El señor Carter
Hacía unas semanas atrás en la universidad, un hombre se hizo presente en nombre del gran Brian Carter quién era un hombre muy conocido por sus innovadores autos. Muy poco se sabía de Brian Carter y de su vida personal, de lo único que se permitía hablar era todo aquello que él aprobaba o al menos eso se especulaba en revistas y páginas de blogs.
La presencia de aquel hombre fue para darnos una gran sorpresa, debíamos crear un diseño con el que obtendríamos la oportunidad de hacer la pasantía en Corporaciones Carter, cosa que me llenó de gran ilusión.
—Mamá, me voy, nos vemos en la tarde —grité al pasar por la sala, para salir de casa.
Me levanté más temprano de lo que era de costumbre, quería ser la primera en entregar mis diseños, dos propuestas diferentes para un mismo auto.
—Ve con cuidado hija.
Gritó María, mi madre, una mujer de treinta y ocho años, la única persona con quién vivía, ya que a mi padre no lo conocí pues la abandonó cuando se enteró que venía de camino, se fue cuando mamá iniciaba mi embarazo.
Yo me consideraba una copia de ella, ambas teníamos el cabello largo, liso y de un tono oscuro casi n***o, mis ojos tenían un tono verdusco y piel era de un tono claro.
—Sí ma, lo tendré.
Encendí mi auto un Volkswagen Beetle color blanco, un regalo que mi abuelo me dio por mis buenas notas de universidad.
Estudiaba diseño automotriz, desde muy chica mostré un talento para el dibujo y conforme fui creciendo lo fui desarrollando gracias a las clases privadas que mamá me dejó tomar.
Ella siempre daba lo mejor por mí sin importar la edad que tuviese, por ello, luchaba por ser la mejor en todo y llegar a casa al final del día sin darle molestias.
—¿nerviosa? —preguntó Lucy al llegar a su lado.
—Más o menos Lucy, sabes lo que significa tener la oportunidad de trabajar para la Corporación Carter, ser una de las diseñadoras, es mi mayor sueño.
—Lo sé, hablas de esa empresa al menos diez veces cada dos horas y de lo importante e innovador que sería para tu vida.
—¡ya! –le di un suave empujón —no te burles.
Ambas nos adentramos a la universidad, Lucy a pesar de ser mi mejor amiga no estudiaba la misma carrera que yo, así que, solo nos veíamos antes de clases, en los recreos y a la hora de salida, no me molestaba tener que compartirla con otras amigas porque en mi clase tenía a mi único y mejor amigo, Tylor.
—¿Quieres ir al mall después de clase? —preguntó mi amiga.
—Le preguntaré a mamá y te aviso, nos vemos Lucy.
Entré a mi salón de clase y ocupé uno de las primeras mesas del salón frente a la pizarra, poco a poco mis compañeros fueron entrando y de último, el profesor junto con dos hombres de saco y corbata, el primero, era un hombre de unos treinta y cinco años, cabello oscuro, ojos negros, alto y delgado; el segundo, tenía unos ojos de un color verde esmeralda que jamás en mis veintiún años había visto, era un hombre alto, color de piel muy similar a la mía, cabello oscuro y unos labios que daban ganas de devorarlos.
—Ellos son el señor John Masis y el señor Brian Carter.
Ambos saludaron muy amablemente, dijeron algunas palabras y posterior a ellas nos solicitaron pasar a depositar los diseños en una caja que ellos mismos habían traído consigo.
—Los mejores cuatro diseños harán parte de una pasantía de un año en la empresa donde podrán adquirir experiencia —concluyó Brian Carter.
Fui la primera en pasar y dejar el folder con mis dos propuestas, volví a mi asiento y miré a los señores encontrándome con la mirada fija del señor Carter, me sentí un tanto cohibida que tuve que mirar mi ropa pues tal vez andaba mal combinada mi blusa, pantalón y zapatos. Volví la mirada hacia él y aún seguía mirándome de forma intensa sin dejar de hablar, al final de clase y cuando ya se habían marchado, corrí al baño a revisar mi maquillaje y mi cabello, pero todo lucía a la perfección o al menos para mí lo estaba.
—Tal vez solo fue una coincidencia, olvídalo Mía.
Me obligué al sentir mi cuerpo una sensación extraña.
Las clases continuaron con normalidad hasta finalizar la jornada, aunque no logré concentrarme, sentía aquella mirada sobre mí en todo momento y volteaba a ver a los lados intentando dar con ella, a pesar que sabía que él no estaba.
Me fui a casa ya que Lucy me canceló a último minuto, la idea de no acompañarla rondaba en mi cabeza, me estaba haciendo ideas locas en mi cabeza, pero apenas llegué a casa me sentí tranquila, busqué a mamá y le di un beso, luego, fui a mi habitación y permanecí allí leyendo uno de mis libros favoritos hasta que sentí hambre y bajé a cenar.
Tres días pasaron desde que vi por primera vez a Brian Carter, la intensidad de sus ojos se había esfumado de mi piel, no obstante, ese día miércoles cuando pasé por la puerta del salón él estaba allí hablando con mi profesor, era gracioso pensar que ellos dos eran amigos, digo, ambos no reían mucho o al menos no mi profesor, él era de carácter frío y sin sentimientos.
—Buenos días.
Saludé a ambos, volviendo a sentir a aquella mirada incomoda sobre mí, el salón se llenó en cuestión de segundos y ninguno de esos dos respondieron mi saludo, tomé asiento en las primeras mesas como de costumbre y el profesor dio inició.
—El señor Carter se ha tomado la molestia de venir y darles las noticias, por favor, guarden silencio para que él pueda hablar.
