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El jefe de mi ex, es el padre de mis hijos

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Blurb

Después de dedicarle diez años de su vida a su esposo, Isabella Carter descubre que él le es infiel con su mejor amiga. Desesperada y herida, decide huir de la ciudad. Durante su escape, se encuentra con un hombre mayor que necesita ayuda urgente. Sin conocer la identidad del anciano, Isabella lo auxilia y le salva la vida, generando una deuda de gratitud.

Lo que Alexander Cassano, el anciano salvado, no sabe es que su salvadora ya se había encontrado con su nieto antes de conocerlo a él. Como resultado de ese encuentro, Isabella ahora está esperando nada menos que ¡tres bebés!

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Aventura de una noche
—¿Aló? La mujer que se encontraba en una oficina recibió una llamada, en el momento que descolgó pudo escuchar al instante unos gemidos. Se sorprendió y pensó que era un número equivocado, pero su sorpresa fue grande al ver que se trataba del celular de su esposo. “Vamos, cariño. Más duro, hazlo.” La mujer al otro lado era nada más y nada menos que la supuesta mejor amiga de su marido. Ya había sospechado por mucho tiempo que la relación que llevaba no era la más normal, puesto que él era más cariñoso con esta mujer que con ella. “¡Me voy a correr!” Ella, incapaz de seguir escuchando este acto carnal, fue que colgó. Decidió tomar un taxi una vez que ubicó aquel lujoso coche que le había obsequiado a su esposo. No fue muy difícil de localizar, ellos se encontraban en el hotel favorito de este hombre con el que había dormido por cinco años y que llevaba de conocer diez años. —Señora Isabella —la recepcionista salió a su encuentro —¿Puedo ayudarla en algo? —¡No te me acerques! —Ella la detuvo alzando su dedo y aquella mujer se detuvo —supongo que están en la suite presidencial, ¿No es cierto? —¿De qué habla, señora Isabella? No le entiendo. La mirada y el tono de aquella mujer fueron suficientes para que Isabella supiera que ella tenía la razón. Se subió al elevador con paso firme y los números de esta máquina comenzaron a cambiar. Finalmente, llegó a la suite presidencial y ahí fue donde tomó su celular para poder grabar. No esperó mucho tiempo para que las puertas se abrieran, fue ahí donde miró a su marido besando a la que decía que era su mejor amiga. —Hola, par de tortolitos —ella apuntó con su celular —¿Ahora así se tratan los amigos, Álvaro? —¡¿Qué haces?! —Él caminó en dirección a aquella mujer y le dio una bofetada —¡Eres una desgraciada! ¿Te crees muy lista? Pues te has jodido, no lo eres. Bajo el pie de aquel hombre quedó destrozado el celular de Isabella, aquella mujer sintió el sabor a hierro deslizarse por sus labios y la manera que sus dientes se llenaban de sangre. —No puedo creerlo, ¿Algún día me amaste? —Ella se levantó con sus pies temblorosos y mantuvo baja la mirada —al menos un pequeño sentimiento hacia mí, son diez años de conocernos y me mantuve fiel a ti porque me enamoré y fui la mujer más feliz cuando me propusiste matrimonio hace 5 años. —Claro que tuve un sentimiento hacia ti y no fue pequeño, fue muy grande —él tomó el mentón de Isabella y la alzó con brusquedad —fue asco, asco total y todas las noches al verte dormir me preguntaba si al día siguiente ibas a amanecer con vida. Para mi desgracia si amanecías viva y tenías atenciones conmigo. —¿Por qué te has casado conmigo? —las lágrimas se deslizaron en el rostro de Isabella. —Porque mi abuelo estaba insistiendo en que me casara contigo, que eras una buena mujer y todo eso. Dado que ya se murió, simplemente tengo que seguir con mi vida y lo primero que pienso hacer es divorciarme de ti para casarme con mi verdadero amor —él extendió su mano hacia su amante y ella lo tomó —Camila es a quien necesito a mi lado, ella si es una mujer en todos los aspectos y lo mejor es que me va a dar un hijo. —¿Qué has dicho? —Lo que has escuchado, ella me va a dar un hijo. Así que pienso pedirte el divorcio, espero que recojas tus cosas de inmediato de la casa porque pienso meter a Camila hoy mismo ahí. —Esa casa es mía y lo sabes, te pienso dar el divorcio, pero no te vas a quedar con lo que tanto esfuerzo me ha costado. Eso incluye el carro que tienes, te lo he dado y por ende me lo tienes que dar. —Alvie, dijiste que yo iba a ser la señora de la casa —Camila habló con