Dos años.
Tras dos años escondida en una casa en la Alaska, no es que pudiera decir que las cosas volvieron a la normalidad, bueno, a la normalidad que mi caótica vida y familia permitirían. Volver a Middleton, mi pueblo natal era algo que me gustaba y me aterraba a partes iguales. Habían pasado dos años desde que había salido corriendo de mi querido pueblo, mi madre me saco de mi casa corriendo, me saco de todo lo que conocía.
Pero ahora, al fin volvía con el deseo de que todo fuera como cuando tenía quince años, cuando me fui pero sabiendo que eso era casi imposible, había hecho demasiado daño a las personas que me importaban, había dejado tiradas a las personas más importantes de mi vida, todo por cosas que en esos momentos no entendía y que ahora, por mucho que las sepa, por mucho que comprenda porque las cosas fueron como fueron, no respetaba nada lo que estaba pasando, no aceptaba para nada lo que estaba asando, lo que paso y no lo haría nunca.
—Tranquila, todo volverá a ser normal—me comento Julieta que conducía el coche en silencio.
—Claro—dije con ironía.
Julieta me miro en silencio.
—La carretera—le recordé.
Sentía rencor y dolor, me dolía demasiado lo que había vivido en los últimos veinticuatro meses, si antes era partidaria de creer que la vida de una persona podía cambiar mágicamente en dos segundos, de que solo un suceso era necesario para que las cosas fueran diferentes, ahora era la creyente más atada a ese pensamiento.
Entramos al pueblo y una presión inundo el coche, como si entráramos en otra atmosfera, en otro lugar, y quizás lo era, aunque el pueblo no era muy diferente a la carretera contigua, era igual, era la misma, del mismo estado, del mismo pais, se ve demasiado diferente al ultimo pueblo que pasamos antes de llegar. Mientras que en esos pueblos, la alegría y la luz era clara, se veía que la vida seguía, que el mundo no había dejado de girar por nada pero en mi querido Middleton, el mundo parecía haberse detenido en una tristeza constante.
Era común, gran parte de mi familia era parte del pueblo, sin hablar de que mis padres, los que me criaron como a una hija, eran demasiado importantes para el pueblo, sobre todo mi padre y su detección con la de Molly no fue algo que las personas del pueblo, se pudieran tomar con demasiada calma.
Julieta paro el coche enfrente de un edificio que estaba a las afueras del pueblo, de nueva construcción porque no me sonaba para nada que estuviera hace dos años.
—¿Por que no vamos a casa?—le pregunte molesta y me miro sin salir del coche, mientras apretaba el volante con fuerza.
—No es un lugar al que debamos volver—comento y la mire.
—No deberás volver tú, yo me he criado bien en esa casa—le deje claro.
La puerta se abrió dejándome oler la colonia barata que reconocería en cualquier parte, Andrés, estaba ahí, esperando un abrazo o algún gesto amable por haber venido a recibirnos, pero yo solo sentía que todo esto era una maldita conjunto de desgracia que se habían alineado para tocarme a mi, nada más que una pesadilla hecha realidad.
—Vida—me llamo Andrés, mi apodo es bastante curioso y simple, nací en diciembre, cerca de navidad, por lo que a alguien se le ocurrió que la mejor idea del mundo era ponerme un nombre que reflejara, lo que hacía tanto mi nacimiento como las fechas, un día que se celebra la vida, y por ello, ni uno de mis hermanos me llamaba por mi nombre, sino que usaban la palabra vida, porque les resultaba divertido.
Respiré hondo y salí del coche.
Andrés se acerco a abrazarme pero me aleje de él antes de que hiciera nada, se quedo sorprendido pero no me importo, no me importaba para nada lo que los demás sentían, mi dolor era mi prioridad en estos momentos. Julieta, en cambio, se acerco a su hermano y lo abrazo, con fuerza, lo note porque para seguir su abrazo la tuvo que levantar un poco. Ahí me di cuenta de una cosa, mientras los veía abrazados, todos los hijos teníamos una cosa en común, el pelo rubio, desde los hijos de Molly hasta los de Anne, todos éramos rubios como mi padre pero luego, los ojos eran los que nos delataban, mientras que los de Molly como ella y mi padre tenían un color azul, Andrés y Julieta, los tenían oscuros, pero en mi caso y como siempre destacando mis ojos eran grises, como los de un gato, animal al que soy alérgica.
—Es un placer veros—comento Andrés separándose al fin de Julieta y mirándome, analizando cada parte de mi, cada centímetro de mi cuerpo—La casa es nueva, así que nadie ha vivido ahí, toda vuestra y los muebles los ha elegido Diana—comento Andres.
Su esposa Diana, antes me caía demasiado bien, era la hermana mayor que me faltaba en Julieta pero en estos momentos, todo el amor que les procesaba a mis hermanos y sus parejas, a sus hijos, se ha ido, ya ninguno tiene mi amor y dudo que lo puedan tener.
—Nos instalaremos—comento Julieta.
Tuve que luchar con todas mis fuerzas para no darle una mala respuesta porque si pensaba que me iba a quedar con ella, que iba a pasar más tiempo del necesario con ella, o con Andres, estaba loca.
—Voy a dar un paseo—le deje claro y los dos me miraron.
Tuve que cerrar mis ojos para controlar mi enfado, mi molestia porque no me dejaran hacer lo que necesitaba en estos momentos, había hecho un viaje de casi dos días con Julieta en el coche, ella intentando que le hablará mientras que con todas mis fuerzas, yo estaba evitando hablarle, no tenía nada que contarle, nada que informarle de mi vida, la que tuve antes de irme a Alaska es una vida que no le interesa, era algo que prefería borrar de mi mente y ahora, no tenía vida.
—Es seguro, las cosas no han cambiado mucho—tranquilizo Andrés.
Sin esperar permiso u otra respuesta, comencé a caminar al pueblo, con un objetivo claro el único bar del pueblo, puede que en el pueblo haya muchas cosas, tenemos un pequeño colegio que da clases a los niños de la zona, hay dos iglesias, una histórica y otra que se usa, algunos monumentos y dos museos, ya que algo histórico paso en el pueblo por lo que somos importantes. Pero el mayor atrayente del pueblo es el único y gran bar que hay en el pueblo “Camino Al Deseo”, un lugar donde la música es tan genial que mucha gente solo va a ver los espectáculos, bueno iba porque todo se complicó, aún no estoy segura de que fue, no estuve cuando paso pero en una de mis comunicaciones con Molly, cuando estaba en Alaska me dijo que las cosas iban algo mal. El bar es propiedad del señor Víctor Popov, un señor ruso que se enamoro de la hermosa americana Marie Smith dejando todo es en su ciudad y mudándose por amor a Middleton, donde formo su familia, años después sus hijos ayudaban en el bar y cuando ellos se hicieron mayores sus nietos, que ya estaban empezando a hacerlo, o al menos, cuando me fui. La historia de Marie y Víctor es la mejor del mundo, bajo mi criterio de lectora de novelas de amor, enamorarte de una estadounidense o de un ruso, siendo lo contrarío en la época que se odiaban más de lo que ahora lo hacen, es complicado y da miedo porque sabes, al menos tiene la certeza de que nada será sencillo, se por lo que contaron que Víctor lo paso mal, estuvo muchas veces en constante vigilancia porque se creía que era un espía, muchas veces entraron en su casa o bar para investigar que no sea una tapadera o cualquier cosa para ayudar a los rusos.
No me costo demasiado llegar al bar, no es que viviéramos en un pueblo demasiado grande, era pequeño, en largura, no en anchura, por lo que llegar al bar era demasiado sencillo y rápido desde cualquier punto ya que estaba en el centro del pueblo.
Respiré profundamente.
Abrí la puerta del bar para entrar a este, siempre estaba abierto, pocas veces cerraba por lo que estaba demasiado segura de que iba a estar abierto, baje las escaleras para ver a una chica limpiando las mesas, la reconocí nada más verla, era Priscila, una mujer alta, de pelo castaño y ojos azules demasiado llamativos, era de descendencia japonesa por lo que sus ojos eran algo achinados, pero es demasiado preciosa y una gran amiga, en la barra, colocando las bebidas y los vasos estaba Reese, el chico más gracioso que conozco, el mejor amigo que alguien pueda desear, tiene pelo castaño, y ojos castaño, un chico que puede hacerte malabares como montarte un sonido perfecto, y en otro lado de la sala, Jeremy, el rubio de ojos azules del grupo, mi primo no cercano pero es el sobrino de mi padre por lo que era familia mía.
Pero en la escena faltaba la persona más importante Colín, el hijo de Dimitri y quien hasta antes de irme era mi mejor amigo, pero dudaba mucho que ahora, quisiera lago conmigo, dudaba de forma consciente que quisiera saber algo de mi, tanto él como cualquiera de mis amigos, nadie iba a querer que fuera parte de su vida.
Del almacén salió Colín llevando unas cajas de reflejos en sus manos, nada más verme, se le cayo todo al suelo haciendo que las otras tres personas que estaban en la sala le miraran por el susto.
—¿Qué te pasa?—le pregunto Reese sorprendido.
Me señalo con la cabeza.
Todos me miraron, algunos con miedo y otros con enfado, una mezcla de demasiadas cosas pero mi mente no podía dejar de pensar en que me alegraba demasiado que siguieran siendo amigos, no me creo nada, se que no soy la persona más importante en el mundo pero es bastante común que cuando sucede algo en un grupo de amigos, este se pueda separar, las cosas que pasaron en mi vida no fueron normales y las repercusiones que seguro tuvo en el pueblo, no fueron bonitas, por lo que su unión, me alegraba demasiado.
—El bar esta cerrado, así que lárgate—me dejo claro Colin mientras se acercaba a coger la escoba y la fregona para limpiar las cosas que había tirado por mi culpa.
—Me gustaría hablar—les dije.
—Tú no sabes hablar, eres una cobarde que solo sabe huir—me dejo claro Priscila, estaba claro que hablaba por los cuatro cuando hablaba, estaba claro que todos opinaban lo mismo, que les abandone, que no fui buena amiga, lo entiendo, en esas fechas, todos estaban pasando problemas y eran mi casa el refugio al que acudían cuando algo malo pasaba pero dejaron de tener eso y encima, yo no estaba.
—Lo siento—.
Me disculpe.
Se que una disculpa, no va solucionar nada, se que unas palabras no iba a hacer nada, no iba a hacer que las personas que tengo enfrente, las personas más importante de mi vida, esas personas son demasiado importantes de mi vida, no es que haya mucha variedad de personas en este lugar por lo que, cualquiera que encaje con tus gustos es la clave de todo, te lo quedas por mucho que no te guste, por mucho que cueste debes atar a las personas en tu vida, para que así tener alguien en tu vida, sino estarás condenada a sentarte con tu abuela en misa, cosa que no es agradable. Nada en la vida, puede solucionar algo que ya has estropeado, cuando hacemos algo, ya no hay otra opción, no se puede borrar y volver a empezar, no se puede, solo se puede agarrar y hacer cosas con lo que marque el pasado.
—No vas a solucionar nada, hablando—dejo claro Priscila.
Estaba demasiado tranquila, sabia que eso era la respuesta más clara, no eran idiotas, no iban a dejarme las cosas fáciles cuando no habían tenido una sola explicaciones, todo había sido un misterio para ellos, nadie les había explicado nada, no porque yo no lo quisiera, le suplique a mi padre por días, semanas y meses que dijera a Molly para que le contara la verdad pero nada paso, ellos se negaron y por mucho que llorara, no hicieron nada.
—Necesito, explicar que paso—les deje claro.
—Te voy a decir yo que paso—me dejo claro Colin y le mire, estaba demasiado sorprendida, sabía que las cosas no iban a tener sentido, que lo que iba a contar sería todo desde la rabia, desde el dolor pero eso no quitaba validez a las cosas que iba a decirme, eran importantes porque a él, le hice sentir mal y no sabía otra cosa—Mientras las cosas eran de color de rosas, todo te encantaba y estabas de acuerdo con esta vida pero cuando empezaste a ver que no todo iba a girar entorno a ti, te fuiste como una egoista, creo que aún lo eres—.
Suspiré.
—No soy una egoísta—le deje claro.
Todos me miraron, creo que estaban sorprendidos porque replicara, pero entendía demasiado su dolor por lo que debía gestionar bien lo que dijera.
—Se que estáis dolidos, se que no entendéis nada pero cuando lo entendías, cuando me escuchéis veréis como todo tiene lógica y sentido—les dije, con suplica, con demasiada necesidad de que me hicieran caso, necesitaba que me escucharan que dijeran que las cosas estaban bien, que me escucharan, que pudiéramos hablar como personas adultas, se que no éramos adultos cuando todo esto paso pero ahora lo éramos.
—Cállate—me ordeno Priscila demasiado molesta.
Jeremy se levanto y se acerco a donde todos estábamos, estaba apartado hasta ahora, sin hablar con nadie, solo mirando y escuchando, sin comentar nada, cuando el era quizás el que más debía decir, el que algo sabía, porque al compartir familia, estoy segura de que algo sabrá, sino es toda la verdad, algo sabrá.
—Dejemos que se explique—comento Jeremy y todos le miraron.
—¿Sabes algo?—pregunto Colin bastante molesto.
—No se nada en concreto pero se que las cosas no son tan sencillas, mi padre no me cuenta nada—dejo claro Jeremy.
Le mire.
No era sencillo contar lo que pasaba, el gran secreto de mi familia, por lo que no estaba segura de que nada en la vida pueda igualarse al caos de mi familia, no dijo que sea demasiado malo, las cosas eran demasiado malas en la vida como para quejarme, había cosas mucho más malas que lo vivido en mi vida pero eso no quitaba la dificultad de lo que tenía que explicar.
—Julieta—comencé y me miraron.
—Tu hermana, la que no te habla ni te escribe nunca—comento Reese interrumpiéndome.
Me quede unos segundos en silencio y les mire.
—Es mi madre—confesé.
Todos me miraron sin entender nada, sin saber que decir o como explicar las cosas, porque todo era demasiado complicado. Priscila se acerco a mi para ayudarme y sentarme en una silla, lo necesitaba porque las cosas que iban a pasar ahora, lo que debía explicar era todo demasiado complicado.
—Cuando mi hermana—comencé pero tuve que hacer una pausa—Cuando Julieta tenía 17 años, estaba en una relación con un hombre, era todo muy secreto pero para quitarle su gusto por ese hombre, mis abuelos, la mandaron violar, un hombre que conocían del pueblo abuso de ella, haciendo que se quedará embarazada—.
Las caras de todos se palidecieron y me miraron mientras se sentaban para asumir las cosas.
—La encerraron en el sótano para protegerla durante el embarazo ya que por el trauma tomaba muchas drogas pero una vez nací, la abandonaron en una gasolinera en otro estado—.
Me miraron y les mire atenta.
—Odio a Julieta, la odio porque me dio una vida que no merecía, pudo abortar o irse sin decir nada, pero se lo conto a mi nada, la misma mujer que la intento adoctrinar desde niña para que fuera la perfecta defensora de los derechos de las mujeres, un muñeco de feria que hiciera lo que ella nunca pudo hacer, pero mi hermana no era lo que ella deseaba, era demasiado débil e influenciable, por lo que cualquier cosa que dijera otra persona podía cambiar lo que ella pensaba, lo que ella quería, mi madre necesitaba ser la única que metiera las ideas en la cabeza de mi hermana—explique.
Hice una pausa, respiré hondo y les mire.
—O sea mi abuela a mi madre, es todo demasiado complicado—.
—Eso no explica nada—aviso Colin y le mire.
—Verdad—suspiré algo cansada—El día que me fui, llamo Julieta, me dijo que iba venir una carta y debía saber la verdad, yo fui demasiado tonta y se lo dije a mi madre, quien sin pensarlo, cogió el coche y sin dejarnos nada, ni despedirnos ni coger nada, nos hizo irnos a Alaska a escondernos de la justicia porque Julieta consiguió las pruebas de su delito—.
Todos me miraron.
—¿Por que en ese momento?—.
Mire a Priscila demasiado sorprendida por su pregunta.
—Le hicieron creer que morí y estuvo en problemas con adicciones ya que en el tiempo que estuvo en el sotano, la tenían drogada para que no hiciera ruido, al menos no demasiado—explique.
Todos me miraron.
—No quería irme—aclaré.
Nadie dijo nada, nadie se movió, se quedaron en silencio, analizando las cosas y ese silencio me daba demasiado miedo porque no era para nada buena señal, conocía demasiado bien, si no hubieran cambiado, todos eran personas, personas que se dedicaban a hablar, a sentirse bien siendo demasiado expresivos, eran personas que no sabían estar callados, no sabían vivir la vida sin darle color, sin tener luces, energía a cada momento, por lo que su silencio era demasiado silencioso, demasiado aterrador aunque teniendo en cuanta lo que había pasado los últimos meses, nada malo me iba a poder sorprender, me haría daño pero esperaba cualquier cosa.