5

1811 Words
—¡Oh, cielos Mady, lo has logrado! —exclamó Beatriz abrazándome con su firme cariño—. Bueno, tú y Rixton, pero él no importa. Ella hizo una mueca graciosa de desagrado con su nariz que me hizo reír y a la vez logró relajarme un poco. Todavía no entraba en mi cerebro que había ganado y que vería de nuevo a Alessandro de nuevo. —¿Qué deberíamos hacer hoy? Deberíamos celebrar—dijo Vince, quien me dio un abrazo inadvertido de los suyos—. ¿O deberíamos salir solos tú y yo? Estar cerca de Vince siempre era sofocante, no sé por qué se enfrascaba en usar ese vocabulario sugestivo siempre que podía si sabía que mi respuesta siempre sería la misma. Con él estaba el resto de sus guapos amigos, Mía y Rosie. —Hazte a un lado—Mía empujó a Vince y me abrazó emocionadamente, entonces me susurró al oído—. Tienes que contarnos todo el lunes. Sobre todo, tienes que tomar muchas fotos al señor Woldenberg. Mía me guiñó un ojo, Rosie y Beatriz se rieron en voz baja porque ellas sabían lo que Mía me pidió, era un complot. Jamás le tomaría fotos a escondidas a Alessandro. —¿Sabes lo que usarás? Parece algo importante—preguntó Rosie. Ella siempre vestía a la moda, incluso si venía a ensuciarse las manos en nuestro curso. Pero ahora mismo lo que menos me preocupaba o me importaba era cómo me iba a vestir. —Entonces, ¿qué haremos? —preguntó Carlos con emoción. —Me gustaría ir con ustedes, pero tengo que quedarme—miré a Lucy y a Rixton mientras conversaban con Alessandro. —Bueeeno. Está bien, luego me llamas, ¿sí? —Beatriz me dio un último abrazo antes de irse con todos. Me acerqué al grupo de personas, pero solo podía ser súper consciente de Alessandro. ¿Por qué también tenía que ser un hombre atractivo? ¿Por qué no podía ser un gordo adicto a los chocolates que me pareciera grotesco? —Madeline—me saludó Lucy, y haciendo que vuelva a mi penosa realidad se giró hacia Alessandro—. Señor Woldenberg, ella es Mady… —Madeline Stevenson, lo recuerdo. Señor Woldenberg… quizá debería llamarlo correctamente en mi mente también. Esta vez pasó su mirada de Rixton a mí suavemente. —Sus pasteles resaltan el sabor de lo que queremos conseguir como respuesta de los compradores. —Por eso ambos fueron elegidos—aclaró Lucy—. Ya le hemos hecho entrega a Rixton de su invitación, teníamos solo una disponible ahora. Pero el señor Woldenberg se ofreció para dártela. Tragué saliva compungidamente porque intenté que no se notara demasiado mis nervios. Solo asentí en silencio, pero, ¿a qué se refería con ofrecerse a dármela? Una mujer joven con el cabello recogido en una elegante coleta se acercó a Alessandro. —Disculpe, señor Woldenberg—le enseñó un teléfono—, lo están llamando desde Italia para concertar la reunión del jueves. Alessandro tomó el celular y se volvió hacia nosotros. —Tomaré la llamada, me disculpan un momento. La mujer de la coleta lo siguió hasta el pasillo y desaparecieron. —Yo ya tengo que irme—anunció Rixton. —Angie y yo también. Madeline, tienes que quedarte a esperar al señor Woldenberg. —¿Ahora mismo? —pregunté un poco ansiosa, mirando la puerta por la que salió Alessandro. —Por supuesto—contestó Lucy—. Bueno, te dejo al cuidado del señor Woldenberg. Los veré mañana en mi pastelería para la siguiente clase. Finalmente me quedé sola en el gran salón y no podía estar más aliviada de tener este tiempo a solas para relajar mis músculos. No podía verle a la cara ahora, no sé por qué me era tan difícil enfrentarme a él, estoy segura ahora de que ni siquiera recuerda que me vio en el ascensor o que habló conmigo, mucho menos que se tropezó conmigo en el restaurante, y no me molestaría por eso. No me considero una persona sin atractivos físicos, pero no soy una modelo europea, y ahora que recordaba a las tres hermosas mujeres que lo acompañaban esa noche en el restaurante mi autoestima decayó unos metros en la profundidad del mar. —¿Señorita Stevenson? Levanté mi cabeza y miré hacia la puerta. Alessandro estaba ahí, de pie, como si tuviera rato en esa posición. —¿Me acompaña? —Sí. Lo seguí por el mismo pasillo junto con la mujer de la coleta, pero ella se detuvo frente a unas puertas dobles plateadas, me di cuenta de que era un ascensor. Mientras tanto Alessandro siguió hasta que entramos en el ascensor de puertas doradas. Fruncí el ceño, ¿Cuál era la diferencia entre los dos ascensores? —La noto un poco nerviosa—comentó al mismo tiempo que apretó el botón para el piso quince. ¿Además de ser rico y guapo, lees mentes? Me lamenté. ¡También es casado! Sí, y como me considero una puritana 1 en su totalidad decido no pensar en él de esa forma. —Uhmm, no es nada de eso… solo es una curiosidad tonta—dije para descartar la imprudente idea de preguntarle si me recuerda. —Una curiosidad tonta—repitió pensativamente—. A veces guardarse una duda te hace trabajar y preocuparte al