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Te maté mil veces.

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Blurb

Está historia es la narración de cuatro mujeres diferentes, que cuentan el dolor que hay detrás de sus sonrisas, el dolor no solo físico sino también mental al que son sometidas.

Está historia ayudará a entender y no juzgar a la víctima.

Está dedicada con mucho respeto a todas y cada una de las mujeres que sufren abuso y juntas poderlo prevenir.

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Paulina García.
Prólogo Las muertes de mujeres a manos de su pareja ( relación cercana según dicen los datos) aumentan año con año. Son escalofriantes las cifras mundiales con más de 4300 mujeres muertas en el 2020, la llegada de la pandemia a causa del virus ha reactivado de forma drástica otro virus, la violencia de género. Es sabido que esté mal ha existido desde el principio de los tiempos, humillando, lastimando y hasta matando al más débil. Está historia es ficticia, basada en hechos reales , de relatos de diferentes personas, está dedicada con mucho respeto y cariño a todas aquellas que han logrado resistir. A todas aquellas que han logrado escapar y a las que tristemente son un número en las estadísticas. Te maté mil veces. Nos conocimos en noviembre cuando los días son más largos y más cálidos. Él era todo lo que yo podía buscar en un hombre, aún si saber que buscaba. El típico chico malo que miraba a todos desde su estandarte imaginario, pero cuando te hablaba te derretía. Simpático y divertido para quienes formaban parte de su círculo íntimo, protector y cariñoso. Feroz y altanero para quienes no lo conocían. Así era él mi tierno y loco amor…… —Disculpen, no me he presentado aún y ya les estoy contando mi historia….mi nombre es Paulina García y tengo 45 años. Sé lo que pensaran algunos, “ ah es una vieja loca y aburrida”, pero , yo no me considero vieja y mucho menos loca, aburrida… puede ser, es que con el paso del tiempo uno cambia tanto y lo que antes era aburrido se convierte en rutinario y esa rutina pasa a ser tú mejor opción. Cómo les decía anteriormente nos conocimos en noviembre del 96 hace ya bastante tiempo atrás, él era arrogante y altanero, pero lindo, muy lindo, tenía esa forma de mirar que te desarmada a pedazos, sus ojos negros penetrantes y esa manera de acomodar su cabello con los dedos. Morocho de tez oscura , labios gruesos y cuerpo escultural, un Adonis de la vida real. Lo miré de arriba abajo detallando su figura y su rostro cuando se acercó a mi pidiendo fuego con un cigarrillo en la mano. Sentí esa sensación de escalofríos recorrer mi cuerpo y centrarse en mi estómago, su voz me había erizado la piel como si me hubiera tocado con la punta de los dedos, su voz era gruesa, firme y calma, así como la de los locutores de radio , esos que con tan solo unas palabras te hacen flotar entre nubes. Su arrogancia me superó y le entregué un encendedor con la mano extendida quitando la mirada de él, seguí conversando con mi amiga como si él no estuviera allí.” —Gracias … ¿cómo te llamas? — me preguntó tratando de que me volviera a fijar en él. —Paulina — le dije secamente y volví a darle la espalda. —Gracias Paulina, mi nombre es Leo, mucho gusto. —Hola Leonardo , un gusto, adiós. — fui descortés y cortante, no le preste demasiada atención así se iba, no me gusta la gente arrogante, pero él no se iba, seguía insistiendo en hablar conmigo. —No, Leónidas — se ríe suave— pero prefiero sólo Leo. —Ah bien. — respondí sin voltear. Escuché como sus pasos se alejaban ante la resistencia de mi parte a su insistente conversación. Comencé a reír y burlarme junto con mi amiga de tal arrogancia, aunque no podía negar que era lindo. Aún era temprano y la noche sería larga, fuimos de bar en bar tomando algo aquí y algo por allá, hablando con amigos y fumando algún que otro cigarrillo. Cerca de las 2 de la mañana decidí que era hora de volver a casa, nunca volvía tan temprano pero ese día algo me hizo regresar, no era un mal presentimiento ni nada por el estilo, pero si creo que fue el destino,” maldito y dulce destino.” Al dar vuelta en la esquina una presencia me hizo estremecer, las calles estaban oscuras y desoladas, no