—¿Pasas el fin de semana conmigo? —preguntó Diego recibiendo el plan que Sofía entregaba justo al final del día jueves.
La mujer se veía soberbia, como siempre, pero notablemente agotada.
—No —respondió resuelta la joven—, no te lo mereces, ni siquiera conseguiste que Noé me supervisara el proyecto.
—Oh, vamos —se quejó Diego dejando su silla y andando hasta la mujer al otro lado de su escritorio—, sabes lo especial que es ese hombre, y tú no eres santo de su devoción, precisamente.
Sofía hizo un puchero, pero era cierto lo que el otro decía. A pesar de que no le importaban los rumores que se esparcieran de ella, porque en realidad no todos eran ciertos, había algunos que le habían hecho daño a su reputación, prueba de ello era que el hombre que ella solicitaba, pues respetaba demasiado su trabajo, la tenía en tan mal concepto que ni siquiera la saludaba para evitarse malos entendidos.
—Creo que necesito ponerme un letrero en el trasero que diga que en realidad solo me acuesto con mi jefe —soltó en medio de un suspiro la mujer, dejándose atrapar por el que la ansiaba.
—Me lo traes para firmar de conformidad —susurró Diego al oído de Sofía, justo antes de besarle el cuello lentamente—. Anda, pasa el fin de semana conmigo.
—A penas es jueves, Diego —replicó la joven sintiendo cómo las traviesas manos de su amante se deslizaban por debajo de su blusa, acariciándole la espalda—... además, el fin de semana pasado sólo dormí, necesito limpiar mi casa y lavar ropa.
—Te comparé ropa nueva —ofreció en medio de una especie de ronroneo el hombre—, y mandaré a alguien de mi casa a que limpien tu lugar.
—Mmmno —titubeó Sofía ante las ganas de no detener lo que el otro había comenzado—, sabes que odio que muevan mis cosas, y nadie lava como yo y eso me molesta.
—Anda, vamos —comenzó a suplicar el hombre apretando a la chica a su cuerpo—, de verdad quiero que pases el fin de semana conmigo, por eso te pedí el reporte par hoy, para que mañana viajes conmigo.
—¿Otro viaje? —se quejó la joven parándole por completo los pies al que segundos antes corría casi seguro de su victoria—. No, sácate. Odio viajar y lo sabes, además, no quiero saltarme un día de trabajo. ¿Tienes idea cómo me tiene dirigir un proyecto por primera vez? Ni siquiera puedo dormir a gusto, menos pasarme un fin de semana de relax.
Diego Montesinos se talló la cara con frustración, el no rotundo y definitivo había llegado, así que no podía insistir. Era cierto lo que ella decía, la conocía demasiado como para entender que no eran simples excusas, pero ella declinaba siempre ante el placer y una nueva bolsa, a menos de que se tratara de trabajo, y el trabajo estaba esta vez en medio.
—¿A dónde vas a ir? —preguntó la morena acomodándose la ropa, Diego había hecho un desastre con ella mientras la besaba.
—Al cumpleaños de un amigo, en Toronto.
—¿Tres días para un cumpleaños?
—Parece que celebraremos a lo grande.
—Cuidadito con algunas cosas —soltó la joven un tanto juguetona—, recuerda que no todo lo que llevas contigo es tuyo, algunas cosas me pertenecen a mí.
—¿A sí? ¿Cómo cuales cosas? —preguntó animándose un poco el hombre.
Que la chica se mostrara celosa le inflaba bastante el ego. Y todo se sintió mucho mejor cuando ella comenzó a acortar la distancia que él debió poner entre ellos cuando ella se negó a acompañarlo.
—Tu cartera —susurró Sofía al oído de su amante tras llegar hasta él, luego se apartó para disfrutar de la clara cara de decepción que hizo el hombre.
—Por eso quería llevarte —dijo el hombre tras suspirar su decepción—, para que no me presionen los chicos y nadie llegue hasta mi cartera.
Sofía no supo qué responder a semejante insinuación, porque la verdad era que no le interesaba con quien se acostara el otro, su relación no era formal, ambos tenían sus deslices de vez en cuando, como había pasado con ella y Alan Carvajal la última vez.
—Lo lamento —se disculpó con sinceridad la joven—, de verdad no lo disfrutaría, y tú tampoco, así que solo cuídame bien la cartera, ¿okis?
—Okis —repitió el hombre recibiendo los labios de ella por última vez en el día y en la semana, pues él no regresaría a la oficina hasta el lunes siguiente.
Sintiéndose un tanto mal por el estado de ánimo en que dejó a su compañero ocasional de cama, Sofía dejó la oficina y caminó hasta su propia oficina para recoger su bolsa y saco. El día había terminado, tan era así que no había ya nadie más que ellos y los vigilantes nocturnos, o eso pensó hasta que se encontró con Noé.
—Buenas noches —saludó la chica por mera cortesía y sin esperar una respuesta.
