Adriana Los días pasaron lentos, pesados, como si el tiempo supiera que algo estaba por romperse… y decidiera alargar la espera con crueldad. Theo y yo convivíamos en una calma tensa, no era guerra, pero tampoco paz. Era ese punto extraño en el que dos personas se miden con la mirada, se hablan lo necesario, se rozan sin tocarse realmente. Donde cada gesto pesa más de lo que debería. A veces desayunábamos juntos en silencio, otras, cruzábamos un par de frases triviales. Nos llevábamos bien, o a veces así era, todavía estábamos intentando que todo fluyera, que nada fuera tan mecánico. Si bien mudarse a una nueva casa con tu esposo nunca era sencillo, mudarte con un hombre con que te casaste por contrato era aún peor. No nos odiábamos, ni sabíamos si debíamos estar juntos, pero al m

