Adriana No dije nada después de sus palabras. Pero algo dentro de mí se movió, algo peligroso y cálido. Cómo no iba a hacerlo… si me estaba diciendo que se quedaría, que esta vez no huiría, que lucharía por mí. Había pasado años convenciéndome de que no importaba lo suficiente y que había aprendido a cerrar el corazón para no volver a romperme. Y aun así… estaba empezando a ceder. No porque fuera débil, sino porque todavía lo amaba y eso era lo más aterrador de todo. Después del desayuno cada uno tomó su rumbo. Theo salió primero y antes de irse me miró como si quisiera decir mil cosas más y no supiera cómo ponerlas en palabras. Yo solo sonreí, no porque no sintiera algo por él, sino porque sentía demasiado. Cuando la puerta se cerró, apoyé la frente en ella por un segundo. Habí

