Cifras humillantes

1390 Words
Isabella, al ver esto, se sintió aún más pisoteada. El cheque tenía una cifra con varios ceros. Nunca antes había visto semejante cantidad en un pedazo de papel. —Alexander Cassano —ella miró el nombre de aquel sujeto y la firma llena de carácter que tenía —. ¿En dónde he escuchado ese nombre? Al final ella decidió irse de ahí, ya iba a averiguar quién era ese hombre y también le haría pagar esta humillación. Caminó casi media hora hasta llegar a su coche. —Dios, pensé que estaba más cerca —ella subió al carro —. Bueno, es hora de ir a ver a mi marido. Ella llegó a la ciudad, se sorprendió por el retén que había y pensó en que andaban buscando a un criminal muy peligroso. —¡Está ahí! —gritó un oficial apuntando en su dirección con un arma —. ¡Salga lentamente, señora Isabella! Isabella, al ver esto, se asustó, rápidamente alzó las manos y salió del auto. Sintió una fuerza abrupta ejercerse en su cuerpo, tanto fue la brutalidad policial que el aire abandonó su cuerpo por cuestión de segundos mientras escuchaba cómo algo dentro de ella crujía. —Me duele —ella se quejó —. ¿Por qué están haciendo esto? —Tiene derecho a guardar silencio, todo lo que pueda decir será usado en su contra. Tiene derecho a un abogado; en caso de que no pueda pagar uno, el estado le proporcionará uno de oficio. Isabella se quedó callada, en la comisaría se iba a dar cuenta el motivo por el cual la estaban deteniendo. Ella fue lanzada con brusquedad a la patrulla de la policía y cerraron las puertas. —Oficial, me están doliendo las costillas. Por favor, lléveme a un hospital. El policía se quedó callado y se limitó a manejar. Cuando llegaron a la comisaría, Isabella fue llevada a una de las celdas en las que se encontraba con otras personas. —¡Necesito que me digan el motivo por el cual me han detenido! Nadie parecía querer decirle algo, ella simplemente se quedó esperando a que alguien le diera una explicación mientras sentía que todo su cuerpo se encontraba adolorido. —¿Qué te ha pasado, niña? —Una mujer preguntó al verla pálida —. Estás sudorosa. —Me duele aquí —ella señaló las costillas —, no me siento bien. Lo siguiente fue que Isabella se desmayó. Cuando la mujer se acercó a ella para revisarla, se dio cuenta de que tenía la zona inflamada y enrojecida. —¡Necesitamos un médico! —la mujer comenzó a golpear las rejas de la celda —. ¡Hay una desmayada! El oficial que había hecho el arresto fue quien cargó a Isabella hasta la enfermería, la esposaron a la camilla y se quedó afuera. —¡Ay! —Ella se despertó cuando la palparon —¡Me duele! Intentó mover sus manos, pero era imposible hacerlo debido a las esposas que se encontraban en cada una de sus muñecas. —No te muevas, pequeña —el doctor revisó con calma —. Al parecer tienes una fisura en las costillas, porque si fuera una fractura, lo más seguro es que estarías en otro tipo de mesa, una de morgue, por ejemplo. —Fue ese oficial, pude sentir que algo crujía dentro de mí y, por mucho que le dije que me dolía, no me quiso decir nada. —Eso es un serio problema, pero bueno, no es algo que me corresponda a mí. Solo te aconsejo que seas inteligente y aproveches lo que te hicieron. Isabella entendió lo que el doctor quería decirle. El oficial de policía entró y miró a su detenida. —No pienso hablar contigo, necesito hablar con tu superior y si no lo traes en este momento, créeme que te vas a meter en serios problemas. —Vaya que eres osada, te recuerdo que ahora ya no cuentas con el respaldo de tu marido. Todos te ven como poca cosa y no puedes amenazar porque eres incapaz de tener un benefactor poderoso. —Puede ser cierto, pero te digo una cosa. La prensa