Después del grandioso fin de semana que había compartido con Elijan, regresó a la universidad con el corazón lleno de amor y la mente aún navegando entre recuerdos intensos. Sus días transcurrían entre clases, actividades extracurriculares y largas jornadas en la biblioteca, pero ni siquiera el ajetreo cotidiano lograba apaciguar el deseo de tenerlo cerca. Él seguía de viaje, y su ausencia pesaba en el aire como una canción inacabada. una noche, Mabel cenaba en casa de Manrique. La mesa estaba servida con pollo recién horneado y una ensalada que Dafne su cuñada, había preparado con dedicación. El ambiente era cálido, familiar, cargado de risas y conversaciones espontáneas. —¿Y entonces? —preguntó Dafne, mientras llenaba las copas de vino—. ¿Volviste inspirada del viaje romántico o cansad

