Capítulo 15. Dos voces un solo destino. Lloré. Lloré de gratitud, de miedo, de amor, y de alivio. Todo lo que había callado durante meses salió en forma de lágrimas silenciosas mientras mis hijos respiraban sobre mi pecho. **** **** **** Afuera, en el pasillo, los minutos se volvían eternos. El aire olía a medicina y a ansiedad contenida. El doctor aún no salía, y el eco de los pasos parecía medirse con la respiración. El padre de Camille caminaba de un lado a otro con el rostro desencajado, las manos entrelazadas, murmurando una oración que solo él conocía. Había envejecido en cuestión de horas, cada giro que daba frente a las puertas del quirófano parecía restarle años de vida, y aun así, en sus ojos había una llama, una fe obstinada que ni la enfermedad ni el tiempo habían podid