doble. —Bien… solo me preguntaba por qué este ascensor es dorado y el que usó la otra mujer es de puertas plateadas. —Resulta que el arquitecto que hizo los planos para este edificio creyó divertido gastar más dinero en un ascensor privado para mí. —Oh… ¿no le gustó la idea? —Todavía veo innecesario ese gasto. —Pero aun así lo usa—de inmediato supe que había dicho aquello sin pensarlo antes. —Bueno, lo hecho, hecho está. Es usarlo o que se deteriore por no darle uso—él me miró finalmente y cambió de tema—. ¿Estás feliz por ganar? Ya que él fue sincero conmigo, decidí que podía ser prudentemente sincera. —La vedad es que todavía no puedo creer que haya ganado. —Estoy seguro de que has trabajado mucho para lograrlo, así que seguro lo mereces. No en realidad, el último fin de semana he trabajado mucho en intentar no pensar en usted, y ese ha sido mi mayor fracaso. —Lo que trabajaría cualquier persona por alcanzar sus metas—contesté en voz baja. —Frankestein de Mary Shelley dijo “Sea un hombre o sea más que un hombre. Sea firme con su propósito y firme como una piedra” —el tono diplomático y suave de su voz no me dejó concentrar lo suficiente en lo que probablemente quería enseñarme. Pero hice un esfuerzo—. No la conozco bien señorita Stevenson, pero algo me dice que eres tan firme como una piedra cuando te esfuerzas en llegar a una meta. No pude evitar la risita sarcástica que se me escapó. —¿Yo? ¿Aparento firmeza? Gracias por el alago. pero es difícil verme de esa forma. Soy muy… vacilante. —Las palabras tienen un efecto fuerte, si se dice constantemente así misma que puede lograrlo, lo hará. No siempre habrá personas que te lo dirán. Así que si tú no lo ves y lo crees, ¿quién más lo hará? —Pues usted… me lo está diciendo ahora. Ambos volvimos nuestros rostros para vernos al mismo tiempo. Fue un momento electrizante. Así que miré de nuevo hacia las puertas doradas. —De cualquier forma, algunas personas solo ven lo que quieren ver—dije, sin pensarlo demasiado. —No llegué hasta donde estoy basándome en lo que ven mis ojos solamente, señorita Stevenson. En ese momento las puertas de ascensor se abrieron y Alessandro salió primero. —Por aquí—lo escuché decirme. Lo seguí por el pasillo justo cuando la mujer de coletas apareció de repente. Ella se unió a nosotros. pero se detuvo junto a un escritorio cuando entramos en una oficina. A solas con el señor Woldenberg, dicho así sonaba más intimidante que simplemente Alessandro. Alessandro rodeó un moderno escritorio de madera oscura y sacó de algún lugar una de esas invitaciones para la exposición. Cuando él volvía hacia mi me recordé respirar unas diez veces por lo menos. Debo admitir que lo imaginé viniendo hacia mí solo para besarme. —Aquí tiene—dijo mientras me la entregaba. La abrí y revisé como excusa para no tener que mirarlo por unos segundos y enfrentar el objeto de mis pensamientos oscuros. —Aquí dice que puedo llevar a un acompañante. ¿Es válido incluso para nosotros? Me atreví a mirarlo, por lo que sonrió nuevamente. Aunque no me pareció una sonrisa tensa. —Por supuesto. —Bien, entonces gracias. Él asintió y comenzó a caminar hacia su escritorio. —Espero poder verla de nuevo y a su interesante pastel también el sábado. Decidí aceptar la invitación de Beatriz, Mía y Rosie de salir en la noche. Por suerte mañana teníamos el curso con Lucy así que nadie se iba a trasnochar ni beber esta noche. Lo mejor de todo es que Rosie eligió un bonito restaurante cercano a nuestro apartamento, y ellas tenían su propio auto. Aunque soy muy femenina, mi único amigo siempre ha sido Jasper. Así que juntarme con las chicas es nuevo para mí, aunque emocionante a la vez. —¿Tienes que ir sola? —me preguntó Mía. —No. La invitación dice que puedes llevar un acompañante. —Wow, es todo tan formal, aunque es solo una exposición. —¿Qué esperabas de una empresa multimillonaria de chocolate? —dijo Beatriz—. Mientras haya adictos al chocolate como Mady y yo seguirán lucrando. Todas reímos. —¿Con quién irás? —preguntó Rosie. —Pensé en llevar a mi mejor amigo Jasper. —¿Solo es tu amigo? —Mía enarcó una ceja coquetamente. —Completamente. Rosie se emocionó. —¿Y cómo es él? ¿Es guapo? ¿Crees que estará interesado en pelirrojas? —Sí es guapo, y sí, le gustan las pelirrojas, pero también las rubias, las morenas y las pelinegras. —Básicamente todo lo que tenga útero—añadió Beatriz con aspereza. Beatriz lo conoció cuando me mudé a su apartamento, Jasper me ayudó a llevar mis cosas. Él intentó hacer una jugada con ella que no resultó bien. En fin, ninguno de los dos se saludará en la calle si se encuentran. —¿Con quién irá Rixton? —la duda de Mía resultó ser muy interesante—. ¿Creen que lleve a una chica? Beatriz se rió. —Odia a las mujeres. —No, solo te odia a ti—apunté. Todas reímos menos Beatriz.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD