Esa vez lo maté y lo enterré junto con mi bebé .
Quería que sintiera el mismo dolor que yo sentía y en mi mente lo torturaba de mil maneras diferentes.
Lo tenía frente a mí arrodillado y suplicando que lo perdonará, "fué sin querer" dijo y recuerdo cómo mis manos temblaban por querer agarrarle el cuello y estrangularlo hasta sentir su último hilo de aire salir de su boca.
Quería gritarle a la cara "Te odió, te odió con todo mi maldito e insignificante ser",>
Mi mente corría a mil por hora imaginando como cada patada era acertada en él, en ese momento, en mi mente yo era fuerte y sin miedo, yo era a quien él temía y no al revés.
La garganta comenzó a dolerme por el grito contenido y mis ojos se hincharon hasta que comenzaron a llorar.
Las lágrimas caían por mi mejilla y llegaban a mi boca con un sabor a sal y azúcar, esa mezcla de emociones me martillaban la cabeza y por momentos deseaba matarlo aunque, lo que realmente quería era morir, morir y no sentir más este maldito dolor que quemaba mi pecho con cada latir de mi corazón.