veía nada más allá de un metro de distancia aunque la noche era clara. Seguí caminando y encendí un cigarrillo, estaba pronta para correr pero seguía caminando, caminaba con paso firme observando con cautela todo alrededor. Varios metros más adelante una voz firme, sexy y clara me detuvo, “ahora sí quería salir corriendo”, lo ví acercarse despacio desde atrás de un muro y no distinguía quien era. —Hola Paulina— me dijo mientras caminaba hacia mí lentamente. —Ho, ho, hola . — respondí nerviosa— ¿Quién eres? ¿ Cómo sabes mi nombre? —¿ No me recuerdas? ¿ Tienes fuego? — me dijo y ahí lo recordé. —¿ Me estabas siguiendo? Mira que puedo gritar y bien fuerte….. —No, tranquila, no te seguía, solo te ví venir y quiero fuego. —Ok, toma — le extendí mi cigarrillo encendido. —¿Puedo caminar a tú lado? —Sí, está bien, pero recuerda que llevo una navaja conmigo, y la sé usar. —No te asustes, soy indefenso, sólo quiero hablar. ¿ Sabes? Me gustas. —Ajá, y ¿ por eso me andas asustando? — me reí. —No, — se rie— no era mi intención. Camino conmigo varias cuadras y nos detuvimos varías veces en las esquinas, era simpático, ya no era el chico arrogante que me había pedido fuego más temprano. Mi forma de mirarlo cambió luego de unas horas. Nos sentamos en un banco en la plaza para seguir charlando tranquilamente. En un momento él sacó sus cigarros de el bolsillo de su chaqueta y me ofreció uno, estaba metiendo mi mano en mi bolsillo para tomar el encendedor cuando el presuroso encendió uno frente a mi ofreciéndome fuego. Lo miré asombrada y confundida al ver que el llevaba su propio encendedor. —Tenía que buscar una excusa— me dice encogiéndose de hombros. “No tuve más opción que reírme ante su declaración.” —Así que, Leónidas, lindo nombre, algo raro, nunca lo había escuchado. —Sí, pero prefiero sólo Leo. —¿Por qué? Si es lindo y fuera de lo común. —Sí, me lo puso mi madre, dice que era el nombre de su padre, pero no lo sé en realidad ella me abandonó cuando tenía 2 años, me dejó con mi padre y se marchó. Por eso no me gusta. —Lo siento. —¿Por qué? —No sé, es triste saberlo. —No te preocupes eso ya es pasado. —Ok, entonces mucho gusto Leo. Fue muy amable esa noche conmigo, charlamos de todo un poco y en ningún momento se quiso propasar, en realidad un poco yo deseaba que lo hiciera, sus ojos me penetraban y sus labios pedían a gritos ser besados. Me puse de pie cuando los primeros rayos de sol comenzaron a brillar en el horizonte y el me imitó pidiéndome permiso para seguir camino junto a mí hasta llegar sana y salva a mi casa. Yo acepte su compañía, no por miedo a que me sucediera algo, pues ese camino lo había recorrido toda mi vida, pero me agradaba la idea de que siguiera a mi lado. Pocos minutos tardamos en llegar hasta frente de mi casa, ya no podía retenerlo más conmigo ni él a mí, nos despedimos con una sonrisa y me acerque para dejar un beso en su mejilla, pero él movió su cabeza y besé la comisura de sus labios. Algo avergonzada baje la mirada mordiendo mi labio, él sólo tomo mi mano y la besó, y luego se fue, desapareciendo en la siguiente esquina sin mirar de nuevo hacia atrás. “Esa mañana me tire en la cama dando vueltas sin poder dormir, el fresco recuerdo de él me volvía una y otra vez a la mente, sentía sus ojos clavados en los míos y veía sus labios moverse al hablar pidiendo desesperadamente que los besara. No me animé a hacelo, no sé por qué, no era por vergüenza ni pudor, creo que sólo esperaba a que él lo hiciera primero.” Pasaron varios días hasta que lo volví a ver, todos los días salía de casa mirando detenidamente a los lados esperando encontrarlo en alguna esquina o recostado en algún muro, pero no, y mi rostro se apagaba de tristeza. Era tonto sentirse así por alguien a quien apenas conocía y no quería ser una tonta, pero ese sentimiento podía más que yo y mi razón. Ya había dejado de lado la esperanza de verlo nuevamente cuando una noche caminando sóla y a lo oscuro una voz me sorprendió dejándome paralizada en la calle, no me asusté, sólo que ya no lo esperaba. —“¿Tienes fuego? “— me dijo saliendo detrás de un muro. —“Claro, si me invitas un cigarrillo”— respondí con una gran sonrisa. Se acercó hasta mí y tomo mi mano mientras le encendía su cigarrillo. Alcé