Capitulo 17

1630 Words
Theo  Me fui de casa temprano, tenía una junta importante con un detective, pero realmente ese no era el motivo por el cual salí corriendo de casa. Había sido ella, Adriana me había descolocado demasiado, su amabilidad con las chicas que me ayudaban en la casa simplemente me hizo recordar su sencillez, su amabilidad y su amor por el prójimo. Pero siempre había sabido que sostenerle la mirada era mi perdición y había estado a punto de mandar todo a la mierda solo para besarla. No quería este distanciamiento con ella, no quería que nada nos impidiera estar juntos, pero yo la había lastimado, y no era sencillo olvidar todo lo que alguna vez pudimos haber tenido. Ese día en la empresa fue un infierno. Pero no porque la junta saliera mal, o porque algún proyecto estuviera detenido. No era nada por el estilo, mi infierno tenía nombre y eran las dos personas que más odiaba en la vida. Isabella y Marco. Desde que amaneció, me propuse encontrarlos, no por nostalgia ni por dolor, ni siquiera por curiosidad. Si no por justicia. Habían jugado con mi vida, con mi empresa, con mi estabilidad… y lo peor, con Adriana. Habían manchado mi nombre, intentado destruir mis relaciones comerciales. Y huido como ratas cobardes cuando el barco empezó a hundirse. —No puede ser que nadie sepa nada —mascullé mientras caminaba de un lado a otro en mi oficina, el teléfono aún caliente en mi mano. Uno de los agentes que estaban aquí simplemente lo tomaron como un desenlace amoroso, no le estaban dando importancia, pero ellos me habían robado y eso lo pagarían caro —Señor Montanari, revisamos hoteles, aeropuertos, tarjetas de crédito… pero no hay nada — aseguró y yo negué —¿Cómo que nada? ¡Son dos personas, no fantasmas! —golpeé el escritorio con la palma, incapaz de controlar mi frustración. Mi equipo entero estaba aterrorizado, lo sabía, sobre todo porque me evadieron automáticamente apenas y entre a la empresa, pero no me importó. Porque cada minuto que pasaba sin encontrarlos era un recordatorio de que todavía tenían un poder que jamás debieron tener. Quería destruirlos y no descansaría hasta lograrlo Pero a mediodía, cuando tuve que aceptar que no había ni una sola pista sólida, sentí ese nudo en el estómago. Uno que no era profesional, ni racional, era personal... todo esto me estaba carcomiendo. Y la peor parte, también estaba carcomiendo mi relación con Adriana. Cuando regresé a casa esa tarde, no esperaba ver a mi madre ahí. Menos aún esperaba escuchar gritos desde la sala. —¿Injusta? — La voz de Adriana era de furia, una que jamás la vi tener — Usted entró por la puerta como si fuera una inspección sorpresa, ha criticado cada cosa que he puesto en esta casa, cada decisión, cada detalle y ha echado a perder mi libro favorito, si eso le parece ayuda… entonces creo que tenemos conceptos muy diferentes de lo que significa apoyar. — mencionó sin darle oportunidad a mi madre de hablar. Genial, ahora tenía que poner un poco de orden en casa, y sobre todo pedirle a mi madre que no siga viniendo de esa manera a mi casa —¿Qué pasa ahora? —pregunté entrando, sin siquiera saludar. Adriana giró hacia mí, y en sus ojos había algo que me atravesó. Dolor, frustración y un cansancio que me golpeó directo al pecho. Después de eso, todo paso demás rápido, ella y mi madre seguían discutiendo y joder yo sabía cómo era mi madre y sabía perfectamente que había llevado al límite a mi esposa para que ella reaccionará así. Pero por más que intenté mediar las cosas, por más que intente que Adriana hablara conmigo, de dejarle en claro que yo la ayudaría, pues había personas en la casa y estábamos recién casados, esto no debería ser así, pero mi madre seguía insistiendo hasta que llego el punto en que todo explotó. Mi madre sonrió con una pizca de inocencia y arrogancia, como si ella hubiera ganado esta pequeña batalla. En cambio, Adriana se dio vuelta y caminó directo a la habitación, y en cuestión de segundos regresó con su maleta abierta, tirando ropa dentro con movimientos torpes, desesperados. Mi estómago cayó al suelo. —¿Qué estás haciendo? —pregunté, ya sin enojo, solo con un miedo frío recorriéndome la columna —Me voy —respondió sin mirarme— No tengo por qué soportar esto, ni a tu madre, ni sus ataques de histeria y mucho menos que mi esposo no me apoye, no vine aquí para convertirme