va a estar interesada en saber el oficial que agredió a Isabella Carter, fue tan brusco que terminó por hacerle una fisura en las costillas que por poco la manda directo a la morgue. Aquel hombre se sintió totalmente molesto por las palabras de Isabella, pero no tuvo más opción que irse a la oficina de su jefe. —¡¿Qué tú hiciste qué?! ¡Por un demonio, Smith! Te he dicho que debes de ser cuidadoso y has hecho todo lo contrario. Ahora es casi seguro que pide la libertad y vas a joder todo. —Lo siento, capitán. Pero jamás pensé que ella iba a salir tan astuta. —¡Es abogada y es buena! Así que cuando te diga que tengas cuidado, más te vale tenerlo. El hombre se levantó de su silla y fue a la enfermería. Cuando él entró, para Isabella se le hicieron lógicas muchas cosas. —Claro, ni sé por qué me sorprende saber que el tío del infeliz de Álvaro se encuentra detrás de esto. Ahora quiero que me diga cuáles son mis cargos, porque ni siquiera eso me han explicado. —Álvaro, te denunció por haber robado su coche, me llamó y me dijo que te apresara y que hiciera lo que quisiera contigo. —Ya veo, me vas a liberar si no deseas tener serios problemas conmigo. Se acabó la dulce Isabella. Ella fue puesta en libertad y comenzó a masajear sus muñecas. No quisieron darle el vehículo, así que prometió regresar. Mientras masajeaba sus muñecas, salió corriendo al ver a alguien en el suelo. Se trataba de un hombre mayor que luchaba por alcanzar un frasco de medicina. —Por favor, necesito mi medicina —respondió jadeando y extendiendo una mano al frasco —. Estoy teniendo un ataque al corazón. Isabella ayudó al anciano y le pasó el frasco de pastillas, luego llamó a una ambulancia. Incapaz de dejarlo, decidió acompañarlo al hospital. —No se preocupe, señor. —Isabella tomó la mano del anciano —. Ya casi llegamos al hospital. —Gracias por no dejarme solo. —Él respondió con una sonrisa cargada de gratitud. Ellos llegaron al hospital y los recibió el doctor en turno, luego le hicieron varios exámenes y todo resultó estar bien. —Señor, por suerte todo se encuentra en perfecto estado —el doctor respondió con las manos en las bolsas de su bata —. La señorita presente fue de mucha ayuda. —Creo que eso fue gracias a que mi esposa la envió como un ángel. ¿Ya puedo irme, doctor? —Claro que sí. El anciano salió del hospital de la mano de Isabella, ella se detuvo cuando miró que aquel hombre quería subirla al coche. —¿Qué sucede, pequeña? —Mi camino ha llegado hasta aquí, tengo cosas que hacer en otro sitio y que requieren de mi presencia. —Entonces te voy a llevar a ese sitio para que no tengas que tomar un taxi. No te niegues, al final tú has salvado mi vida. Bastó con que él llamara un carro y le dijera en dónde estaba para que un lujoso coche n***o del año llegara. Un chófer se bajó y abrió la puerta del vehículo. —Después de ti, querida. Isabella agradeció la atención, se sintió un poco rara porque antes no había tenido este tipo de atenciones por parte de nadie. Álvaro simplemente se subía al carro y dejaba que ella abriera la puerta, no le había molestado hacerlo, pero lo que le daba rabia era que con Camila sí lo hacía. —No entiendo, ¿qué es lo que hacía ahí solo en el parque cuando lo encontré? Se supone que tiene un chófer que lo puede llevar a todos lados. —Salí a caminar, el cardiólogo me lo indicó por mis problemas del corazón. Al final terminé teniendo un infarto y tú llegaste, mi pequeño ángel. Ella sonrió con cierta timidez y el resto del camino fue un total silencio. Cuando llegó a su casa, intentó entrar, pero al meter la llave en la puerta, esta simplemente no cedió…
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD