CAPÍTULO 9

1766 Words
Tres meses después —Te amo, Miles. Cuídate mucho. ¡Chicos, cuiden mucho al sargento! —dije por el teléfono al altavoz de Miles. —¡Claro, Sargento mayor! —dijo Robinson. Un soldado muy apegado a Miles. —Denme 10 —escuché decir a Miles—. No les hagas caso, princesa. —No me molesta, así que, el castigo queda suspendido. Órdenes de la sargento mayor. —¡Esa es la sargento! —comentó Stone. —Largo, debo despedirme de mi esposa. —Me encantaba cada vez que me llamaba así. Esposa. —¡Adiós, Sargento! —se despidieron, yo hice lo mismo. —Te extraño —dijo Miles cuando las otras voces se callaron y no pude evitar ponerme a llorar. —Yo también te extraño —confesé soltando un sollozo. —Me destroza oírte así, cariño. Espero pronto solicitar un permiso para ir a verte. —¿De verdad? —Sí, pero, de ser negado, te prometo estar ahí para nuestro aniversario. Ya pronto se cortará la llamada, cariño. Comencé a sentir cómo lo que acababa de comer se quería devolver y no me quedó más que salir corriendo al baño y vaciar mi estómago. Cuando reaccioné, escuché a Miles gritando mi nombre por el teléfono hasta que la llamada se terminó. —¿Qué me pasa? —me pregunté viéndome en el espejo. Abrí las gavetas buscando mis antiácidos y me quedé congelada al ver que al fondo de una de ellas las toallas femeninas aún estaban completas. Salí del baño pensativa, caminé a la cocina para ver si me hacía algo de cenar y Lucas y Claudia me estaban esperando en la sala. —Lucy, queremos hablar contigo —dijo Lucas. —¿Puede ser después? —dije con una sonrisa en el rostro. —¿Qué sucede? —preguntó mi hermano. —Creo que estoy embarazada —dije llevando mis manos a mi vientre. Ambos se miraron y fue mi amiga la que corrió a abrazarme. —¡Yo también! —dijo gritando y dando brinquitos. Claudia estaba eufórica por la noticia. No obstante, por más que quise brincar junto a ella no pude, pues, aunque la posibilidad del embarazo me tenía alegre, a la misma vez estaba muy aterrada. Definitivamente mi vida estaba cambiando muy rápido. —Vaya, sí que se tomaron en serio eso de que en unos días iban a recuperar el tiempo perdido —comentó mi hermano, viniendo a calmar a su novia. —Necesito salir de dudas. Hoy no me he sentido bien del estómago, además el olor de la cocina me tuvo mal todo el día, por eso regresé temprano. María me dio unos días para ir al médico y ver si no era nada viral, pero necesito confirmar qué es lo que tengo antes de pensar en cualquier cosa. —Claudia salió de la habitación dejándome con Lucas. —¿Estás bien? —Sí, solo que me gustaría que Miles estuviera aquí conmigo. —Sabías que esto sería así, Lu. No será sencillo, pero nos tienes a nosotros. Yo estaré para lo que necesites, siempre. —Me abrazó y un segundo después apareció Claudia con una cajita en la mano. —Yo tengo una prueba. Dentro de la caja están las instrucciones… —No esperé a que terminara de hablar, se la arrebaté de las manos y me encerré en el baño. Abrí la caja, seguí las instrucciones y me dediqué a ver hacia todos lados menos hacia la prueba. No fue hasta que Claudia intentó botar la puerta, que reuní el valor para verla. Estaba exhorta en miles de pensamientos, pero todos se disiparon una vez vi el resultado. Positivo. —Lucy, llevas media hora aden… —Serán tíos. —Fue lo primero que dije al abrir la puerta. —¡Qué emoción! Nuestros hijos nacerán casi al mismo tiempo. —Mi amiga siguió hablando, pero perdí el hilo de sus palabras. Mi cabeza en lo único que podía pensar era en todo lo que vendría más adelante. Traté de minimizar las voces en mi cabeza, pero me fue imposible. —Creo que me iré a dormir, mi estómago comienza a revolverse. —Te traeré un té y unas galletitas, es lo que me está ayudando a mí —dijo Claudia y con mi mano le lancé un beso. —Eres la mejor —concluí. Una semana después de darme cuenta del embarazo, intenté volver a mí trabajo normal en Luvok’s, pero no podía. El estómago se me revolvía solo con entrar a la cocina. Para mi suerte, María era una mujer muy comprensiva y me dio un par de días más para descansar. Tuve que decirle mi estado y ella se alegró por mí. Ese día me quedé todo el día en la cama sintiéndome mal. Además, no había podido hablar con Miles y eso me ponía nerviosa. No fue hasta la noche cuando mi hermano me insistió en que los acompañara a cenar que me levanté y mientras él hacía la cena, me quedé hablando con Claudia. —No puedo creer que estemos embarazadas al mismo tiempo, Lucy —decía ella. —Estoy segura de que tienes más tiempo que yo, hasta me atrevo a decir que ya lo sabías desde Navidad y que aprovechaste este momento para decírmelo. —Claro que