en un error más en tu vida. — Mi madre dio un paso hacia ella y no me dejo hablar. —Me alegra que lo entiendas —dijo con una sonrisa satisfecha, venenosa. Adriana cerró la maleta de golpe y fue ese sonido el que me despertó, el que me atravesó, el que me hizo tragar la rabia y dejar solo… angustia. —Cállate madre —dije, dando un paso al frente, pero Adriana ni siquiera se detuvo. — Adriana, detente —insistí, esta vez bajando la voz— Te dije que no te fueras. — sujete su brazo antes de que saliera de la habitación. —No me dices qué hacer —respondió sin girar— Estoy cansada de esta situación — Dio otro paso hacia la puerta. Y allí, sin pensarlo y sin medirlo, agarré la maleta de su mano. —No te vas —repetí con firmeza—. No quiero que te vayas. — Adriana me miró finalmente. Y había algo roto en sus ojos. Algo que dolía más que cualquier insulto, que cualquier rabia, que cualquier fracaso del día. Dolía porque era mío, porque yo lo había causado. Mi madre abrió la boca para intervenir, pero la miré con una frialdad que nunca le había mostrado. —Mamá —dije clavando mis ojos en los suyos— Es mejor que te vayas — Ella se quedó inmóvil, sin poder creer que le había hablado así. —Theo... ¿Vas a tomarla contra mí? Soy tu madre — mencionó con frustración al ver que no se salía con la suya —Y Adriana es mi esposa, esta es su casa y te voy a pedir que lo respetes, ella puede hacer lo que quiera en este lugar porque es su casa y tu debes respetarlo, no puedes venir cuando te dé la gana solo para molestarla, te guste o no es mi esposa y la señora de esta casa —repetí, con una autoridad que no admitía réplica. Y por primera vez en mi vida… me obedeció sin decir nada. Miro a Adriana con enojo y luego me miró a mí y salió de la casa dejándonos completamente solos. Adriana no me miraba, pero parecía sorprendida por todo lo que había pasado con mi madre, pero no lo demostró. —Yo también me voy– mencionó intentando quitarme la maleta de nuevo, pero yo negué —Tu no vas a ningún lado, esta es tu casa y solo tu puedes mandar en ella, incluso si quieres que yo me vaya también lo haré, lo que sea para que estés cómoda aquí— mencioné y ella me miró —Yo no voy a estar en un lugar donde no soy bienvenida, acepte esto para ayudarte, pero no más Theo, no voy a soportar humillaciones ni de ti ni de tu madre— aseguró mirándome y yo me acerque a ella. Mi mano fue a su mejilla y ella cerró los ojos por instinto al sentir mi pequeña caricia, mi piel se estremeció al sentirla y supe que no la quería lejos nunca más —Lo siento... Hoy fue un día muy pesado y llegar a casa y encontrar esto... — Tomé aire — Dios no supe como demostrar que estoy de tu lado— mencioné y ella abrió los ojos —Es difícil confiar en ti Theo, porque tú nunca confiaste en mí y ya no sé qué esperar— mencionó con un ligero tono de voz que me hizo estremecer —Fui un idiota y aun lo soy Adriana, hay heridas que aún nos lastiman a ambos, pero no por eso quiere decir que no te apoyaré eres mi esposa y lo serás durante un largo tiempo, lo único que quiero es que estés cómoda y sobre todo que mi madre no te moleste — aseguré y ella negó —Tu madre me odia y tú también, no hay nada que pueda hacer aquí — aseguró —Esta enojada contigo, mi madre te quería mucho, pero después de todo lo que paso, ella la tomó contra ti, pero no te odia, así como yo tampoco te odio, creo que nunca podré odiarte— admití y sus ojos brillaron con sorpresa —Theo...— su voz se apagó como si intentara encontrar las palabras correctas —Quédate conmigo... Dame otra oportunidad y sobre todo déjame protegerte de mi madre — pedí y ella paso saliva nerviosa —Mi familia te odia— mencionó y yo me reí —Estoy seguro de que esperan el divorcio lo más pronto posible— mencione y ella sonrió un poco — Adri, sé que no voy a agradarles después de esto, pero quiero llevar este tiempo en paz contigo, si nuestras familias quieren creer que nos odiamos, lo demostraremos, nos odiaremos todo lo que los quieran, pero aquí, en nuestra casa, solo hay que dejarnos llevar por esa amistad que siempre existió— propuse y ella me miró con nerviosismo. Sabía que estaba pidiendo mucho, pero no había nada que pudiera hacer si ella rechazaba mi propuestas, pero realmente quería llevar la fiesta en paz con ella, quería intentarlo al menos.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD