El hombre de ojos extraños seguía acercándose a mí. Cerré el cuchillo para poder usar la manopla. Le había dejado ver a este hombre que no tendría miedo en usar un arma blanca para defenderme. Pensé que al hacerlo detendría el paso, pero no lo hizo. Se encontraba frente a mí, yo di varios pasos hacia atrás, hasta que estuve cien por ciento preparada y segura de que no había manera de tener una conversación con él.
Sin pensarlo dos veces corrí hacia él, di un brinco en el aire y golpeé su rostro con todas mis fuerzas. Cayó recostado en las escaleras, esperaba ver sangre o que él se desmayara. Acababa de darle un golpe directo a la cara de este hombre, no tan solo con todas mis fuerzas, estaba utilizando una manopla. Era para que no se pudiera levantar en un tiempo. Eso fue lo que pensé, pero me había equivocado por completo. Se sentó en cuestión de segundos en la escalera y me volteó a ver. Había conectado el golpe en todo el lado izquierdo de su rostro.
No podía creer lo que estaba viendo. Esto era simple y sencillamente imposible. No pude evitar dar un paso atrás por el asombro. Este hombre no estaba sangrando, su rostro no estaba hinchado. Mientras más lo observaba mas atónita me quedaba. Cenizas negras se esparcían por el aire, salían desde el área donde había conectado el golpe. Su rostro estaba votando cenizas negras. Del área de donde salían las cenizas se estaba regenerando. Sin pensarlo dos veces abrí el cuchillo. Él se levantó quedando frente a mí, de reojo vi como Kenai bajaba apresurado las escaleras en nuestra dirección.
Antes de que llegara, me abalancé al hombre cortándole la garganta de lado a lado. Ni siquiera un grito de dolor o queja salió de él. Más cenizas negras saliendo y al mismo tiempo se le cerraba la herida. Sentía que había perdido por completa la cordura. Lo había golpeado con una manopla y prácticamente le había cercenado la garganta y ni una gota de sangre salió.
- ¿QUÉ RAYOS ESTÁ SUCEDIENDO AQUÍ? – escuché como Karen gritaba desde la parte de arriba de las escaleras.
- Tenemos que irnos ya. - dijo Ariz.
Corrí escalera arriba, Kenai me tomó de la mano. En ese momento el hombre me aguantó una pierna. Kenai sin titubear soltó mi mano y conectó una pata en su rostro, haciéndolo volar escaleras abajo y caer en el suelo. Volvió a tomar mi mano y corrimos, una vez arriba ayudamos a Julie a levantarse. Entramos a la casa, puede observar que era en madera, desde afuera no se veía abandonada, no estaba pintada, pero si algo tenía característico era su puerta color roja.
Esperaba entrar y conseguir lo que una casa normalmente tiene. Una sala, comedor, recibidor, un corredor para ir al baño y los cuartos, pero esto no tenía nada de eso. Estaba oscuro por lo que encendimos las linternas. Al observar a nuestro alrededor simplemente era como haber entrado a una pirámide. El techo estaba tan alto que no se podía ver, las paredes eran de cemento, habían ciertas escrituras y dibujos que no comprendíamos. Era una casa común y corriente, ¿Cómo era posible que fuera así por dentro?
- ¿No acabamos de entrar en una casa? – preguntó Karen confundida.
- Eso parecía por fuera, no logro entender lo que está sucediendo. – le respondí.
- Creo que deberíamos regresar por donde vinimos. – sugirió Ariz.
- ¿Acaso crees que podemos librarnos de ese tipo? – preguntó Kenai entre dientes.
Nadie dijo nada, todos estábamos en un estado de confusión por no saber qué era lo que estaba pasando. Entrar a un lugar desconocido era un error y seguir adelante sin saber a donde nos llevaba era peor. Si podíamos de alguna manera sacar de combate al hombre de afuera y amarrarlo, podríamos escapar sin ningún problema. Lo único era encontrarnos con más de ellos en el camino.
- Julie, ¿hay más hombres como ese afuera? – le pregunté con paciencia.
- Hay demasiados como él haya afuera. – me contestó entre sollozos.
- ¿Cuántos más? – quería saber qué cantidad más o menos, si no eran muchos creo que podríamos enfrentarlos.
- Son cientos.
- ¿Cientos? – me quedé atónita.
- ¿Cómo que cientos? – preguntó Ariz desconcertada.
- Son tantos que ni siquiera se pueden contar. No solo hay hombres, hay mujeres también. – nos informaba Julie entre llantos.
Nos miramos en busca de respuestas. Quizás ella había pasado por un trauma tan grande que no sabía lo que había visto. ¿Cómo puede ser posible que haya cientos de ellos afuera? Eso no hacia ningún sentido. A este bosque no entran personas a quedarse y mucho menos a adentrarse. Solo vienen a ver la cascada y se van, no llegan más lejos de ahí.
- Sugiero que regresemos por donde vinimos. – dije. Todos movieron la cabeza en respuesta afirmativa menos Julie.
- Yo no saldré, no volveré ahí. - Julie estaba en negación.
- Estás con nosotros Julie, nos protegeremos unos a los otros. – intentó tranquilizarla Ariz.
- Ustedes no entienden a lo que se enfrentan, no saben lo que hay ahí afuera. - señalaba Julie hacia la puerta. – Ellos se llevaron a mi esposo y a mi padre.
- Tenemos que pensar en algo y rápido. – dijo Kenai azorado.
La supuesta casa tenía ventanas, me acerqué para observar, pero no se veía nada. Estaban cubiertas en el medio con cemento. Como único podíamos ver era abriendo la puerta. Hablamos entre nosotros, Karen abriría la puerta mientras nosotros tres con cuchillos en mano observábamos el panorama afuera. Queríamos ver si el hombre seguía ahí y si podíamos escapar. Julie no deja de decir que era una mala idea y que ella no estaba de acuerdo, pero teníamos que arriesgarnos.
Todos tomamos nuestras posiciones. Karen en la puerta aguantado la perilla, yo en el medio, Ariz y Kenai cada uno a mi lado. Estábamos preparados para enfrentar lo que fuera que estaba ahí afuera. Le di la señal a Karen y ella abrió rápidamente la puerta. Mi mente se quedó en blanco. Estaba completamente en shock. No podía creer lo que estaba viendo. Habían cientos de personas al pie de las escaleras, a todos les brillaban los ojos de color naranja tal y como el hombre al cual había enfrentado. Julie tenía toda la razón.