tono infantil —¡No es justo! Esa es la propiedad de mis sueños. —No te preocupes, Cami. Esa casa será tuya y podrás disponer de ella a tu antojo —Álvaro miró a Isabella —nada de eso es tuyo, digamos que yo me lo he ganado por soportarte como esposa durante cinco años. Dormir a tu lado era como hacerlo al lado de un bloque de hielo, pero qué puedo esperar de una mujer tan fea como lo eres tú. Isabella no era una espectacular belleza, ella tenía ojeras, la piel se le veía opaca al igual que su cabello, utilizaba unas gafas muy grandes y también habían unos cuantos puntos negros que le adornaban su rostro. Su ropa no era la más llamativa, pantalones holgados y una camiseta igual de holgada en conjunto con zapatillas deportivas. —Dame las llaves de ese carro —ella se las arrebató al ver que él no se las iba a dar —no pienso dejarte lo que tanto esfuerzo me ha costado. Isabella salió de ahí llena de rabia y de dolor, no podía creer que diez años de su vida se habían ido al caño. Subió al carro de su marido y llegó hasta un acantilado, fue ahí que comenzó a gritar a todo pulmón mientras sus manos se volvían puños y las lágrimas. —¡Malditos sean! Pero les juro que me voy a vengar; tarde o temprano me vengaré. No sé cómo; sin embargo, lo haré. Isabella, que se encontraba casi al borde del acantilado y llorando, fue vista por un hombre que iba pasando ahí. —¡Demonios, se va a matar! Aquel hombre no dudó en salir corriendo de su coche y fue en dirección de aquella mujer que no conocía. Una vez que la tuvo al alcance, rápidamente la alzó de la cintura y el polvo con unas cuantas piedras salieron levantadas por la velocidad con la que la atrapó. —¿Se encuentra bien? —Aquel hombre la miró con los ojos hinchados de tanto llorar —no sé por las dificultades que está pasando en su vida, pero le doy mi palabra que todo va a estar bien, esta no es una solución a sus problemas. —No me intentaba suicidar, pero… ¡Al diablo! Isabella, en medio de toda su rabia y todo su dolor, besó a aquel hombre. Ella no se detuvo cuando miró que era correspondida. —Ven conmigo. El hombre la tomó y la subió en su coche; ella no había sido soltada en absoluto. Llegaron a una casa que no se encontraba demasiado lejos, estaba a la orilla de la playa y fue ahí donde metió a Isabella. —¿Qué me has hecho? —él le quitó la camiseta a Isabella —Dios, eres preciosa. Era la primera vez que ella escuchaba esto, pensó por un momento que todo esto era mentira. Pero cuando miró su reflejo en una de las ventanas, se dio cuenta de que debajo de toda esa tela se encontraba una mujer sumamente atractiva y con un cuerpo que solo se veía en las revistas. —Ven aquí. Él la llevó a un cuarto, ahí la acostó en la cama y siguieron con sus besos. Con cierta brusquedad tomó posesión de aquella mujer que se encontraba dispuesta a estar con él. No hubieron palabras, simplemente se vieron a sus ojos y podían ver cómo unas llamas se encendían en lo más profundo. Pronto él salió de ella y se dio cuenta de una cosa: su zona íntima se encontraba llena de sangre. —¿Acaso tú eras virgen? —la miró dormida y maldijo —. En serio que eres un desastre, Alexander Cassano. Pero hubo algo que llamó la atención de Alexander, un destello que llegó a sus ojos, y fue ahí donde miró las sortijas de aquella mujer. —¡Eres casada! ¡No puedo creerlo! —Él llevó sus manos a su cabeza —qué mujer más repugnante. Él dejó un cheque con una cantidad considerable de dinero y también una nota, luego de eso se fue y dejó a Isabella tendida en aquella cama. “Pero ella era virgen, ¿Cómo es posible que esté casada? Bueno, he escuchado que hay mujeres que se operan, supongo que eso fue lo que esa desvergonzada hizo para poder meterse conmigo.” Alexander se fue de ahí en su coche, pasó por aquel acantilado y miró el lujoso coche. Llegó a la conclusión de que probablemente era una prostituta de las finas y recurrió al bisturí para hacerse pasar por algo que no era. —Ouch —Isabella se despertó y sintió todo su cuerpo adolorido —. ¿Hola? ¿Estás aquí? Isabella comenzó a buscar a Alexander por todos lados, pero lo único que pudo encontrar fue un cheque con una nota. “No puedo creer que existan mujeres tan desvergonzadas como tú, espero que esta cantidad sea suficiente para que te quedes con tu maldita boca cerrada y ni se te ocurra ir en mi contra porque no sabes la clase de enemigo que soy…”

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