—Buenas noches —respondió el otro entrando al elevador, sorprendiéndola.
Un silencio sepulcral se estableció entre ellos. El ambiente frío era lo siguiente a pasar, según la chica, y los pocos segundos que tardaran en llegar al estacionamiento subterráneo a donde ambos se dirigían se harían realmente eternos. Pero las cosas fueron un poco diferentes, lo supo cuando el hombre abrió la boca de nuevo para dirigirse a ella.
» Escuché que te harás cargo del proyecto de Inolav —continuó hablando el hombre añadiendo confusión a la cabeza de la joven que solo atinó a balbucear un sí—. ¿Terminaron ya la propuesta?
Eso era sorprendente, tanto que incluso se le antojó a una broma a la chica, y se hubiera molestado por ello, pero conocía bien el temperamento sereno y la personalidad extremadamente seria de ese hombre.
—No esperaba que se interesara —respondió la joven—, sobre todo teniendo en cuenta que se negó a trabajar con nosotros.
—¿Por qué querría ser el segundo al mando en un proyecto liderado por alguien como tú?
—¿Alguien como yo? Supongo que no se pierde los rumores, pero voy a aclarar algo, aunque dudo que me crea. Yo no me acuesto con todos, solo lo hago con Diego.
—Y al parecer te da buenos resultados.
—¿Lo cree? Diego se acuesta conmigo porque le gusto, y a mí me gusta él. Si tengo el proyecto de Inolav es porque Diego está seguro de que puedo sacarlo adelante.
—Con los subalternos adecuados, por supuesto que cualquiera sacaría adelante cualquier proyecto.
—Eso está claro, yo sola no podría hacer más que todo lo administrativo, que es lo que he hecho siempre, pero no veo a un ingeniero, ni siquiera a uno con toda su experiencia y conocimientos haciéndolo solo, incluso usted necesitaría al menos un administrador y un par de cuadrillas de constructores.
Noé no dijo más, ella estaba en toda la razón, incluso estaba en su derecho de enojarse si es que era cierto que sus acciones no eran la fuente de los rumores que había escuchado.
El ascensor por fin se abrió, y la joven pasó a un lado de él para luego detenerse frente a él, deteniendo su paso.
» Esta es mi propuesta, y sí, tal como dijo no la hice sola, trabajé con Salomo porque él sabe hacer lo que yo no, y lo que quería que usted supervisara —expresó la chica entregándole un sobre con su propuesta de proyecto impreso dentro.
» Estoy al tanto de que no quiere tratos conmigo, pensé que el área laboral era punto aparte, pero parece que no. Puede quedarse la copia, yo tengo todo en mi computadora, así que en realidad no lo necesito, como tampoco necesito que crea en mis capacidades, pero eso es algo que me molesta demasiado, supongo que es porque yo admiro mucho su trabajo. Que pase buenas noches.
Dicho esto, Sofía caminó hasta su auto sin mirar atrás. Estaba molesta, sí, pero eso no era nada en comparación con lo lastimada que se encontraba.
No sabía lo terribles que podían ser los rumores, porque se dedicaba a ignorarlos, pero comenzaba a entender todo el daño que le podrían causar.
Subió a su auto y condujo hasta su departamento, donde pensó que era tonta por intentar defenderse de ello, y cuando la cabeza comenzó a dolerle por no poder dejar de pensar en lo ocurrido, se reprendió aún más. No debería darles tiempo a tales tonterías, de esa manera se ahorraría semejantes escenas y malestares.
**
La mañana comenzó mal, porque había dormido demasiado poco tras cuatro días de trabajo muy intenso, además tenía un mal sabor de boca con lo pasado la noche anterior, y, aunque no lo sabía aún, las cosas se pondrían peor.
—¿Quieren saber qué escuché? —preguntó Lorena comenzando una nueva afronta con Sofía que recién entraba a su oficina—. Escuché que la querida de todos está estrenando amante, al parecer anoche hizo su movida decisiva, porque ambos dejaron juntos la oficina.
—¿Soy yo la querida de todos? —cuestionó Sofía a sabiendas de la respuesta.
—¿Conoces a alguien más que se acueste con todo el mundo? O, ¿y notaste que dije tu apelativo con respeto y cariño?
—¿Respeto? —cuestionó sarcástica Sofía— ¿Tú? Si todo el mundo sabe que desconoces por completo el significado de la palabra, ya no digamos el cómo se practica. Si tu fueras respetuosa no hablarías de la gente, ni difundirías rumores tan idiotas y problemáticos.
Lorena miró a su compañera de trabajo con sorpresa, Sofía solía dejar pasar por alto todos los cuchicheos, pero el centro de los rumores se había hartado ya.
No es que le preocupara que hablaran de ella, pero no podía permitir que los falsos testimonios nacidos de los celos de una chiquilla siguieran interfiriendo en su trabajo, sobre todo ahora que necesitaba de gente que ella respetaba y que no la respetaban por dichos rumores.