Mahia observaba aquella mujer de pies a cabeza como a un insignificante insecto, porque eso era para ella un molesto bicho que ameritaba ser destruido. —¿Quién es usted? Pregunta la pelirroja cruzándose de brazos. —Por tu bien es mejor que me respondas. —Mire yo no sé quién es usted, ni lo que hace en este hotel. Pero le agradezco que se marche de aquí o llamare a la policía. En cuando Mahia terminó por escuchar las idioteces que decía se aproximó a la joven pelirroja tomándola del cabello bruscamente y apuntándole con un arma por las costillas. —¿Ahora vas a responder? —¡Oye! cálmate. Le decía la chica atemorizada. —Me llamo Mía Rennor, soy la gerente de este hotel. Es todo. —¿Qué te traes con el rubio? —¿Qué? Arruga el entrecejo. —Nada, nada. Nosotros no tenemos nada. —Sé que é

