La sala de reuniones estaba iluminada por los grandes ventanales que dejaban entrar el sol de media tarde. Frente a Isabella Del Monte, un hombre de cabello gris firmaba los documentos con una sonrisa serena. Era el dueño de una de las clínicas privadas más importantes de la ciudad: Clínica Santorini. —No pensé que algún día la vendería, pero si alguien puede continuar con este legado… esa eres tú, Isabella —dijo el hombre, estrechándole la mano. Isabella sonrió con confianza, impecable con su blazer n***o y su aura de seguridad natural. —Gracias por confiar en mí. Haré que valga la pena. Los papeles fueron firmados. El trato estaba cerrado. La clínica ahora le pertenecía. ⸻ Una hora más tarde, Isabella caminaba por los pasillos del Hospital Central, con un ramo de flores en las mano