la mirada y me encontré con sus bellos ojos negros que me miraban con un brillo especial en ellos. Sentí como un cosquilleo recorría mi cuerpo hasta centrarse en mi abdomen, igual a la primera vez que lo ví, pensé que aquella vez había sido repulsión pero ahora entendía que era amor. Tomó su cigarrillo entre los dedos haciéndolo hacia un lado y se acercó más a mí para dejar un suave beso en la comisura de mis labios. Me quedé inmóvil, observando sus movimientos y sólo atiné a morder mi labio sin quitar la mirada de él. Hoy más de veinte años después solo me queda el recuerdo, un hermoso y doloroso recuerdo. El tiempo cambia a las personas o tal vez sólo sea que germina la semilla que llevamos dentro, lo que realmente somos y no queremos demostrar. Yo era una persona alegre, me gustaba mucho conversar con todo el mundo, andar por ahí sonriendo, regalando un poco de mi felicidad a quien la quisiera aceptar. Mi cabello estaba siempre arreglado y mis uñas tenían color. Llevaba casi siempre un cigarrillo en mi mano hasta que deje de fumar, el cigarrillo ya no me agradaba, no por las razones comunes, sino que me dejó de agradar la primera vez que él apagó uno en mi pecho. “ Ésa, esa fue la primera vez que lo maté.” Lo miraba dormir con mis ojos inyectados en sangre y repletos de lágrimas que caían por mis mejillas, me acercaba a él y el primer corte era en su m*****o, lo cortaba de raíz y se lo mostraba entre risas psicópatas con las manos llenas de sangre, su sangre, luego cortaba su garganta de un lado al otro y lo veía como ponía sus manos sobre ella tratando de respirar. Pero… ¿qué haría con su cuerpo? “No pienso ir presa por un crimen que no cometí, en definitiva él era el culpable de su propia muerte.” Esa pregunta sumada al dolor en mi cuerpo lleno de moretones y quemaduras no me dejaba dormir. Mis lágrimas caían sobre la almohada mientras ahogaba los sollozos apretando mis labios. “Mañana será otro día” me decía a mi misma “ no llores, no vale la pena, tú eres más fuerte.” Las horas pasaban y yo seguía sin poder dormir, él roncaba a mi lado sobre el lado izquierdo de la cama, y yo sobre el borde derecho en posición fetal de espaldas a él. Él se volteó sobre si mismo y pasó su mano por alrededor de mi pecho abrazándome como siempre lo hacía, se pegó a mi cuerpo y me besó tiernamente en el cuello. —“Lo siento”— me dijo al oído y no pude contener el llanto— “no volverá a suceder lo prometo.” No sé porqué, pero le creí, yo lo amaba de verdad y sabía que él también a mí. Me consoló hasta que logré dormirme y me abrazo todo lo que quedaba de la noche. Se levantó antes de lo acostumbrado ese día y preparó un rico desayuno para ambos, que llevó a la cama para despertarme. Era él de nuevo, tierno y cariñoso. Se acercó a mi con una sonrisa dejando un beso en mis labios. —Buen día amor, ¿Cómo dormiste? — me pregunta cómo si nada hubiera pasado el día anterior. —Más o menos…. — le respondo sorprendida y angustiada. —¿Qué sucede, estás bien? — pregunta cómo si no lo supiera. —No, na, nada, estoy bien — respondí titubeante, dudé en mencionar algo de lo sucedido. Se sentó a mi lado en la cama y sorbio su café tranquilamente. —Bien, me voy a trabajar— dijo dejando la taza en la bandeja— ten un buen día. —También tú — le dije con voz tímida. Terminé mi café acompañado de unas ricas galletas de vainilla mientras pensaba en que era lo que había pasado. Cómo ese hombre tierno, cariñoso y protector pudo transformarse en un monstruo en tan sólo unos segundos. Dejé mi taza al lado de la suya y giré para tomar un cigarrillo de la mesita de noche, puse mi mano sobre la caja para tomarla y recordé como aquel cigarrillo era apagado lentamente sobre mi pecho quemando mi piel, y lo solté, ya no quería fumar, ya no quería hacerlo . Me metí al baño y observé mi cuerpo desnudo frente al espejo, estaba lleno de moretones que empezaban a colorear y quemaduras que empezaban a ser ampollas. Lloré como nunca antes lo había hecho , aproveché que estaba sola y grité mi pena y mi dolor. Me metí en la ducha y deje que el agua se llevará todo, no sé cuánto tiempo estuve allí, solo sé que fue mucho tiempo. Estaba decidida a irme, a dejar todo atrás, no sería como esas mujeres que soportan