Mi culpa
En un día lluvioso se conlleva un funeral de una familia prestjiosa y adinerada, la cual falleció el padre JOHNSON SMITH, la madre CAROLINA SMITHy el hijo mayor AMADEO SMITH, en un accidente automovilístico.
Solo sobrevivieron dos personas, el chófer y la segunda hija VALENTINA SMITH, qué apenas acababa de cumplir 19 años. Ahora heredera de una gran fortuna , departamentos, cuentas bancarias en el extranjero, tiendas departamentales y de la empresa de su padre, el cual su hermano estaba a cargo.
Bajo la la fría lluvia con heridas aun frescas estaba valentina cerca de las tumba de su familia .A un lado de ella la ama de llaves de la familia, camila una señora de 40 años la cual a trabajado años con ellos, de cariño le dicen nani y al otro el chófer Antonio con un brazo rotó y unos cuantos raspones.
VALENTINA
VALENTINA
— "Es mi culpa, Nani. Si tan solo no hubiera insistido en ir de vacaciones... Esto no hubiera pasado." — dije con la mirada perdida y la voz apagada.
Camila, al verme tan quebrada, se acercó lentamente y me abrazó.
— "No es tu culpa, mi niña. No es culpa de nadie. Solo Dios sabe por qué ocurren los accidentes... Solo querías pasar un poco de tiempo con ellos."
No pude contener más las lágrimas y empecé a llorar con fuerza, aferrándome a Camila. No podía creer que mis padres y mi hermano se hubieran ido, y yo me quedaba sola.
— "Pero, Nani..."
Con un abrazo más fuerte, tratando de reprimir sus propias lágrimas, Camila me acariciaba la espalda, intentando calmarme.
— "Ya, mi niña... Ya no llores. Sé que esto es muy doloroso, también para mí, pero yo estaré contigo, pase lo que pase. Llora todo lo que necesites."
Poco a poco, los asistentes al funeral se fueron despidiendo, dejando sus condolencias y marchándose. Al final, solo quedábamos nosotros: Camila, Antonio y yo. No podía soportar más el dolor. Me arrodillé junto a las tumbas de mis padres y hermano, sin importarme la lluvia. Deseaba que todo fuera una pesadilla de la que despertara, pero no era así. Era real.
Camila observó con tristeza, pero después de un rato, decidió intervenir al ver que ya era hora de irnos. Me levantó con dificultad, ya que aún estaba débil por el accidente.
— "Mi niña, es hora de irnos. Estás empapada, te vas a enfermar. Necesitas descansar, aún no te has recuperado completamente... Ven, levántate."
Me aferré a la tumba de mi padre, el hombre que siempre me había cuidado y me había llamado su princesa. Ya no escucharía sus dulces palabras, ni sentiría sus reconfortantes abrazos. Las lágrimas no dejaban de caer, y aún no entendía por qué la vida me había arrebatado lo más importante, cuando yo nunca había hecho nada malo.
— "Nani, me he quedado sola... Ni siquiera mi mamá está conmigo. Ni Amadeo..."
Camila me sostuvo con ternura, sonriéndome con suavidad mientras me miraba a los ojos.
— "No digas eso... No estás sola. Tienes a mí, a Antonio, y al señor Antonov. Por cierto, ¿dónde está él? No lo he visto."
— "No lo sé, Nani... Creo que está ocupado, o tal vez ya viene en camino." — respondí con voz temblorosa.
Con la ayuda de Camila, me levanté, sintiendo aún la debilidad de mi cuerpo. Sabía que él podría tardar, siempre tenía compromisos de trabajo, pero venía siempre cuando decía que lo haría, o de repente.
A Camila no le agradaba, al igual que a mi padre y hermano. Eran muy celosos y sobreprotectores conmigo, y pensaban que Dimitri solo venía a robarme.
— "¿Acaso es más importante su trabajo que tú? Al menos podría haber avisado que llegaría tarde. Pero mira la hora, ya tenemos que irnos. Espero que tenga una razón para su tardanza, tú eres su novia y debería estar aquí consolándote."
DIMITRI
Desde lejos, observaba la escena con impotencia, sintiéndome más débil y estúpido de lo que jamás había sido. Mi nombre es Dimitri Antonov, sucesor de la mafia Antonov. Tengo 22 años, mido 1.90 m, tengo piel blanca, cabello rubio, ojos verdes claros, y un cuerpo robusto que a menudo intimida. Pero con ella... con ella era diferente. Ella me tenía a sus pies. Haría cualquier cosa por ella, todo lo que me pidiera, con tal de verla feliz.
Verla en ese estado, tan frágil, tan herida, me hervía la sangre. Quería estar a su lado, abrazarla, consolarla... pero no podía. Si me acercaba, todo podría terminar de la peor manera. No podía permitirlo. Mi furia crecía al ver sus raspones, sus heridas en ese cuerpo tan delicado y perfecto. No era capaz de protegerla como debía.
Al verla alejarse con las únicas personas que sabía que la cuidarían bien, un suspiro de dolor escapó de mis labios. Mis puños se apretaron con tal fuerza que sentí el dolor atravesándome. Bajo un árbol, me quedé escondido, observando cómo se iba.
— "Te prometo que te daré una explicación de todo esto, mi amor... Solo espera a que me vuelva lo suficientemente poderoso para protegerte. Perdóname... No sabes cuánto me duele verte así."