CAPÍTULO 2

1582 Words
—Buen trabajo —felicitó Diego al par de oficinistas que volvían al trabajo tras tres días fuera y un fin de semana de bien merecido descanso. Las implicadas agradecieron y solo una de ellas dejó la oficina del jefe. Sofía se quedó por petición del dueño y jefe de DeCoMont, la constructora para la que tenía algunos años trabajando. » ¿Quieres hacerte cargo del proyecto? —preguntó Diego extendiendo el contrato de Inolav al frente y Sofía le miró con mucha sorpresa. —No entiendo —declaró confusa la mujer sin aceptar lo que el otro le daba—, ¿por qué me ofreces semejante proyecto? La construcción no es un área en que me destaque, ni siquiera soy arquitecto, soy administradora. —¿Crees que no puedes? —Creo que tienes personas muy capacitadas para dirigir este proyecto. —Has estado detrás de todos los proyectos más exitosos que hemos presentado en los últimos años. ¿No crees que es hora de salir a la luz? —¿Salir a la luz? No hago más que solicitar materiales, reclutar personal, asociaciones, nóminas, facturas y pagos... Soy una administradora, Diego. A cargo de un buen ingeniero puedo hacer lo que sea, sola no podría... —Creo que podrías. Conoces perfectamente lo que harás, y no te estoy pidiendo que hagas planos, ni mucho menos, quiero que te encargues del proyecto y lo supervises. Puedes elegir a quien quieras para que haga lo que no puedes hacer. —¿Estás loco? Además, ¿quieres que Daniela me mate? Te ha estado pidiendo dirigir un proyecto desde hace meses. —Daniela no sabe de lo que trata el trabajo. —Tiene que tener idea. Se acaba de graduar, ¿no es cierto? Ella estudió para... —No tiene experiencia, y en el trabajo es lo único que funciona. Si mi hermana quiere comenzar en esto debe empezar con lo básico. Tú conoces el trabajo palmo a palmo, los mejores distribuidores, incluso están a tus pies las cuadrillas más eficientes. ¿Entiendes que este podría ser un gran paso para tu carrera? —No quiero una carrera. Estoy trabajando en lo que encuentro quien me mantenga, quiero ser ama de casa. —Mentirosa. Si eso quisieras ya estarías en mi casa preparando la comida. Esa respuesta era un reclamo de parte de un hombre que la amaba y deseaba con locura. —Diego, esto es muy repentino para mí. Además, no solo Daniela está esperando el proyecto Inolav. Vamos a echarnos muchas personas encima si me dejas el proyecto, y yo ya soy la comidilla de la constructora, no creo que... —¿Puedes o no? —Creía que la pregunta era si quería. —Estás poniendo muchas trabajas. Si no quisieras este proyecto habrías dicho que no inmediatamente, a cambio, estás buscando excusas para negarte, así que tengo mi respuesta: quieres hacerlo. Esta pregunta es para que obtengas tu respuesta. —¿Puedo pensarlo? —No. Que el idiota de Alan esté fuera de la ciudad ya nos retrasó bastante. Esto tiene que iniciar ya, porque necesito saber qué queda disponible para los próximos proyectos. Sofía, que había estado de pie todo el tiempo, dejó caer su trasero en una de las sillas frente al escritorio de su jefe, entonces se cubrió la cara con ambas manos y talló con suavidad su rostro, pretendiendo deshacerse un poco de su frustración y nada de su maquillaje. Entonces alzó la cabeza, estirando el cuello y mirando el techo, al tiempo que respiraba realmente profundo, y estuvo lista para dar su respuesta. —El viernes entregaré el plan —dijo tras ganarle a esa extraña sensación que se anidaba en su estómago—, contactaré con Salomo, para que se haga cargo de todo lo que no puedo y, si de pronto lo permite, me gustaría que fuera Noe quien nos asesorara. —Perfecto. Habla con Salomo, yo hablaré con Noe, y si no quiere asignaré a Leonardo —a esa propuesta la chica hizo mala cara—. Sé que no lo soportas mucho, pero él haría todo por ti, y es realmente bueno, así que es nuestra mejor opción. —Entiendo —aseguró Sofía aceptando al fin contrato que a penas media hora antes le hubiera entregado a su jefe. Miró de nuevo el folder blanco entre sus manos, ese que tenía impreso en colores azules y verdes los nombres de la constructora y el contratante, entonces volvió a respirar profundo antes de intentar irse para empezar con algo que, aunque creía podría hacerlo, le llenaba de miedo. » Voy a respaldarte —aseguró Diego sonriendo a una chica demasiado nerviosa—, nada malo va a pasar. Y, preciosa, quiero el plan para el jueves. —¿Estás loco? —Sí, por ti. Semejante respuesta dejó sin palabras a Sofía, que tras molestarse solo un poco dio media vuelta, dejó la oficina de su jefe y caminó pensativa, y nerviosa, hasta su propia oficina, pero se detuvo justo antes de entrar, en esa oficina que debía atravesar para llegar a la suya y que era compartida por cuatro mujeres a su cargo. —¿Por qué te pidió quedarte? —preguntó Amelia al ver pasar a su compañera, jefa y amiga al lado de su escritorio. —Voy a hacerme cargo del proyecto Inolav —respondió la cuestionada sintiendo una enorme presión en las costillas, como si su tórax se contrajera y le dificultara respirar. Amelia abrió la boca enorme, denotando toda la sorpresa que le había causado la noticia, luego de eso, con los ojos abiertos muy grande también, llevó sus palmas a la boca para cubrirse un poco el sorprendido rostro. —No inventes —habló al fin la mujer de lentes—. ¿Por qué te dio el proyecto? —Porque Diego Montesinos está loco —respondió a manera de juego Sofía. —O tal vez fue porque te acuestas con él —sugirió una de las tres chicas restantes en esa oficina. —No creo que fuera por eso —respondió Sofía girando su cuerpo en dirección a la joven mujer que se había inmiscuido en su conversación con Amelia—, yo creo que es porque, a diferencia de otras administrativas que se la pasan comoditas en su escritorio creando y esparciendo chismes y rumores, yo sí doy buenos resultados. —Sobre todo en la cama de ingenieros y ejecutivos, ¿no? —cuestionó de nuevo esa chica, un poco enojada, pero de manera burlona. Sofía sonrió y caminó hacia ella, logrando ponerla en alerta total. —Sabes —le dijo tras llegar a su escritorio y apoyar ambas palmas en su mesa—, para que dejes de morirte de envidia, te aconsejo que te pongas a trabajar muy duro, porque los ejecutivos no se fijan en cualquiera, ellos solo ven a las que destacan, sobre todo en su trabajo. Así que deja de hablar de mí y ponte a trabajar. La amonestada no dijo nada, se limitó a contener su furia y a lagrimear en silencio. Estaba rabiosa, sabía bien que la otra era buena en su trabajo, tanto como estaba segura de que ella y Diego se entendían, los había descubierto y la otra la había ridiculizado cuando intentó evidenciarla. Pero, aun con todo lo enamorada que estaba de Diego, no podía ganar contra esa mujer que le miraba por sobre el hombro. Sofía no era una niña, era una mujer que, aunque de reputación dudosa, de verdad sobresalía en el trabajo por sus buenos resultados. Además de que parecía no estar interesada en lo que los demás decían de ella, sobre todo cuando eran niñitas de veintipicos años celosas de ella. » Amelia —habló ahora para su compañera, otra chismosa pero que nunca hablaba de ella a sus espaldas—, ¿trabajas conmigo? —Por supuesto —aceptó la solicitada—, cualquier cosa que le dé puntos a mi currículo y no me saque de mi ciudad será bienvenido. —Eso y los bonos —completó Sofía mucho más relajada. Haber intimidado a esa chica le había quitado un mucho de toda la tensión que había sentido. —Además veré mucho más al bombón de Inolav —celebró la cuarentona—, con eso hace que valga la pena todo. —Espero que incluso valga la pena el trabajo extra —añadió Sofía—, porque Diego quiere el plan para el jueves. —¿Está loco? —casi gritó Amelia. —Sí, lo está. ¿Recuerdas que te lo dije? La mujer que recibía tremenda respuesta se cubrió la cara con amabas manos, y luego de eso respiró profundo para tomar alientos y seguir a la oficina a la chica que entraba a ella. —¿Harás el trabajo de los ingenieros? No sabes hacerlo, ¿o sí? —No, y le dije a Diego, pero dijo que buscara quien hiciera por mí lo que yo no sé. —¿Quién es el prospecto a esclavo? —Salomo. Además, le pedí a Diego que pidiera a Noé que nos asesorara. —¿Crees que quiera? —Yo espero que sí, porque Salomo es bueno, pero aún le falta, además, si Noé dice que no, nos va tocar aguantarnos a Leonardo. Lo último dicho lo había hecho con mala cara, la misma cara que había puesto Amelia. Leonardo era un tipo de carácter muy, pero muy pesado. 
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