no, no sabía lo que iba a pasar entre Miles y tú. La verdad es que aún sigo sin poder creer que estés casada con Milligan —sonreí, pero en ese preciso momento sentí como si algo me oprimiera el pecho y no me dejara respirar. Intenté decirle a Claudia lo que estaba sintiendo, pero las palabras no salían de mi boca. —¿Lucy? ¡Lucy! ¡Lucas, algo le pasa a Lucy! —gritó Claudia. Lucas vino rápidamente y me tomó en sus brazos para sentarme en el mueble. —Está teniendo un ataque de pánico —dijo mi amiga. Sentí que algo me asfixiaba. —Lu, respira. Trata de calmarte o te hará daño ponerte así. —Mi hermano me abrazó y poco a poco pude comenzar a respirar, pero una enorme tristeza me abrumó y rompí en llanto. Lo único en lo que podía pensar era en Miles. No me había podido comunicar con él en la última semana. No había podido darle la noticia de nuestro bebé. —Miles, necesito hablar con Miles —dije con dificultad. —No creo que puedas… —¡Necesito hablar con Miles! —grité y ellos solo se vieron entre sí. —Llamaré a Lotti, para ver si ellas tienen alguna manera de contactarse —dijo Lucas. Entonces recordé que María me había dado el resto de la semana y fui a cambiarme de ropa. —No, no la llames. Yo misma iré. —¿De qué hablas? No te voy a dejar ir así —dijo mi hermano poniéndose frente a mí. —Entonces ven conmigo. Algo pasó con Miles, lo puedo sentir —expresé cubriéndome el rostro con una mano y llevando la otra a mi pecho. La desesperación que sentía dentro de mí no era normal. Sentía que lo único que quería hacer era llorar y pensar en Miles. Esperando y deseando que estuviera bien. —Déjame arreglar todo y salimos para allá. Lo más probable es que lleguemos mañana. Recuerda que ya es de noche. —No me importa, Lucas. Por favor, llévame a casa —dije sin poder controlar el cúmulo de emociones en mi pecho. Tenía miedo. —Vamos a que descanses en lo que Lucas consigue todo lo que necesitamos para viajar mañana —dijo Claudia abrazándome y llevándome hacia la habitación donde me estaba quedando. Al entrar, vi la foto de mi boda con Miles a un lado de la cama y nuevamente la sensación de angustia me abrumó. —Tienes que estar bien, Miles. Tienes que cumplir tu promesa y volver a mí, a nosotros —dije abrazando la foto a mi pecho haciéndome un ovillo en la cama. —Lucy, Lucy, despierta. —Abrí mis ojos de inmediato al escuchar la voz de Miles, pero no era él. Era mi hermano. Miré a mi alrededor y la luz ya entraba por la ventana. —¿Amaneció ya? —Sí, te desperté porque ya tenemos todo listo para viajar. —Moví mi cabeza en afirmación y Lucas salió de la habitación. Fui al baño y de inmediato me alisté. No quería perder más tiempo. Una hora después llegamos al aeropuerto y me sentí más tranquila. Ya lo que tenía en el pecho no estaba y eso me hacía sentir menos ansiedad, pero aún sentía que debía ir a Bronxville. Alquilamos un auto al aterrizar y luego llegamos al restaurante de mi suegra, pero no estaban ni ella, ni Lotti, así que salimos hacia su casa. —¿Todo está bien, Lucy? —preguntó Claudia—. Creo que mejor debimos ir al médico. —Posiblemente sea mi sobrino iniciando una batalla con tus órganos lo que te tiene así —comentó mi hermano haciéndonos reír a ambas. Estábamos entrando a la calle donde estaba la casa de mi suegra y vi a tres personas bajando del auto enfrente de su casa. —No, no, no. ¡Mierda! —gritó mi hermano golpeando el volante. Tres hombres en traje militar caminaban hacia la entrada, uno de ellos llevaba una bandera en su pecho. —¿Quiénes son? —pregunté sin entender nada tratando de desabrocharme el cinturón. —Cálmate, Lucy —dijo Claudia, pero mi hermano estacionó el auto y bajé casi corriendo. Los hombres llegaron hasta la entrada y tocaron antes de que los alcanzara. Mi suegra abrió la puerta y de inmediato se cubrió el rostro y cayó al suelo. —¡No! ¡Mi hijo! ¡Mí Miles, no! —exclamó ella abrazándose a sí misma. Mi corazón comenzó a palpitar con fuerza. Las lágrimas me empezaron a nublar la vista. —La secretaría del Ejército lamenta informarle que su hijo, esposo y hermano. El sargento, Miles Augusto Milligan murió ayer durante una misión a las afueras de Irak. Lamento no tener más detalles sobre su perecimiento. En este momento hay una investigación en desarrollo, pero una vez que la investigación esté completa, tendrán acceso al reporte —esas palabras se reprodujeron en mi mente una y otra vez. —Miles… ¡Miles!, ¡Miles no puedes estar muerto! —grité. Luego las fuerzas abandonaron mi cuerpo y le di la bienvenida a la oscuridad, esa que posiblemente me acompañaría el resto de mi vida.
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