Capitulo 4

1028 Words
Mientras mi hermana estaba en clase de matemáticas, aproveche para explorar la biblioteca del colegio, amaba el olor a libros, siempre era mejor el olor a libro nuevo, pero no me iba a quejar, amaba estar con mi hermana, pero estos momentos de soledad eran como un tesoro para mí, estar con ella no era algo malo, pero esos momentos solos, esos momentos en los que solo escuchaba mi mente era una de las mejores cosas del mundo. En todos los colegios e institutos, hay un lugar al que la gente no suele ir mucha gente por lo que es donde la gente va para romper las normas, puede que únicamente vayan a besarse con sus parejas o a pelearse, pero en este caso como en muchos otros, es la biblioteca, los libros de los colegios son demasiado teóricos o demasiado pesados por lo que nadie, por mucho que ame la lectura suele leerlos, y eso los convierte en uno de los mejores para perderme en mis pensamientos, sin que nadie interceda en ellos, sin oír voces molestas que me lleven a la locura ¿Y cuál es la zona que menos gente visita? La de filosofía. Extrañamente, todo el mundo desea ser libres pensadores, pero nadie lee a antiguos pensadores, no niego que no son lecturas, sencillas, en ocasiones, yo misma que amo esas lecturas siento que es más fácil clavarme un tenedor en el ojo que leer a Platón o Sócrates, quienes son los más ligeros. Camine por los pasillos de la biblioteca, llegando a la sección de literatura, divise a lo lejos unas sillas donde poder leer, camine por los pasillos para alcanzar las sillas y en el camino elegir un libro, pero algo me detuvo, en uno de los pasillos, a lo lejos vi a Antony dando una bolsa a un chico mientras que él a cambio le daba dinero. Me quede quieta en mi sitio, en silencio. —Has subido demasiado los precios—se quejó el chico. Sabía que la escuela en la que estaba, el bario, todo en general era demasiado peligroso, sé que hasta ahora he vivido en una nube de algodón que mi padre creo para que no viéramos la maldad del mundo para protegernos aunque ahora nos había soltado quitándonos la venda ante ese mundo oscuro sin tener armas, ni opciones a protegernos. —Si no te gusta, búscate otro camello—le dejo claro Antony. Drogas. En mi anterior colegio nos dieron varias charlas sobre el tema, las drogas eran sustancia que la gente usaba para enfermarte de cualquier cosa y después matarte poco a poco, era algo peligroso que usaba la gente pobre para no tener que pagar medicamentos, para librarse de ayudarse realmente y solo fingir que lo hacían. —Aunque no prometo que se mantenga la calidad—añadió el chico que hasta hace dos segundos se me hacía demasiado atractivo, aunque ahora lo dudaba. Escuche unos pasos rezando para que se hubieran ido los dos chicos y no me hubiera metido en problemas, me daba demasiado miedo que únicamente en mi primer día ya hubiera metido la pata hasta el fondo, que era demasiado común en mí. —Escuchar conversaciones ajenas, es de mala educación—comento Antony. Me gire a mi derecha y le mire al final del pasillo. —No pensaba que hubiera alguien—le deje claro. —¿Cuál de las hermanas insoportables eres?—pregunte y le mire demasiado impresionada. —Elizabeth, y no somos insoportables— dejé claro. Me miro. Se apoyó en la estantería y me miro. —En teoría las bibliotecas no son un lugar donde haya mucha gente, por eso he venido, para creer sola—deje claro. Sentía la extraña necesidad de explicarle, de dejar claro que no había ido ahí a espiarle, no era una loca acosadora. —No he preguntado—. Le miré. —Lo siento—. Era una idiota. Siempre me pasaba lo mismo, no me gusta quedar mal delante de la gente y mucho menos cuando eran personas que no me conocían, me gustaba demasiado que las personas tuvieran una buena imagen de mí, que apreciaran todo de mí y todo lo que hacía para que nadie me odiara, para que todo el mundo me quisiera, porque odiaba con todo mi ser no gustar a alguien. —¿Hay muchos gemelos en tu familia?—me pregunto de un momento a otro y le miré impresionada. —No lo sé—le dejé claro, el gen de los embarazos múltiples se pasa por las madres, y la cosa es que no conozco a mi madre, mi madre murió en el parto, no sé si tenía más familia, si había algo de mi madre que pudiéramos mantener, mi padre no nos contó nada de su familia, y no nos dejaba tener relación con la familia de mi madre, aunque quizás no había nadie a quien conocer, pero lo que si sabía era que la única relación que teníamos fuera de nuestro padre, era nuestra abuela. —¿No conoces a tu familia?—me pregunté. Mire al chico demasiado sorprendido. —Es un gen que se pasa de madres a hijas, y murió en el parto—dije. La muerte de mi madre no era algo que me doliera, ya no lo hacía, era algo que me lo tomaba con tanta tranquilidad, como algo que debía pasar que ya no me afectaba para nada. Me miro. —¿Qué has visto?—me pregunto cambiando de tema bruscamente. Le miré. —Nada que pueda usar en tu contra—le deje claro. Me miro. —¿Utilizarías algo en mi contra?—me pregunto acercándose a mí. —Depende que gane yo con callarme—le deje claro. Antony me miro en silencio. —Te invito a comer—me propuso. —Sé comer— dejé claro. Me miro. —Pero estoy seguro de que no sabes cuál es la mejor hamburguesería de la ciudad—me dijo y le mire. No voy a negar que me interesaba demasiado esa cita, aunque me daba miedo que pudiera pasar.
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