CAPÍTULO 6

1568 Words
—Extrañamente renovada y muerta en vida —describió Amelia al ver a su jefa entrar a la oficina. —No dormí mucho anoche, y estoy en serio agotada, pero es un buen día, así que buenos días para todas las presentes y las ausentes también —respondió Sofía sonriente, refiriéndose a Lorena que ya no estaba ahí. Amelia sonrió, conocía mejor que nadie a su mejor amiga. —Casi adivino lo que te tiene tan feliz —soltó en un tono pícaro la mujer de lentes. —No, no adivines —pidió con cara de asco la más joven en esa oficina—, no necesito que pongan esas imágenes de mi hermano en mi cabeza. Amelia y Sofía se sorprendieron bastante, sobre todo porque no se esperaban que la chica entendiera a lo que se referían, mucho menos esperaban que adivinara al involucrado. Aunque no era difícil que lo dedujera, después de todo, su mejor amiga lloraba con ella cada que se daba cuenta de otro encuentro entre su jefa y su eterno amor platónico. Ninguna de las dos dijo nada, ambas solo sonrieron y Sofía entró a su oficina seguida por su mano derecha y dolor de cabeza, y se pusieron a trabajar en algo que ambas estaban aprendiendo a hacer. ** —Bien —dijo Salomo—, solo resta decorar, y como para esa área no me necesitas, tomaré mi descanso justo ahora. Sofía asintió agradecida, estaba complacida por el trabajo del joven, quien se complacía con los resultados que había dado tras mucho esfuerzo, con todo lo que había aprendido con la oportunidad y con la reputación que había ganado. Inolav no era cualquier proyecto, pues eran tres edificios enormes, así que los resultados se notarían instantáneamente y, con la buena reputación de la misma compañía, no habría dudas de la calidad de lo realizado. Habían sido meses intensos, había trabajado demasiada gente en el proyecto y la persona al mando había vivido con tal intensidad la construcción que a momentos sentía que perdería la cabeza por un estallido de alguna vena o por lo loca que estaba quedando tras tanto trabajo. Entendía bien la razón de que fueran los ingenieros los que dirigieran los proyectos, y en un momento de locura decidió que estudiaría ingeniería civil en sus ratos libres. Afortunadamente no hubo un rato libre disponible cerca de esa idea, así que solo fue un alucine más del cansancio y siguió cuestionando a Salomo y Noé cada que se sintió insegura. Pero eso había quedado atrás ya, ahora seguía una parte que sabía hacer perfectamente y en la que amaba trabajar: la decoración. Ese era el trabajo al que le había estado dedicando sus ratos libres, a diseñar el lugar de diferentes maneras, pintándolo de tantos tonos claros como había encontrado, además de haber estado jugando con los marcos de puertas y ventanas, y de colocar puertas y ventanas a gusto y a ton ni son. Al final solo le quedaría consultar con el contratista sobre sus gustos personales y lo que quería para el lugar, así que se reunió con el implicado en cuanto hubo oportunidad. —Me gustas tú —respondió Alan molestando a la joven. Sofía al fin sentía que había vuelto a su estanque, y ese hombre no la estaba tomando en serio. —Si no tienes ganas de hacer esto, volveré después —amenazó Sofía comenzando a recoger los folders donde llevaba propuestas de colores, texturas y materiales de todo lo que se requería para finalizar los nuevos edificios de ese hombre. —¿Estás tan cansada que no puedes jugar conmigo? —cuestionó Alan en un tono juguetón. Él esperaba que la chica estuviera tan relajada como la última vez que tuvieron un encuentro íntimo para, de ser posible, terminar en lo mismo esta vez. Sofía suspiró. —Parte hay de eso —dijo—, pero es más que yo venía muy emocionada a trabajar y no pareces estarme tomando en serio. Eso es molesto. —Me imagino que sí —aceptó Alan—, pero me gustaría que nos lo tomáramos con calma. Cuando empezamos con esto pensé que nos veríamos mucho, pero con suerte me ha tocado escuchar tu voz una que otra vez. —Así es mi trabajo. A veces puedo ser relajada y jugar, y otras veces no puedo ni respirar. Además, pasé mucho estrés en la etapa pasada, y esta nueva etapa es un área que me encanta, así que de verdad estaba ansiosa de trabajar en ello y terminar al fin el proyecto que me tiene loca desde hace meses. —Bien —respondió