Capitulo 4

3116 Words
No había sido un día agradable, y el sudor de mi cuerpo lo dejaba demasiado claro. Necesitaba una ducha. Me fui al piso que compartía con Julieta, no necesitaba ayuda conocía el pueblo quizás mejor que a la persona con la que ahora iba a convivir por lo que no necesitaba que nadie me ayudara para encontrar el camino a mi casa. Toque la puerta porque mi mente brillante no pensó que pudiera necesitar volver a este lugar, una parte de mi pensó que mi compañera de casa, iba a decidir que lo mejor era vivir en la casa donde nos criamos pero esta claro, que los recuerdos que tenía de esa casa no eran agradables pero iba a tardar poco en conseguir unas llaves para poder ser independiente. Julieta abrió la puerta, entre en la casa y un hermoso y precioso dálmata se acerco a mi para saltar a mis piernas. Me agache para acariciarlo. Siempre quise tener un perro, pero según mi madre abuela, siempre me dijo que no, según ella un perro requería saber cuidarse de si mismo y yo no era la persona más responsable del mundo, que era casi seguro que matara a cualquiera en el proceso de intentar cuidar a alguien que no fuera yo, también comentaba que la razón de que aún siguiera con la cabeza en mi cuerpo, era porque ella cuidaba de mi. Y no lo niego, soy torpe, en ocasiones me olvido de todo, es verdad que em cuesta cuidar de mi misma y que soy demasiado impulsiva pero no creo que eso afecte a mis capacidades para cuidar a un animal. —Hola bonito—salude al hermoso dálmatas. No soy una persona demasiado cariñosa, debo tener un enorme vinculo con las personas para abrazarlas y sentirme bien con ellas pero este perro me daba una conexión, una tranquilidad, una paz que no podía comprender, no entendía como me podía sentir tan vinculada con alguien, con algo cuando no sabía nada de ella, solo que me lamía como si fuera un trozo de carne, pero eso me gustaba demasiado, era agradable que alguien me quisiera de esa forma, me encantaba. La unica vez, que recuerdo esta sensación fue con Colin, en la guardería, no es que sea muy fácil de olvidar. Como siempre, llegaba tarde a clase, no en forma de hora sino en acceso a las clases, de lo normal los niños del pueblo comenzaban las clases a los 3 años pero mi madre creyó importante y necesario educarme en casa, me educo hasta los cinco años, me enseño a leer y escribir en tres idiomas antes de cumplir esa edad, me enseño matemáticas básicas y geografía, sin hablar de historia, se le empeño demasiado en que tuviera una gran educación, pero cuando mi padre y Molly vieron problemas en que me quedará en casa, me mandaron a la guardería que también era colegio e instituto, todo en el mismo edificio. Al entrar en clase, media hora tarde, Colin me recibió, era el encargado según él de dar la bienvenida a los nuevos alumnos pero solo era una forma de hacerme una pequeña broma de bienvenida, me tiro pica pica al pelo, haciendo que me picara y bueno, dado que tenía mucha familia yo sabía pegar a las personas y defenderme, le pegue un puñetazo, empezando así nuestra amistad. Bueno, mis abuelos y Molly. Pero eso no es lo importante, conectamos aún empezando mal. —Es hembra, se llama Gia—comento Julieta y la mire sin dejar de acariciar al perro—Andrés me conto que siempre quisiste un perro y creo que puede ser buena idea tener uno para que te adaptes a este nuevo lugar—explico. Mire al perro. Era una preciosidad, y no puedo negar que los dálmatas siempre han sido mi debilidad, son perros grandes y majestuosos pero no lo suficientemente grandes como para molestar y lo mejor de ello es que el pelo es fino por lo que no molesta, no era molesto y no se caía con gran facilidad, además que el color era el indicado para que me pegará con cualquier ropa que decidiera ponerme, haciendo que sea la combinación perfecta, por lo que no puedo negar que comprarle accesorios era una de las mejores cosas. —Si crees que esto es una forma de comprarme—le deje claro—No va funcionar, por mucho que desee a un perro, puedo no aceptarlo si es una forma