Theo Aún podía sentir sus labios, ese dulce sabor de su piel y la manera tan desesperada en que me devolvió el beso. No importaba cuántas veces apretara los puños, cuántas veces respirara hondo, cuántas veces intentara convencerme de que había sido un error, aunque era más que claro que no lo era porque siempre había deseado besarla, su sabor seguía ahí. En mi boca, en mi pecho, en todo mi ser, su aroma, la forma en que su piel ardía contra mis manos, esos pequeños gemidos que soltó cuando le bese el cuello, todo en ella se había quedado grabado en mi piel Ese beso no fue un impulso, fue una rendición ante lo que sentía. La había deseado en silencio durante años, desde que la conocí. Desde que me obligué a odiarla para no extrañarla y desde que la vi entrar vestida de novia sabie

