Capítulo 8. Todo tiene un final.
Camille.
Me quedé de pie frente al espejo, sin reconocer mi propio reflejo. Tenía los labios hinchados, el maquillaje corrido, el cabello hecho un desastre. Me dolía el cuerpo por el forcejeo y sentía asco.
Asco de su tacto.
Asco del deseo ajeno que me había rozado sin permiso.
Asco de mí misma por haberlo permitido siquiera por un segundo.
Fui al baño tambaleando. Abrí la ducha y me metí bajo el agua tibia. El chorro golpeó mi piel y cerré los ojos, dejando que el agua se llevara el olor de su perfume, de su contacto, de su intento torpe de posesión.
Me froté los labios hasta que ardieron, como si con eso pudiera borrar el sabor de su boca, como si eso bastara para olvidar.
No lloré, no valía la pena... ¡ya no!
Cuando salí, me envolví en una toal