de manipulación—. Julieta suspiró. —No te hagas la buena, no tienes derecho—le avise, y le mire en silencio—No necesito una madre, ni una hermana—deje claro, no estaba segura de si mis palabras pudieran ser buenas, seguro eran dolorosas pero no estaba segura de que las cosas sean tan sencillas, me duele, todo lo que esta pasando por lo que no tendré piedad. Puede que mi irá no estuviera bien enfocada, pero no tenía a otra persona en la que enfocar mi enfado, mi rabia, bastante acumulada, mi dolor, también acumulado pedía a gritos salir de mi cuerpo, y quizás ella no lo merecía, una parte de mi cabeza me recordaba siempre que ella también lo paso mal pero mi dolor, era doble, ella perdió una hija que ha recuperado pero yo he perdido hermanos, padres y una madrina demasiado buena que no podre recuperar. —No quiero comprarte, no soy ese tipo de persona, quiero que me quieras y me aprecies por lo que soy—dejo claro y no al mire porque en estos momentos no me era fácil hacer lo que me pedía—Quiero que me conozcas y quiero conocerte, quiero compartir contigo todos los momentos que podamos, quiero ser parte de tu vida, quizás no me quieras contar lo que has pasado antes pero si podemos hablar del ahora, del futuro—. La mire, tenía demasiadas ganas de gritarla y decirle que no, eso no iba a pasar, no quería que fuera parte de mi vida, tuvo la oportunidad y la dejo ir, ahora no la podía coger como si nada. Me quite los zapatos y me senté en el suelo para acariciar a Gia. —Supongo que ya no saldrás más—. Mire a mi nueva amiga sin saber si responderle era buena idea, aún era menor de edad y ella tenía mi custodia, ella tenía el poder de castigarme y no lo había hecho, me había dado mucha libertad, me había dejado elegir volver a este lugar, me había dejado irme sin pedir permiso y volver cuando quisiera, por lo que responderle era una buena idea para seguir teniendo esa libertad. —Solo he venido a ducharme—le deje claro. —Me gustaría que te quedaras, he planeado una buena cena—me dijo. Mire al perro, creo que era una forma de manipular, darme algo que quería, algo que siempre quise para que no me pudiera negar a lo que me pidiera, y no es que Julieta me cayera mal, no la conocía, era una persona demasiado complicada y no hacía un esfuerzo por saber de ella, me dejo sola cuando más se necesitaba a una madre, y eso no se lo puedo perdonar, o quizás, simplemente, lo que no puedo perdonar era que su vuelta, hizo que perdiera dos años de mi vida. Entiendo que su vida no era fácil, siempre fue un mecanismo que tuvo su madre para manipular a su padre y que se quedara con ella, un arma para ser la feminista perfecta pero ella se enamoro de un hombre, queriendo casarse y tener hijos, cosa que no iba con los planes de su madre, seguro hizo algo para que los demás aceptaran que mandaran a abusar de ella, esta claro que superar ese trauma no puede ser fácil pero iba a ser madre. —No creo que una buena cena me anime a quedarme—le avise. Quedarme en el pueblo si, pero con ella no. —No te dejo salir—me amenazo y la mire—Quédate, es una cena importante para mi—pidió. Suspiré. Era un arma que podía usar como yo usaba muchas otras. No tenía nada planeado para esa noche, incluso me había despedido hasta mañana de los chicos, era miércoles y era el día de la semana que el bar siempre estaba cerrado, era como el día de limpieza y reorganización, mi plan era quedarme paseando por el pueblo o escondida en la cabaña, cualquier cosa que me evitara enfrentarme a la realidad que ahora estaba en mi vida, no quería tener que saber lo que Julieta quisiera decirme, lo que quisiera que hiciéramos en esta nueva etapa de nuestras vidas. —Por favor—añadió. La mire, estaba claro que no quería usar armas autoritarias conmigo, seguro quiere que nos llevemos bien pero por desgracia eso no es algo tan sencillo como ella se cree, por muy amiga mía que se intente hacer, la historia y el peso de lo pasado, sigue ahí —Vale—dije sin pensarlo, y arrepintiéndome al segundo pero sabía que si hacía algo por ella, luego tendría menos que soportar y luchar por las cosas que quisiera.—Voy a ducharme—comente seguido para no darle opciones a que dijera nada. Me metí al baño y cerré la puerta para ducharme en silencio y en tranquilidad, la casa solo tenía dos habitaciones y un baño, sin hablar del reducido espacio del salón y la cocina por lo que a menos que me encerrara iba a tener que verla, y no quería hacerlo, durante el juicio por muchas horas me imagine como hubiera sido mi vida si ella hubiera sido mi madre, quizás nunca hubiera vivido en el pueblo pero puede que no hubiera tenido que huir y reformar mi vida, preguntarme otra vez quien era. Odiaba no estar segura de quien era y de quien me amaba, odiaba esas dudas que toda esta situación me estaban trayendo. Salí del baño, para ir a mi habitación y ver todas mis cosas en cajas. Me senté en la cama demasiado confundida y dolida, no entendía como la vida de una persona podía entrar en cajas, en diez cajas de cartón mal hechas. No entendía como todos los recuerdos de mi vida podían entrar en cajas, y me dolía, me dolía que no tuviera cosas suficientes para llevar miles de cajas, no por lo material sino por los recuerdos, quería recuerdos suficientes para llenar miles de cajas pero no los tenía, solo tenía diez cajas, de las que la mayoría era ropa que ya dejaba de entrarme. Me tumbe en la cama y mire al techo. —Dios, no se que te habré hecho pero espero que disfrutes de tu venganza—le avise al espacio cósmico, porque estaba claro que tuve que ser muy mala persona en algún momento de mi existencia para que en esta vida, me lo devolviera con ganas. Me vestí con el primer vestido que saque de una de las cajas y mire a la perra que se acomodaba en el suelo de mi habitación. —No soy mala persona—le deje claro—Pero odio que mi vida sea una mierda—le deje claro. Obviamente la perra me miro sin entender nada pero necesitaba hablar con alguien que no me juzgara, que no dijera nada porque no quisiera organizar mis cosas, no sentía que esta fuera mi casa, no sentía que fuera mi lugar, por mucho que pusiera mis cosas por la habitación, nada me haría sentirme parte de este lugar. Me pare unos segundos enfrente de las cajas y mire la toalla en el suelo, no soy desorganizada, necesito orden en mi vida pero no estaba segura de como iba poder ordenar las cosas de mi habitación cuando mi cabeza era un enorme desastre. —Natalia—me llamo Julieta. Suspiré y me puse unas zapatillas de andar por casa para ir a la cocina que también era el salón y el comedor. —¿Que?—le pregunte. Me fije en la mesa que tenía tres platos y no dos, se que era una cena importante pero para mi eso significaba que me iba a contar algo importante, o simplemente que íbamos a cenar ella y yo, porque debía ser lo más importante de su vida, pero estaba claro que no era nada como yo me esperaba y por desgracia, estaba confundida, no sabía si sentirme mal o bien, mal porque no fuera importante para ella y bien porque no tuviera que pasar por esto sola pero estaba claro que la tercera persona no iba a ser alguien que me agradara. —Dudo que la perra sepa comer con cuchillo y tenedor—le avise. Julieta me miro, me dio una sonrisa, como si hubiera contado un chiste pero mi aviso no era un chiste, era una forma de intentar descubrir las cosas sin preguntarle, sin demostrar que me interesaba. —Tenemos un invitado—aviso y le mire. —Como entre Andrés por esa puerta, me voy de casa—le avise señalando la puerta. Mi relación con Andrés antes era buena, ahora que sabía que conocía la verdad y nunca me lo conto ni hizo esfuerzos por ayudarme, tenía ganas de pegarle un puñetazo. —No es tu tío—aclaro y la mire. No sentía la necesidad, ni las ganas de llamar tío a Andrés, no consideraba que fuera mi tío y mucho menos consideraba que tuviera esa figura en mi vida, nunca actuó como un hermano, quizás eso debió hacer que mis alarmas saltaran pero pensar en una enemistad familiar era más sencillo que imaginar la enrevesada realidad, pero esa no era la cosa, la cuestión era que no les veía como mi madre y mi tío, no les veía como nada de mi vida, les veía como dos personas con las que compartía sangre y si les tenía respeto era por un mínimo amor que les podía procesar por la sangre que compartíamos pero nada más. —¿Y quien es?—le pregunte. —Llegará pronto y le conocerás, estoy segura que te va caer muy bien—me dijo y la mire demasiado molesta porque no me diera una respuesta en condiciones, porque siempre estuviera con misterios y tonterías. El timbre sonó. —Abre la puerta—ordeno Julieta mientras terminaba de poner la mesa. Me tome un segundo para respirar y camine a la puerta. La abrí para encontrarme a un hombre, era bastante más alto que yo, tenía un pelo castaño bastante despeinado, tenía una barba que estaba claro que no había afeitado en varios días pero lo que más me llamaba la atención de su rostro eran sus ojos verdes, estaba claro que tenía la edad de Julieta pero a diferencia de ella se mantenía mucho más joven, iba con un traje, que no era muy adecuado ni conjuntable con su pelo despeinado, en una de sus manos llevaba una botella de vino y en el otro un peluche. —Tú debes ser Natalia—comento y le mire. —Obviamente, soy bastante más joven que Julieta—le deje claro. Me ofreció el peluche y le mire. —¿Cuántos años te crees que tengo?—le pregunte demasiado molesta. El hombre se me quedo mirando demasiado sorprendido, como si le hubiera ofendido pero no me importaba, Julieta en ningún momento pidió que fuera amable y aunque lo hubiera hecho, no le haría caso. —No lo se pero un peluche siempre es un buen regalo—comento ofreciendo el muñeco. Era un oso rosa pequeño con un lazo azul. —Al menos podía ser grande—me queje. —Natalia, no te pases—me pidió Julieta acercándose a la escena, miro al hombre y sonrió—Eric—le saludo y se dieron dos besos. Negué. —No pasa nada, me gusta el carácter—comento Eric. Julieta dejo que el hombre, llamado Eric pasara a la casa y cerro la puerta dándome el peluche y mirándome sería. —Aceptas el regalo y eres amable—me aviso y la mire. —Pues mira que no—le deje claro y la mire—Se que no has hecho tu trabajo como madre pero la primera lección es no aceptar regalos de extraños—le deje claro y me miro. Los dos me miraron sorprendidos. —Compórtate—me ordeno Julieta. —Has destruido mi vida, perdóname si no quiero ser amable—deje claro y los dos me miraron sorprendidos. Julieta se acerco a mi furiosa, demasiado y sabía que me iba a golpear pero antes de que pudiera hacer nada Eric la agarró y miro a la mujer demasiado tranquilo pero serio. —No es la solución—dejo claro el hombre. —No me vas a decir como educar a mi hija—aviso Julieta y el chico la miro, después me miro a mi analizando cada cosa de mi como si fuera algo que no quisiera olvidar. —También es mi hija—dejo claro el chico. —¿Que?—les pregunte a los dos demasiado sorprendidos, note el hocico de Gia en mi mano, me quede en silencio sabiendo que al menos por muy confuso que fuera todo, tenía el apoyo de alguien en esa casa de locos. No entendía nada. Las piezas de mi pulzze que me habían dado, ahora parecían no encajar y eso me daba demasiado miedo, me aterraba no saber quien era, que era de mi, de donde venía, si fui deseada, si podría haber sido criada con amor, quería las respuestas que un juez me dio y que ahora se tambaleaban por capricho de Julieta, quien decía ser mi madre, quien decía querer lo mejor para mi pero solo traía confusiones a mi vida, dolor y pena. —Siéntate y te lo explicamos—me aviso Eric. Les mire a los dos y agarré a Gia de la correa. —Necesito tomar el aire y no veros—les deje claro y les mire— No hay opción a discusión, no hay forma de que me hagáis quedarme porque todo esto me están dando ganas de vomitar y arrancarme los ojos, y por desgracia, a menos de que queráis que eso pase, me dejáis irme—. Los dos se quedaron callados, y esto me dejo claro que esa era una forma de aceptar mi trato, por ello agarré a mi perra y me fui a donde fuera que sea pero lejos de este dolor de cabeza.
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