clímax máximo que estaba segura con su Draco encontraría. Dejó de hacer lo que estaba haciendo para cargarla estilo nupcial hasta la gran cama de la habitación lo que la hizo sonreír en medio de su éxtasis. —Había olvidado que debía hacer esto al entrar en la habitación, lo siento cariño —añadió con voz tan ronca que hizo que su piel se erizara. Para completar sus palabras le dio un beso en los labios mientras que ella no hizo más que sonreír encantada. Después de acostarla en su cama comenzó a desabrochar su blue jeans y a deslizarlo hasta que los lanzó al suelo. Evangeline trató de no sentir más vergüenza, después de todo él era su esposo lo que estaban haciendo no era ningún pecado, solo se dejaría amar por él. Draco se deleitó mirándola mientras llevaba su mano hasta su mejilla y la acariciaba, estaba encima de ella justo como siempre había querido desde el primer momento que la había visto pero no dejaba caer su peso a penas se rozaban, él quería más, mucho más de ella, todo lo que pudiera tener de su Evangeline y aquello no consistía solo en tomar su glorioso cuerpo sino también poseer su dulce corazón. Primero empezó a repartir besos por su rostro, desde la frente hasta la barbilla, sin dejar de hacerlo ella pudo sentir que una de sus manos acariciaba su parte más íntima sobre las bragas rosas, entonces jadeó de sorpresa nuevamente, no esperaba que la tocara en ese punto que la volvía frenética mientras la besaba con tanta dulzura. Draco no pudo evitar sonreír, ella era toda inocencia y sensualidad, era tan perfecta para él que sintió que su pecho se oprimía de felicidad por al fin tenerla con él, algo que nunca había pensado conseguir en su vida. Temeraria Evie comenzó a tocar su pecho con la yema de los dedos deseando hacerlo sentir tan bien como él la hacía sentir a ella, sin poder evitarlo Draco suspiró a la vez que ella comenzaba a bajar la mano aun más hasta que finalmente la introdujo en su pantalón deseando que él ya estuviera tan desnudo como ella, no podía hacer mermar el torrente de sentimientos que se albergaban en su vientre en ese momento. Draco dejó de besarla y buscó su rostro algo sorprendido, Evie por otro lado sonrió tratando de parecer pícara al mismo tiempo que movía la mano encontrándose con su dureza la cual titubeante acarició levemente sin dejar de mirar los ojos de su esposo, desafiándolo, adorándolo. Esos ojos ya no eran azules, el color era algo bastante extraño y tan oscuro como la noche misma, antes de que pudiera pensar en algo más Draco asaltó su boca sin compasión para luego sacar su mano de entre sus pantalones. Evangeline soltó un suspiro de desilusión al pensar que a él no le había gustado su atrevimiento pero un momento después pudo ver la rapidez con la que se deshacía de los pantalones haciendo que su confianza volviera a surgir, solo pudo sonreír satisfecha. La boca se le secó al darse cuenta que no llevaba bóxers así que podía ver su gloriosa excitación a plenitud, acto seguido en los ojos de él brilló la lujuria al verla algo apenada y en un arrebato de ternura le dio un beso en el vientre para luego bajar con lentitud hasta el triángulo entre sus piernas. Nuevamente se acomodó encima de ella y la besó con intensidad a la vez que con una mano acariciaba su lozana piel.Evie podía sentirlo tan cerca que temblaba de anticipación, Draco se sentía increíblemente masculino sobre ella.Con rapidez le quitó la camisa arqueándose cuando él comenzó a acariciarla con vehemencia entre sus sedosos muslos hasta que no pudo resistirlo más y entonces susurró al oído con voz trémula: —Vamos Dra, lo quiero ahora. Él lamía su cuello mientras ella se limitó a cerrar los ojos a la vez que movía su cadera en busca de él y de la intimidad de su roce.