Capítulo 53. Un cazador que nunca olvida. Mark cerró la computadora portátil, se levantó y se sirvió un vaso de agua. El reloj marcaba casi la medianoche, y la casa de los Leclerc estaba en silencio. Desde la ventana del estudio podía verse el jardín cubierto por la luz de la luna. Todo parecía tranquilo. Aun así, esa imagen seguía en su cabeza, fija como una espina. No era miedo lo que sentía, un hombre como él nunca sentiría miedo. Era instinto. El mismo que lo había salvado más de una vez cuando algo no cuadraba en una negociación o un trato, las cosas no estaban bien... lo sabía. Y había algo en esa mujer que no encajaba. Quizás era su rostro, o su figura, o era quizás su presencia. Lo que vibró en ese momento fue su teléfono. ** Señor Leclerc, tengo un par de tomas más, sacadas