golpes e insultos. Nunca había entendido a quienes soportaban ese dolor y no hacían nada, sólo se quedaban ahí, algunas soportando y otras eran un número más en las estadísticas. Yo no quería serlo, no se lo permitiría. Salí envuelta en mi bata de baño con una toalla en la cabeza, descalza caminé por el dormitorio juntando mi ropa para empacar y salir de allí antes de que él llegara, pero… ¿dónde, a dónde podría yo ir, sin dinero suficiente y sin nadie a quien acudir.? Me había ido de casa de mi madre junto con él, aunque ella me advirtió que no le hiciera. —Ese hombre no es para ti— me decía— no es buena persona— me advirtió. Recuerdo muy bien sus palabras , yo no la quise escuchar y como me arrepentía ahora, habían pasado dos años de eso, y hasta ahora entendía porque me lo decía. No podía volver con mi madre, con que cara la miraría a los ojos y le daría la razón. No podía ir donde mis amigas, ya no tenía, él me las había quitado de a poco sin yo darme cuenta. Que idiota había sido, que incrédula y fantasiosa. Me senté en el borde de la cama con mis ropas entre mis dedos llorando desconsolada. No tenía dónde ir, no podía escapar. Tomé fuerzas de dónde pude y me vestí, cepille mi cabello y me maquillé un poco, solo un poco para tapar algunas marcas y sentirme mejor. Bajé las escaleras, y fui a la cocina para preparar algo de comer. No quería salir a la calle así que me arregle con lo que había en la heladera, por suerte tenía lo suficiente, él quería que nunca me faltará nada. Que irónico, tenía todo pero a la vez sentía que no tenía nada. Estaba por comer cuándo escucho abrirse la puerta principal, me asusté mucho y tome una cuchilla que estaba sobre la mesa. —¿Qué sucede? Perdón si te asusté— me dice parado frente a mí— quise venir a verte y traerte flores. — Sí me asusté — dije a la vez que dejaba la cuchilla sobre la mesa nuevamente— no esperaba que llegarás a está hora. —Lo siento, lo siento — me repetía acercándose y tomándome entre sus brazos— te amo y lo sabes — escuché como su voz cambiaba por el llanto. Lo abracé fuerte y trate de que se compusiera. “Que tonta! “La víctima ya no era yo. Me tomó en sus brazos y me besó con tanto amor que se me olvidó que deseaba irme. Me hizo el amor como la primera vez y me transportó a aquel noviembre cuando lo conocí. Besó cada una de mis heridas y prometió cuidar de mí. —Tuve un mal día en el trabajo y exploté, lo siento, no era contigo — me dice mirándome a los ojos. —No sé, es difícil de perdonar algo así— respondí con lágrimas. —Yo te amo, ¿lo sabes no? —Sí, lo sé, y yo a ti , pero, ayer no te conocí , no eras tú, y esté cuerpo marcado no soy yo, no quiero ser yo. —Lo sé y juro que desearía cortar mis manos, ese dolor que te causé me hiere también. Lo perdone aquella vez , lo perdone y traté de olvidar… Meses después me encuentro en un charco viscoso de sangre, mi cuerpo está golpeado y el vientre me duele, caí por las escaleras, “tropecé con algo y caí.” Esa fue mi historia al llegar al hospital. Perdí mi primer hijo… El cuerpo me duele , pero más duele el alma. Todo iba bien, desde hacia un tiempo, yo había olvidado sus golpes y esos ojos negros inyectados en sangre por la irá. Llegó un día y me vió durmiendo , claro estaba embarazada, con sueño todo el tiempo, náuseas y vómitos , en especial ese día. Me recosté unos minutos y me dormí. La comida en el horno se quemó por mi descuido y eso lo enfureció. —Eres una inútil, yo me rompo el lomo trabajando para que nada te falté y tú … tú duermes todo el día. — me gritaba mientras me jalaba de la cama por los pies. —Déjame, estoy mal — le grité asustada. —¿Qué te deje? ¡No , te levantas yá, y te vas a comer toda esa porquería carbonizada tú sóla!— me sacó a empujones del dormitorio. —¡Leónidas, déjame! — le seguía gritando. El no me escuchaba y seguía empujándome por el pasillo hasta las escaleras , yo trataba de caminar con cautela pero me era imposible. Un último empujón en el primer escalón me hizo trastabillar y caí, rodando, escalón por escalón hasta llegar a la sala. Quise levantarme , pero el dolor era intenso, la sangre comenzó a brotar entre mis piernas y lo ví corriendo hacia mí preocupado y asustado.

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