La terraza ya no era la misma sin Alberto. El aire parecía más liviano, más privado. Las luces tenues acariciaban los rostros de Camila e Isabella mientras compartían la última copa de vino. Ya no había formalidades, ni sonrisas ensayadas. Solo ellas. —¿Y ahora qué quieres hacer? —preguntó Isabella, con voz suave, mientras giraba la copa entre los dedos sin apartar los ojos de Camila. Camila la miró por unos segundos sin responder. Luego se levantó lentamente y rodeó la mesa hasta quedar frente a ella. Se inclinó apenas, sus labios peligrosamente cerca de su oído. —Lo único que quiero ahora… —susurró con una sonrisa cargada de intención— es quedarme contigo. Isabella levantó la mirada, y en ella había deseo, pero también una ternura contenida. Se puso de pie sin decir nada, tomó la man

