ISABEL
El calor de su cuerpo me abruma, y la intensidad de su mirada me intimida pero no le voy a dar el gusto de hacérselo saber.
Observo como sus brazos fuertes achican aún más su prisión haciendo que nuestros cuerpos se peguen.
Trago saliva, en este momento me siento como una conejita que ha sido cazada por un lobo.
Uno muy grande y fuerte.
Quiere intimidarme.
Aunque no quiera admitirlo su contacto me afecta.
—Si no quieres que Leonora viva aquí, solo tienes que pedirmelo amablemente…
Sus ojos se desvían hacia abajo y, por un instante, se posan en mis labios; quizá fue solo un segundo, o tal vez me lo imaginé…No estoy segura pero con solo pensarlo mi cuerpo reacciona estremeciendose.
Parpadeo varias veces y me enderezo para recomponerme.
El c*brón solo quiere sacarme de quicio. 'Centrate, Isabel'.
—A mí me da igual que se quede…—miento—Lo único que me molesta de eso es tener que estar fingiendo todo el tiempo. Sería agotador…
—¿Tanto te molesta fingir que somos marido y mujer?—las comisuras de sus labios tiemblan aguantando una sonrisa—La otra noche, no parecía importarte tanto…Estoy seguro que mis hombres oyeron tus gemiditos…
Por un instante me quedo paralizada, pero enseguida reacciono y apoyo las palmas contra su pecho para apartarlo.
Él suelta una risa baja, satisfecho de haber conseguido alterarme y se separa de mí.
—Tampoco fue para tanto…
—¿Ah, no?
—No —respondo alzando la voz, decidida a cerrar la conversación.
Pasamos un rato mirándonos hasta que decido romper el silencio.
—Estoy aquí para cuidar de Enzo, y eso es lo que estoy haciendo —digo, intentando desviar la conversación—. Creo que lo estoy haciendo bien. De hecho… quería comentarte algo sobre él.
—Dime. —Su cuerpo se tensa, como si esperara escuchar lo peor.
—El niño tiene pesadillas… Supongo que eso ya lo sabías. Al principio apenas murmuraba en sueños, pero ahora habla mucho, y siempre menciona a sus padres.
Los ojos de Duke se nublan con una sombra de tristeza que me descoloca; jamás lo había visto con otra expresión que no fuera la de imponer respeto, miedo o pura intimidación.
—¿Pasó algo con ellos?
—¿Ellos? —me mira fijo—. ¿Sabes que no es mi hijo biológico?
—Sí… —murmuro, bajando la vista al suelo—. Solo quiero entender qué ocurrió, para poder ayudarlo.
Duke se da media vuelta y por un instante creo que se marchará. Contengo la respiración, segura de haber tocado un tema prohibido, pero, tras lo que me parece una eternidad, se acerca a la mesa y se deja caer en una silla.
Después, me hace un gesto con la mano para que lo imite.
—No me gusta hablar de esto…
Guardo silencio. No lo presiono; solo espero, dándole el espacio que necesita.
—Mi padre, Paolo, me trajo aquí cuando tenía quince años. Él ya tenía otro hijo, también llamado Paolo, fruto de un matrimonio convencional con una princesa de la mafia. Al principio no nos llevábamos bien… ya sabes, por las diferencias físicas. Y claro, para un niño no debe de ser fácil descubrir que su padre engañó a su madre.
—Para ti tampoco debió de ser fácil… No conocías el mundo de la mafia —comento en voz baja.
Duke levanta la cabeza y me mira como si le hubiera sorprendido mi apunte. Como si fuera la primera vez que alguien se hubiera preocupado por lo que él sentía.
—Con el tiempo tuve mis propias peleas. Una vez discutí con unos chicos y luego regresaron en grupo, dispuestos a darme una paliza… o quizás a matarme.—suelto un pequeño jadeo— En ese momento apareció mi hermano. Fue entonces cuando entendí que, pese a todo, él era mi hermano y estaba dispuesto a defender a la familia. Entre los dos derrotamos a diez. —su risa es breve, casi incrédula al recordarlo—. Éramos más rápidos, más fuertes…
Hace una pausa antes de continuar.
—Los años pasaron y mi hermano se enamoró de una princesa de la mafia: Gabriela, la hija del Don. Ella siempre fue una niña mimada, pero él se desvivía por ella, hasta que finalmente aceptó casarse con él. Mi padre ya estaba muy enfermo y quería ver a su primogénito casado, y además con la hija de la familia Morello.
La voz de Duke se suaviza, casi como si hablara para sí mismo.
—Mi padre murió al poco tiempo, pero eso a mí no me importó. Para mí solo era el hombre que me arrebató la libertad—se queda callado y sigue con la historia de su hermano—Pronto nació Enzo. Eran felices… pero un día…
Calla y baja la vista, como si el recuerdo pesara demasiado para sostener mi mirada
—Si no quieres seguir…
Se levanta y se enciende un cigarro. Da una calada larga y suelta el humo.
—Hablaba constantemente de hacer negocios con los rusos. Decía que el nuevo jefe de la mafia rusa tenía más o menos nuestra edad y que podríamos ganar mucho dinero. Lucciano y mi hermano insistieron una y otra vez, hasta que al final convencieron al Don. Yo nunca estuve del todo seguro…
—Pasó el tiempo y tuvimos varias reuniones con los rusos. Todo parecía ir bien, hasta que en la reunión definitiva para cerrar el trato, acribillaron a mi hermano y a los treinta soldados que lo acompañaban. El único que salió con vida fue el Consigliere.
La verdad es que es una historia muy triste.
—Los rusos nos la jugaron, y eso no quedará impune… —aprieta un puño hasta que los nudillos se le ponen blancos.
—Al poco tiempo, Gabriela, devastada por la pena, se suicidó; se lanzó por la ventana…
Mis ojos se llenan de lágrimas que no caen, pensando en Enzo. El niño perdió a los dos padres en poco tiempo.
—Así que me hice cargo de él y de la familia. Y eso es todo. —Apoyo mi mano sobre la suya, pero Duke se levanta de golpe, rompiendo el contacto.
Se gira y se aleja rápidamente
No lo culpo. Hablar de lo que pasó seguramente ha abierto viejas heridas.