Al ver el rostro de Mabel, Elijan supo que ya no podía seguir escondiéndole la verdad. Algo en sus ojos oscuros, enrojecidos por el llanto, lo desarmó por completo. Ella se dispuso a abrazarlo, pegando su rostro a su pecho mientras sollozaba con desesperación. Elijan la envolvió con fuerza, acariciando con suavidad su cabello mientras murmuraba palabras de consuelo al oído. —Tranquila, princesa… Ya he vuelto. Nadie te hará daño. Te lo prometo. Sin embargo, aunque intentaba transmitirle calma, por dentro también lo envolvía el miedo. Miedo a lo que vendría, a que todo se saliera de control. Miedo, sobre todo, a perderla. Mabel levantó el rostro apenas, con expresión desconcertada, y preguntó con voz entrecortada: —Elijan… no sé qué está pasando. Todo ha sido tan extraño. Creo que todo e