Alan—, pero deja un poco para después, porque de verdad quiero encontrarme contigo en muchas más ocasiones que una vez. —Por eso no tienes que preocuparte —prometió Sofía—, que esto nos durará por al menos un mes. Alan sonrió. El aumento de encuentros aumentaba sus posibilidades de volver a tenerla en su cama, así que decidió dejar los juegos para después y seguirle el paso a una joven experta en esa parte su trabajo. A diferencia de lo que había visto en su primera reunión, Sofía sabía exactamente lo que estaba haciendo ahora. Le quedaba claro a Alan cada que escuchaba recomendaciones sobre materiales y cosas que él desconocía porque no le interesaban del todo. Pero era un placer ver a la joven nadar en un espacio que parecía completamente su zona. El tiempo pasó, las elecciones se hicieron y el trabajo se completó sin que todas esas cenas después de encontrarse para trabajar terminaran en algo más. Sofía era muy profesional cuando de trabajo se trataba y Diego no estaba en medio, así que supo pintar bien su línea con ese que de vez en cuando se acercaba demasiado para su propio bien. Sin embargo, a ratos también se moría de ganas de volver a caer en los brazos de semejante hombre, así que le dejó bien claro que en el futuro podrían coincidir de nuevo si lo quería de verdad. Y de verdad lo quería, ambos, así que el encuentro se dio justo cuando el último pago de Inolav entró a DeCoMont. Sin necesidad de una merienda de por medio, sin si quiera abrir la botella con la que la joven había llevado comenzaron a celebrar por los logros de ambos, los de Sofía, que ya habían sido alcanzados, y los de Alan, que comenzarían tras la inauguración de su nueva clínica de especialidades. La ropa de Sofía voló, Alan ya estaba sin ropa cuando ella llegó, así que el reencuentro tan ansiado los llenó de adrenalina y, como si quisieran fundirse con el otro, sus pieles no se despegaron por un buen rato. ** —Te quiero como mi administradora en el hospital —habló Alan de la nada, mientras sus respiraciones aún agitadas intentaban reconfortar sus cansados cuerpos—. Sé que harías un excelente trabajo, y te pagaré más de lo que paga Diego. —Me gusta lo que hago con Diego —dijo la joven burlándose un poco de su compañero de cama—, me refiero al trabajo —aclaró cuando el otro le regaló una acusatoria mirada. —Lo que harías acá no es tan diferente a lo que haces en DeCoMont —señaló Alan incorporándose hasta quedar sentado en su colchón—. Contratar gente, despedir gente, colocar gente y atender a gente. —Sí es muy diferente, Alan —advirtió la joven—, aunque es lo que hago periódicamente no es lo único que hago. No sé si te enteraste, pero recién acabo de entregar la obra de tres edificios, y yo era la encargada, me tocó desde contratar gente, pasando por los planos y la construcción, hasta terminar en el decorado. —Bien —soltó Alan medio resignado—, dejemos ese tema por ahora. Déjame servirte un poco de ese buen vino que me regalaste para celebrar que acabo de adquirir tres nuevos edificios para comenzar con el sueño de mi vida; uno que, al parecer, no quieres compartir conmigo. —No es que no quiera —aseguró Sofía—, es que me gusta lo que hago. De verdad disfruto mucho lo que hago con Diego. El tono burlón que la joven utilizó de nuevo al repetir esas palabras hizo reír a al joven que, soltando la copa, no le dio oportunidad a la chica de repetir lo dicho momentos atrás. ** —¿Planeas hacer una vida con Diego? —preguntó Alan tras llevar a Sofía a su casa a la mañana siguiente al día de su encuentro. —Si tuviera esos planes no habría aceptado tu atenta invitación a pasar la noche contigo —aseguró Sofía. —Entonces tengo oportunidad. —¿De qué? ¿De ser mi príncipe azul? —Si quieres uno, sí. —No quiero uno. No necesito uno, además. Tras decir eso, sus labios rosaron los de Alan y se despidió de él con una sonrisa nada feliz, más bien melancólica.  No es que Sofía no hubiera soñado con un cuento de hadas para su vida. También, cuando era más joven, había deseado encontrar su príncipe azul y ser feliz para siempre, pero felicidad no era algo que se mereciera, había renunciado a ella el día que perdió a la persona más importante en su vida.
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