Caminó hacia mí y colocó los cuatro portafolios sobre mi mesa, lo miré y una leve sonrisa salió de él, posiblemente por mi cara horrorizada.
—Buenos días Mía Miller, ¿puedo colocar los portafolios aquí?
Miré los cuatro portafolios sobre la mesa y lo miré a él.
—Sí, señor Carter.
Subió la mirada hacia mis compañeros y comenzó a hablar con tanta fluidez que parecía no hacer esfuerzo alguno para hablar.
—Buenos días muchachos, felicitarlos por tan buen desempeño y el compromiso que adquirieron para obtener la pasantía, tenemos la lista de los pasantes que se han sido escogidos, trabajaran de la mano con mi gran amigo John Masis, los comenzaré a llamar y por favor fórmense en una fila para darles el contrato y una cita para que vayan a conocer las instalaciones, si tienen dudas poder evacuarlas y por último, a las personas que no fueron elegidas, animarlos porque hay empresas atrás de sus talentos así que aprovechen, ¿de acuerdo?
Movía mis dedos dentro de los zapatos, estaba nerviosa, deseaba con todas mis fuerzas entrar a trabajar a la corporación, de todas las empresas que conocía era la única a la que realmente anhelaba entrar.
—El primero, Tylor Castellano —se escucharon gritos de felicitaciones cuando Tylor pasó —por favor, pasar Miguel Cisneros y Paloma Delgado —también fue lo mismo, aplausos y gritos, mantuve mi cabeza inclinada a la espera del llamado de la última persona, sabía que ya había perdido la gran oportunidad de formarme con los mejores —Ana Luz Carballo.
¿qué? me dije a mí misma, Ana no era mejor dibujante que yo, ni en mil años.
—Felicidades muchachos.
Los alentó el profesor, alcé la mirada para volverme a encontrar con los ojos del hombre que me tenía atemorizada, esta vez con valentía lo desafié a un juego de miradas, lo vi inclinar un poco su cabeza y mover sus ojos a los lados, inclinó su vista y caminó a recoger los portafolios para entregárselos a los nuevos pasantes de su empresa y marcharse después.
Decepcionada de mí misma por mi fracaso no hablé en todo el día y más cuando Tylor se comportó como un idiota burlándose de mí por no haber quedado, incluso Ana Lucía me había superado en algo que manejaba perfectamente.
Fui al estacionamiento por mi auto, coloqué mi bolso y mi laptop en el asiento trasero, al darme la vuelta me encontré de frente con Brian Carter.
—¡Ay!
Grité al asustarme.
—¿Por qué su mirada?
—¿Qué?
Cuestioné sin comprender a qué se refería con eso.
—Allá, en el aula, ¿porqué me daba aquella mirada?
—Es la misma que me dio hace unos días e incluso hoy, ¿por qué?
No respondió y sin entender por qué, cambió de tema.
—Tenga, no crea que no miré sus diseños ¿dos?
Preguntó entregándome mi carpeta con los diseños.
—Dos propuestas diferentes son mejor que uno ¿no cree?
—Claro.
—¿Por qué me lo devuelve?
—Bonito auto, Mía.
Mencionó antes de marcharse.
—¡qué hombre más extraño!
Mencioné en voz baja.
Entré a mi auto y coloqué el folder en el asiento del pasajero, al salir del parqueo me encontré con el señor Carter y su mirada en mi auto, hice sonar el claxon pasando por su lado y este levantó su mano en forma de adiós.
Introduje el auto en el garaje y bajé con mis cosas para ir directo a mi habitación y deprimirme allí, no podía creer que había fallado, tampoco podía superar el hecho que Ana Lucía tuvo más éxito que yo, es que maldición, era buena dibujante y siempre me exigía más de lo que el día anterior.
—¿tuviste un mal día? —preguntó mamá sentándose en mi cama.
—Un mal día no mamá, tuve el peor día de mi vida, no clasifiqué para la pasantía, no sé en qué pude haber fallado, estoy furiosa, muy furiosa.
—Pero siempre hay mejores opciones, Mía, no seas pesimista, mejores oportunidades vendrán hija.
—Lo sé mamá —gateé en la cama hasta quedar con mi cabeza en su regazo —es solo que, me había ilusionado mucho con la pasantía en esa empresa.
—Lo comprendo bien hija, no creas que no.
Acariciaba mi cabeza con suavidad.
Los días siguientes me dediqué a guardar silencio ante las constantes molestias que me hacía Tylor y Ana, llegaba a casa y encendía la computadora para enviar algunas solicitudes con muestras de algunos diseños de autos que iban surgiendo con los días, realmente la estaba pasando mal entre la decepción, las solicitudes que enviaba y las palabras necias del ser que se decía llamar mi mejor amigo, a tal punto que me encontré en una posición donde Tylor pasó a ser segundo plano para mí, lo ignoraba, no le hablaba e incluso hasta su número de teléfono borré.
—No es para tanto, amiga —dijo Lucy restándole importancia a la situación con Tylor.
—¿Crees que no?, ¿cómo crees que me siento cuando mi mejor amigo se burla de mí por él haber clasificado a una pasantía que añoré tener? creo que ninguno de ustedes dos son conscientes de lo que puedo estar sintiendo y más cuando hacen comentarios sobre ello. Duele Lucy y mucho, por si no lo sabías.
—Mía, espera, Mía.
Gritaba al verme caminar de prisa hacia mi auto para luego marcharme del lugar.
—¡Estúpidos!
Mencionaba en medio de lágrimas, ¿cómo eran capaces de no sentir empatía por mí cuando supuestamente éramos amigos y nos apoyábamos en todo momento?