— ¿Qué quieres agápi̱ mou? —Murmuró cerca de su oído sin dejar de mover sus dedos diligentes. —A ti —susurró de vuelta inmersa en la intensa pasión que estaba sintiendo en sus brazos cálidos, estar así con su esposo era como estar en el nirvana. Draco satisfecho como nunca antes apartó sus dedos posicionándose en el umbral de su delirio mientras que temblando de deseo Evangeline se aferró con sus uñas a él entonces no pudo reprimirse más, preso del placer de tener a su mujer justo donde la quería entró en ella mordiéndose los labios para no gruñir de alivio y placer, eso era lo que había necesitado por tantos años, al fin estaba en dónde pertenecía, ella era su hogar. Evangeline por otro lado apretó los dientes para no gritar debido al dolor que había sentido con su invasión, era horrible y solo quería que Draco se alejara de ella de una vez por todas, nunca había pensado que pudiera ser tan doloroso. — ¡Apártate, estás haciéndome daño! —gruñó histérica apretando sus delicados puños contra su dorado pecho. Sin embargo él no retrocedió y se dedicó a acariciar su cabello tratando de distraer el dolor. —Tranquila ángel, pronto dejará de doler —dijo tratando de sonar sereno pero eso era lo que menos estaba. Necesitaba controlarse y no perder la cabeza, optó por abrazarla y susurrarle las dulces palabras que ella necesitaba oír al oído sin embargo Evangeline se removió con los ojos cerrados causándole una infinita ternura que lo motivó a besar todo su rostro. Cuando comenzó a relajarse entre sus brazos Draco empezó a moverse otra vez lentamente con los dientes apretados tratando de controlarse, el dolor había desaparecido y en su lugar algo absolutamente mejor lo había reemplazado, el placer. * Al día siguiente despertó sin su esposo a su lado y con desilusión se incorporó en la cama aprovechando ver todo a su alrededor ya que anteriormente no había podido ver nada, sus mejillas se encendieron al recordar la pasada noche pero desvió sus pensamientos atrevidos a las paredes vinotinto bastante oscuras, elegantes y sobrias que parecían más nuevas que el resto de la casa no obstante había algo antiguo alrededor no solo de la habitación de casados sino también dentro de toda la casa. Aunque era bastante elegante y bonita había un aire extraño por todo el lugar que no le hacía sentir segura. Se levantó de la cama dudando si realmente debería hacerlo ya que se encontraba tan bien bajo de esas sábanas cálida sin embargo luego pensó que no debería darles a su familia política otra razón para que la odiaran por lo tanto optó por levantarse. Sus mejillas enseguida se colorearon cuando detectó su ropa en el suelo y antes de que alguien más pudiera entrar en la habitación que lo dudaba recogió su ropa del suelo. — ¿Dónde estará el baño? —Susurró mirando a todos lados. Hasta que se encontró con una puerta negra, caminó hasta ella con la ropa en su regazo, al entrar el olor a sándalo y vainilla la golpeó de lleno sintiéndolo tan familiar secolocó frente al espejo mientras miraba su reflejo después de hacer sus necesidades, notó lo increíble que lucía, se veía extrañamente radiante y no era para menos, al fin estaba con el amor de su vida, el hombre con el que tanto había soñado y que ahora tenía por esposo. Ella era una mujer con suerte. Sonriendo salió del cuarto de baño y fue cuando se dio cuenta que en la mesita de noche reposaba una bandeja de comida, una rosa junto con una nota. Su corazón se apretó mientras que trataba de no sonreír como idiota, que aun así no pudo controlar, con manos temblorosas tomó la nota y leyó. ‘’Sé que no te gusta estar sola ángel mío, realmente lo siento. Para remediar mi descortesía y para que sonrías esperando con ansias mi llegada te he dejado esta nota, Te amo y estoy seguro que todos los días de mi vida también lo haré, espero que nunca lo olvides. DB ‘’.

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